Mujeres, maternidad y ciencias en Colombia

Los esfuerzos para revertir las tendencias de desvinculación con los estudios, normalizar la maternidad en las universidades, y contrarrestar las disparidades de género. Cuatro historias, como puntos cardinales, para conocer mejor el mapa actual de las mujeres colombianas y las ciencias.

Texto: Lise Josefsen Hermann  | Fotos: Charlie Cordero

Claudia Vallejo, de 26 años, perteneciente a la etnia indígena Arahuaca (ubicada en la Sierra Nevada de Santa Marta y sus estribaciones), realiza ejercicios de cálculo necesarios para su carrera como estadista; su hija Dwiney, de 6 años, sentada a su lado, colorea y dibuja. / * Foto: Charlie Cordero

El dilema de Angie

En muchos escenarios de la sociedad aún existen graves brechas de género. En la ciencia, por ejemplo, mujeres de todo el mundo reciben becas más pequeñas que sus pares masculinos, y tienden a tener carreras más cortas y peor pagadas. Colombia no escapa a las estadísticas: según un estudio del Banco de Desarrollo de América Latina, alrededor de un tercio de los casos de desvinculación de estudios de mujeres pueden atribuirse al embarazo o a la maternidad.
En la región del Caribe Colombiano, en el departamento del Cesar, la sede La Paz de la Universidad Nacional de Colombia se esfuerza para combatir esta tendencia. Desde 2018 organizan sesiones con madres para compartir experiencias sobre maternidad en la educación superior. Allí asisten treinta mujeres con hijos, varias de ellas solteras. La mayoría de estudiantes en la sede son la primera generación en sus familias en ingresar a la educación superior.

Angie Paola Simanca Rodríguez, de 21 años, estudia Biología y es mamá de Ezequiel, de once meses. «Un gran dilema», reconoce. «Muchas veces no logro cumplir con todas las tareas del estudio porque no debo despreocuparme de Ezequiel. Todo se vuelve tan difícil. Porque ahora que tengo a mi hijo me siento con más ganas de superarme y ser alguien en la vida. Quiero darle a mi hijo una mejor mañana. Entonces, siento la necesidad de hacer el sacrificio de responder con mi carrera y con mi maternidad al mismo tiempo.»
Ezequiel acompaña a la entrevista. A veces tose o se inquieta. Las tareas universitarias de Angie son así, entre interrupciones constantes.

«La facultad es exigente. Nunca había tenido que leer tanto o tener que quedarme despierto tanto tiempo leyendo. Es realmente difícil pero bueno a la vez. Me dedico a mi hijo, más que a estudiar. Cuando él está dormido, trato de hacer mucho trabajo. Se ha enfermado, he pasado malas noches con él. Y todas estas malas noches que he pasado con mi hijo, no he podido cumplir con las tareas. A veces no tengo a nadie que lo cuide. Entonces no llego ni a la universidad porque si vengo pierdo el tiempo. Si se lo dejo a mi prima, vengo a la universidad a llamarla por videollamada para ver si lo ha bañado, si le ha dado de comer, le ha cambiado el pañal; Son cosas que me distraen demasiado para estudiar. Y si estoy en casa con mi hijo, tomar bien una clase virtual es muy difícil. Debo ver las clases grabadas cuando él se duerme para poder entender lo que dice el profesor».

Angie tiene 21 años y es estudiante del 4to. Semestre de Biología en la Universidad Nacional de La Paz, Colombia. En algunas ocasiones tiene que llevar a clases a su hijo Ezequiel, de tan solo 11 meses, ya que no cuenta con otra persona que lo cuide y la idea de contratar a una niñera está fuera de sus posibilidades económicas. / * Foto: Charlie Cordero

«Lo más difícil es pensar que le estoy negando a mi hijo el tiempo que se merece o que estoy descuidando mis estudios. Siento que no tengo suficiente tiempo para cumplir con las dos tareas como me gustaría.»

