Nepal y la vida entre basura

Bharatpur (Nepal) se enfrenta a una creciente crisis de residuos, agravada por la falta de un vertedero adecuado y la ineficacia del sistema. ¿Hasta qué punto nos relacionamos realmente con nuestros residuos y con los de nuestro modo de vida, de nuestra civilización?

Texto y fotos: Lise Josefsen Hermann

Nepal se despierta temprano y la familia Raut/Malik también. 

A las cinco de la mañana comienza la jornada en el bullicioso corazón de la ciudad de Bharatpur, cerca de la frontera con India. Barrenderos y recolectores de basura se sientan aquí a primera hora de la mañana a beber el té con leche tan dulce como característico de Nepal. En la familia Raut/Malik, todos trabajan con basura. Su supervivencia depende de la asombrosa producción de basura de la ciudad, testimonio de la condición de Bharatpur como tercera ciudad más grande de Nepal, con casi 300.000 habitantes.

Bharatpur se enfrenta a una creciente crisis de residuos, agravada por la falta de un vertedero adecuado y la ineficacia del sistema. En la ciudad se vierten casi 100 toneladas de residuos al día. Montañas de basura se amontonan cerca del río Narayani —considerado sagrado—. Con temperaturas superiores a los 30 grados centígrados, el hedor entre la basura es sencillamente insoportable. Y la vida cotidiana de la familia y de los muchos otros que se dedican a ella refleja los peligros medioambientales y sanitarios asociados a la gestión de residuos que afectan a la región.

Se calcula que en el país unas 75.000 personas trabajan en este negocio. Aquí, en Bharatpur, son decenas, en su mayoría de castas inferiores, quienes se ganan la vida rebuscando entre los residuos para reciclarlos. Trabajan sin equipo de protección ni acceso adecuado a atención médica.

La lucha de la familia Raut/Malik personifica los retos a los que se enfrentan millones de personas en los países en desarrollo debido a los inadecuados sistemas de gestión de residuos. Para la familia, marginada en la parte inferior del sistema de castas hindú, la recogida y clasificación de residuos es una realidad cruda. Su trabajo se caracteriza por condiciones peligrosas en las que apenas se tiene en cuenta la salud y la seguridad personal entre los humos tóxicos y los peligros del tratamiento de residuos.

El padre de la familia es Manoj Malik, de cuarenta años. Lleva quince años trabajando como conductor de los tractores que hacen las veces de transporte de residuos. Empezó como recolector en el botadero durante ocho años. Pero comenzó a aburrirle y se sacó el carné de conducir para ascender de puesto. Ahora trabaja todos los días, desde las cinco de la mañana hasta las cinco de la tarde: «Es bueno ser conductor porque no tengo que salir a la calle con el calor y hacer trabajos duros. Y me pagan por ello. A veces me entran ganas de dejarlo, pero luego pienso en mi familia. Si lo dejo, ya no podremos permitirnos dos comidas al día —dice Manoj Malik—. También tengo que pensar en mis hijos».

Desde hace tres años, la Sociedad Danesa de Medicina del Trabajo y Medio Ambiente, DASAM, trabaja en un proyecto de gestión de residuos en las tres ciudades nepalesas de Bharatpur, Pokhara y Janakpur. El proyecto cuenta con el apoyo del gobierno danés a través de la Sociedad Civil para el Desarrollo, CISU, y, entre otras cosas, ha formado a los trabajadores en riesgos y equipos de protección y también ha proporcionado equipos como zapatos y guantes a los recolectores de residuos. El socio local de DASAM es la ONG Nepal Development Society, NeDS.

El médico danés Kurt Rasmussen es una de las personas de DASAM que se encuentran en Nepal para visitar el proyecto de residuos apoyado por Dinamarca. Kurt ha dirigido anteriormente una gran clínica de medicina del trabajo en el Hospital de la ciudad de Herning, Dinamarca:

«Aquí en Nepal se produce el mismo tipo de residuos que en nuestro país, pero todos acaban en el vertedero. Muchos de los residuos en mal estado y peligrosos acaban en el botadero. Nunca deberían acabar ahí. Es peligroso para los humanos y para la naturaleza —asegura Kurt Rasmussen—. El río está contaminado y hay algunos trabajadores de basura que tienen que lidiar con ellos y se enferman por el trabajo».

Casi la mitad de los trabajadores han sufrido infecciones oculares en el último mes. Y una proporción significativa se ha cortado mientras trabajaba (40%) o se ha clavado agujas o jeringuillas (27,5%) en el mes reciente.

Una de las actividades del proyecto consistió en organizar un “health-camp” para los trabajadores de Bharatpur, con el fin de examinar su estado de salud para detectar diversas enfermedades y lesiones relacionadas con el trabajo. También se les ofreció una vacuna contra el tétanos y se les han hecho pruebas del VIH, la hepatitis y la tuberculosis. 125 de los 140 trabajadores de basura de Bharatpur han participado en los “health-camps” del proyecto de DASAM.

