
Con mis crónicas y reportajes siempre intenté que quien leyera sintiera el sitio. Buscaba el detalle. Siempre recuerdo cómo era el Santiago de Chile de Pinochet. Cómo eran aquellos edificios siniestros donde la gente entraba a pedir préstamos, se endeudaban para pagar las viviendas de mierda que les había hecho el dictador en las viñas miseria.

Las epidemias tienen algo que es difícil de narrar y justamente tiene que ver con esa arbitrariedad. Estos días se habla del aumento de los casos y de los jóvenes, estamos buscando constantemente motivos, y muchas veces existe, pero siempre hay algo que se nos escapa. Estamos acostumbrados a paradigmas más clásicos como el de la guerra.

Para mi poner el apellido feminista es importante por una cuestión de reconocimiento de un movimiento y una escuela social de pensamiento que sigue estando, muchas veces, estigmatizada o menospreciada desde la academia. Por tanto, claves muchísimas, sobre todo una actitud de muchas preguntas hacia cómo hemos aprendido a hacer periodismo.
«Leerlo es como avanzar con él a través de la espesura de América del Sur, embriagarnos con sus perfumes, sus texturas, […] y seguir viaje para sentir cómo algunas prácticas profesionales hacen de la solidaridad una moda que descuida la dignidad de los otros».
Por Ángeles Alemandi