Desde un comienzo, el ingreso a la universidad fue complicado para Angie. Además, su recorrido de ingreso ha sido tortuoso. Primero, hizo cuatro veces el examen de ingreso en otra Universidad de Valledupar, tanto en Enfermería como en Minería a Cielo Abierto, pero no pasó. Su madre le sugirió probar este nuevo campus en la región. Pero Angie tenía pocas esperanzas después de los cuatro fracasos, y tampoco conocía carreras como, por ejemplo, Biología.

«Le dije a mi madre, no sé, para qué sirve esta carrera. ¿Biología? no sé para qué es eso. No sé lo que es un biólogo. Entonces, agarré mi móvil y busqué en Google. Decía que la Biología es la ciencia de los seres vivos. Oh, eso es interesante, le dije a mi madre. Lo intentaré con Biología…. Ósea no es mi proyecto de vida ni nada. Pero fue la oportunidad que se me dio, y la aproveché.
Planeaba estudiar, prepararme y luego tener a mi hijo. Pero a veces somos irresponsables. También, la falta de comunicación y de orientación nos hace tomar malas decisiones. Aquí está la pequeña muestra de eso», dice Angie y mira a su pequeño de reojo.
Viven solas, con su mamá. Su tía a veces la ayuda con el bebé.

«Lo más difícil es pensar que le estoy negando a mi hijo el tiempo que se merece o que estoy descuidando mis estudios. Siento que no tengo suficiente tiempo para cumplir con las dos tareas como me gustaría.»

Pero convertirse en madre también ha sido una lección importante para la joven de 21 años:
«Mi hijo también se ha convertido en un objetivo de vida. Desde que tengo a Ezequiel soy más organizada con el presupuesto y con todo. Hoy debo lavar su ropa, hoy debo… cada tarea tiene un día, tiene un tiempo, y tiene una hora. Porque ya no tengo tiempo para perder. Ahora debo estar más concentrada en lo que debo hacer. Tengo prácticamente todo con horarios porque en realidad no tengo tiempo”. Nuestra charla termina con Ezequiel llorando como si él quisiera confirmar lo dicho.»

Solo el 29,3% de los investigadores a nivel mundial son mujeres, según datos de Unesco.

Yency Cardozo Vázquez es fisioterapeuta y parte del equipo de salud de la universidad. «La región tiene una historia muy compleja con el paramilitarismo, con el conflicto armado en Colombia. Hay un intento de reconstrucción desde el proceso de paz y nuevas formas de vivir y habitar el territorio. Tenemos cinco pueblos indígenas en la zona. Según nuestras encuestas un 75% de los estudiantes tienen una gran vulnerabilidad ya sea por ser de familias de bajos ingresos o porque no tienen garantizados los servicios básicos como el agua potable o alcantarillado. Tenemos también una población de familias de madres solteras, que realizan trabajos informales en la región – que no les permiten ingresos constantes – lo que podría transformar su vida cotidiana y su movilidad social. Entonces, estos estudiantes que llegan son, en su mayoría, los primeros miembros de la familia en ingresar a la educación superior.»

«El primer desafío es la multiplicidad de roles. Sus jornadas laborales se duplican o triplican. Algunas tareas como las tareas del hogar, el cuidado de los niños, generalmente se plantean en lo femenino. Son mujeres con mucho coraje, para poder transformar sus realidades. Siendo algunas de las primeras de sus familias en ir a una universidad, ya sea que pertenezcan a un grupo indígena o étnico, o que son afrocolombianas. Eso también es un reto, nuevas formas de vivir, entrar a la universidad y poder graduarte —asegura Yency—. También puede ser un escenario en el que la maternidad sea una carga. Son muy valientes porque la situación es difícil, pero si construyo y comparto lo que aprendí de la vida cotidiana, entonces la maternidad también puede tener un significado dentro de la academia como un logro y no como algo que la gente tenga que soportar, sino como algo que construye, que los enriquece mucho».