El botadero de basura de Bharatpur también está en medio del camino favorito de los rinocerontes cuando van al río a beber agua. Los trabajadores dicen que han visto tres rinocerontes muertos por comer basura tóxica.

Por un saco grande lleno de plástico clasificado los basureros pueden obtener 15 rupias (10 centavos de US dólar). El metal vale más. Una mujer se sienta y golpea la basura con una piedra para separar el metal. Los trabajadores del botadero caminan descalzos o con sandalias y las piernas desnudas entre los montones de residuos sin clasificar.

Las horas pasadas en el botadero bajo calor y un hedor insoportables invitan a la reflexión. ¿Hasta qué punto nos relacionamos realmente con nuestros residuos y con los de nuestro modo de vida, de nuestra civilización? ¿Te responsabilizas de los residuos de tu vida o miras hacia otro lado? ¿Y prefieres que familias de casta baja, o simplemente trabajadores de basura, se ocupen de ello por ti?

La madre, Umrawati Malik, de 37 años —como la mayoría de los miembros de la familia—, no sabe escribir su propio nombre, sino que acostumbra a poner su huella digital si tiene que firmar algo, por ejemplo. Trabaja barriendo las calles de Bharatpur: «No tengo estudios, así que ¿qué otra cosa podía hacer? Nadie me dio trabajo. Por eso empecé a barrer. Porque si no trabajo, no tengo comida. Tengo que hacer este trabajo, aunque no me guste. Es necesario para la supervivencia de mi familia. —a Umrawati le gustaría poder ofrecer un futuro diferente a sus hijos, y continúa—: Somos una familia pobre, así que tenemos que hacer esto. Si tuviéramos la oportunidad de hacer otra cosa, por supuesto que lo haríamos. Mi hijo Bikash tuvo que dejar la escuela cuando mi marido se enfermó hace unos años y ya no podíamos pagarle los estudios. Ahora ninguno de mis hijos va a la escuela. Todos trabajan en el botadero».

El tractor de la basura hace su recorrido habitual por Bharatpur y yo le sigo. El hijo de la familia, Bikash Raut, de 16 años, se encarga de hacer sonar un silbato de plástico para indicar a los habitantes que es hora de sacar las bolsas de basura. Empezó a trabajar con la basura a los nueve años. Su padre trabajaba como conductor en el tractor de la basura y el pequeño Bikash empezó a clasificar los residuos en el botadero. Bikash dejó la escuela en 4º curso: «Si hubiera seguido en la escuela, habría terminado pronto, ahora estaría en el grado 11/12. Me habría gustado estudiar medicina o ingeniería si mi familia hubiera podido permitírselo. Por eso trabajo aquí, aunque no me gusta. Cuando la gente nos habla mal, nos trata mal o simplemente nos ignora, se me saltan las lágrimas».

Cuando la madrugada se convierte en media mañana, nos detenemos a desayunar garbanzos asados, un huevo cocido y té con leche. Me impresiona que los chicos y los hombres me digan que a un nepalí común y corriente nunca se le ocurriría sentarse a desayunar con ellos como hago yo. O, por ejemplo, saludarles con un apretón de manos o tocarles en absoluto. Porque los trabajadores de basura pertenecen a las castas más bajas, los intocables, lo que también debe tomarse al pie de la letra en países como Nepal y la India.

«Es nuestra cultura de casta, somos los intocables —dice Bikash Raut mientras silba y silba—. Si tocamos algo, los demás se limitan a tirarlo». El adolescente recoge habitualmente bolsas de la calle y las lanza a todos los demás en la parte trasera del tractor. Bikash solía soñar con recibir una educación, pero ahora ha ajustado sus sueños a su realidad entre la basura. Ahora espera que su sobrino pueda escapar del mismo destino, conseguir una educación y un futuro diferente al del resto de la familia. «Ahora que para mí no es posible ser médico —dice Bikash con mirada abatida—, espero que mi sueño se haga realidad para los hijos de mi hermano».

Lise Josefsen Hermann

Periodista | Corresponsal

Lise lleva más de 10 años como freelance, insistiendo —sobre todo al público del norte de Europa— sobre las condiciones humanas en Latinoamérica y la huella que dejamos en el mundo. Reporta para varios medios de Dinamarca y Noruega, así como internacionales (NYT, DW, BBC, El País) y oenegés (Amnistía Internacional y Oxfam). Es Pulitzer Grantee y ha recibido apoyo de National Geographic, Clean Energy Network (CLEW), Fundación Gabo & Open Society Foundation. Se enfoca en temas ambientales, DDHH, migración y pueblos indígenas.

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