Claudia Vallejo, de 26 años, perteneciente al pueblo indígena arahuaca asentado en la Sierra Nevada de Santa Marta y sus estribaciones, realiza ejercicios de cálculo necesarios para su carrera como estadista; su hija Dwiney, de 6 años, sentada a su lado, colorea y dibuja./ * Foto: Charlie Cordero

Mujer, Indígena, estudiante

La sede universitaria abierta en La Paz hace pocos años tiene una hermosa vista a dos cordilleras. Allí viven cinco pueblos indígenas diferentes, quienes por mucho tiempo han vivido aislados del resto de la sociedad y alejados del mundo académico. Claudia Patricia Vallejo, de 26 años, es una de esas mujeres que está cambiando este panorama. Pertenece al pueblo Arhuaco. Su comunidad natal es Jewrwa, a unas cinco horas en coche de aquí. Ella recuerda cuando quedó embarazada a los 20 años y los desafíos que eso conlleva en su comunidad indígena.
«Como indígena, cuando encontramos pareja o nos embarazamos, la familia deja de apoyarnos para que nosotros nos hagamos cargo. Entonces, en ese momento, no había realmente oportunidades de estudio. Es decir, seguí con el sueño de que algún día seguiría estudiando. Quería. Pero – esta oportunidad no se presentó. Podría ir a Bogotá, pero si no tenía ningún tipo de apoyo, ¿de qué se suponía que íbamos a vivir mi hijo y yo?».
Habían terminado la secundaria, pero el trabajo y la crianza de su hijo impidieron que continuara los estudios. Por cinco años no pudo tomar ni un solo libro.
«Siempre tuve el sueño de seguir estudiando. Siempre dije, llegará el día en que podré continuar. Entonces, una noche, alrededor de las 7, sonó su teléfono. Al día siguiente, a primera hora de la mañana, un docente estaría en la ciudad de Valledupar, encargado de entregar pines a los indígenas, para que puedan tomar el examen de ingreso a la universidad. Claudia no tenía dinero, pero pidió prestado para poder viajar a Valledupar. Al día siguiente, a las 3 de la mañana salió con su pareja en una moto. Son cinco horas de viaje. Y lograron llegar a tiempo.
Sin embargo, presentar el examen fue otra complicación. Habían perdido el ritmo académico.
Ambos aprobaron, y ahora estudian Estadística juntos. «Hay momentos de desesperación. Por ejemplo, cuando mi hija estaba en el kínder. Como ella es la única vestida con ropa tradicional, se sintió mal. Ella no quería usar ropa tradicional. Ella quería usar el uniforme. Fue muy difícil para mí. Ya estaba sintiendo que ella se estaba desconectando de nuestra cultura. Los niños se acostumbran a lo que ven más. Eso me preocupó mucho – sentí – ¿será que los compañeros la ven diferente, entonces se sentiría mal, rara, sola…? Incluso hubo días en los que tuve que ponerle un vestido normal. Pero mañana vas con ropa tradicional, le dije. Esto no podemos quitarlo, es una tradición. Le cuento todo esto, pero como es tan pequeña, no entiende. Incluso yo, siento que me desconecto de mi cultura. Esto me preocupa: la educación cultural en este caso. También estoy pensando en el futuro de mi hija, en cómo puedo ayudarla. Es difícil. ¡Pero rendirme, NO!».

Claudia Vallejo, su hermana Rosa y su hija Dwiney, caminan por la plaza principal de la Universidad Nacional en La Paz, luego de un día de clases y estudio que se prolongó durante toda la mañana. Para Claudia muchas veces es difícil concentrarse al 100% si está con su hija en un ambiente académico. * Foto: Charlie Cordero

Sólo 26% del total de investigadores colombianos en ingeniería y tecnología son mujeres.

En la recién inaugurada sede de la Universidad Nacional de Colombia se está haciendo un esfuerzo para incluir a población que antes no participaba en el mundo académico.
Lina Caballero, de 37 años, es líder de la organización Parent in Science Colombia, que trabaja para mejorar el equilibrio entre la vida laboral y personal y la igualdad de oportunidades para las mujeres en la ciencia. También es bióloga, doctora en genética y directora de bienestar de esta sede universitaria en La Paz. Y es madre. Y esa es una parte muy importante. Porque la brecha de género en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas aún es amplia.

En Colombia se estima que, de continuar las tendencias en lo que va de este siglo, podría tomar 150 años alcanzar la paridad de género en —por ejemplo— Ingeniería, según una investigación sobre mujeres en la ciencia en Latinoamérica.

Esta situación preocupa a la investigadora: «Estamos trabajando para visibilizar esta situación. Para crear estrategias, para normalizar la maternidad y la paternidad en las universidades y en la ciencia», cuenta Lina Caballero, quien dejó Colombia hace una década por falta de oportunidades para ella, con una hija recién nacida y el deseo de continuar una carrera académica. Estudió primero en Brasil, luego en Alemania, donde obtuvo su doctorado. Y decidió regresar a Colombia, a trabajar por mejorar esta situación que tanto la perjudicó, para que otras no tengan que pasar por lo mismo.

Otro desafío es la falta de datos sobre el área, insiste la fundadora del Parent in Science Colombia:
«Faltan aún datos sobre el impacto diferencial de los roles de cuidado en la carrera científica. También sobre el impacto desigual de la maternidad en la productividad científica, y especialmente esos datos se requieren con el fin de generar acciones y políticas a nivel institucional con el fin de apoyar a muchas mujeres académicas que son madres».
En Latinoamérica, Parent in Science es un movimiento liderado por investigadores que trabajan con proyectos de investigación para evaluar y medir el impacto de los hijos en la carrera. A partir de estos datos esperan contribuir en la discusión de estrategias que permitan el empoderamiento de las mujeres que actualmente realizan estudios o trabajan en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. Los datos son el primer paso hacia el cambio deseado, sostienen desde el movimiento: »Esto es importante por razones éticas, para incluir a todos en la ciencia. Estaríamos perdiendo muchos talentos si solo vemos investigadores hombres. Además, si no hay mujeres realizando investigaciones, es difícil que las cuestiones de género también formen parte de esas mismas.»

Maria Alejandra Añes, de 23 año, con su hija Lia en el bus universitario. / * Foto: Charlie Cordero.

Lise Josefsen Hermann

Periodista | Corresponsal

Lise lleva más de 10 años como freelance, insistiendo —sobre todo al público del norte de Europa— sobre las condiciones humanas en Latinoamérica y la huella que dejamos en el mundo. Reporta para varios medios de Dinamarca y Noruega, así como internacionales (NYT, DW, BBC, El País) y oenegés (Amnistía Internacional y Oxfam). Es Pulitzer Grantee y ha recibido apoyo de National Geographic, Clean Energy Network (CLEW), Fundación Gabo & Open Society Foundation. Se enfoca en temas ambientales, DDHH, migración y pueblos indígenas.

Charlie Cordero

Fotógrafo documental

Fotógrafo documental afincado en Colombia. Ha estudiado Fotoperiodismo en la escuela audiovisual y multimedia de la Universidad de Girona, España, y Máster en Fotografía Editorial y Fotoperiodismo en la Escuela de Artes y Espectáculos de la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid.
Los temas recurrentes en su obra son: derechos humanos, medio ambiente, migración, género, memoria y justicia social.
Actualmente se desempeña como docente del programa de Comunicación Social y Periodismo en la Universidad Autónoma del Caribe en Barranquilla. Su trabajo ha sido publicado en medios nacionales e internacionales: National Geographic, New York Times, The Guardian, The Washington Post, Vanity Fair, GEO y LFI. Entre otros.

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