La guerra que nos contaron
En algún lugar de Irak se escondían las armas de destrucción masiva que en manos de un psicópata como Sadam Huseín ponían en peligro la vida de cada uno de los habitantes del planeta. En su afán liberador, el ejército norteamericano inició los primeros bombardeos el 20 de marzo de 2003.
Texto: Santiago Gorgas | Ilustraciones: Narcís Balmanya Masferrer
En algún lugar de Irak se escondían las armas de destrucción masiva que en manos de un psicópata como Sadam Husen ponían en peligro la vida de cada uno de los habitantes del planeta. En su afán liberador, el ejército norteamericano inició los primeros bombardeos el 20 de marzo de 2003. La guerra se iniciaba a partir de una mentira, una de las tantas que se dicen para ocultar las verdaderas razones de un conflicto armado. Todas las guerras suceden en un escenario complejo, y la mentira es tan solo uno de los escollos que debe enfrentar el periodismo en su cobertura. Entender las circunstancias que atañen la cobertura de conflictos armados puede ayudar al lector a analizar los intereses que entran en juego en una guerra y el papel del periodismo en los tiempos que corren.
La imagen de un campo de batalla con uniformados muertos y otros tantos disparando desde sus trincheras dista enormemente de la guerra de hoy en día. Ejércitos de trols difunden información falsa con la intención de sembrar la confusión y manipular la opinión pública. Para echar por los suelos un argumento basta con difamar a la persona que lo ha esgrimido. Una acusación infundada desacredita inmediatamente a la persona o institución y se carga su discurso sin la necesidad de un debate. En el contexto de la guerra, generar polaridades es una forma de incentivar el discurso de odio y retroalimentar la confrontación. Miles de trols amplifican la desinformación que cae como una ola gigantesca sobre los periodistas que, en medio de bombas y balas, intentan sacar a flote una historia real.
La propaganda, en la guerra, siempre ha existido. En el siglo XX se tiraban pasquines desde los aviones. El propio Hitler, que era un señor sin escrúpulos, organizó un supuesto ataque de los polacos a las tropas alemanas para justificar la invasión a Polonia. Sin embargo, internet y las redes sociales se han transformado en un arma de distribución masiva de propaganda cuyo impacto e influencia es inmensurable. “Con ordenadores y conexión a internet se pueden hacer campaña baratísimas con el fin de ganarse la opinión pública”, afirma la fotógrafa y reportera de guerra Natalia Sancha. Las nuevas tecnologías permiten dirigir las campañas a segmentos determinados y orientarse a un ámbito regional, nacional, o internacional. Pocas organizaciones dedican recursos a la comprobación de datos, es un proceso muy costoso y peligroso. “Desmentir las campañas de desinformación impide realizar el trabajo de contar lo que está ocurriendo”, comenta Sancha. “Cada vez —agrega— que un medio logra comprobar y atribuir una campaña de desinformación a cierto país o entidad no solo insume un gran esfuerzo, sino que permite que los desinformadores sean los que marcan la agenda informativa con sus debates”.
La periodista Mayte Carrasco, especialista en conflictos bélicos y temas de Derechos Humanos, afirma que la guerra de cuarta generación que caracteriza nuestra época combina tecnología punta con elementos de la Edad Media. “Mientras que miembros de ISIS crucifican y decapitan personas, un dron teledirigido mata al líder de Al Qaeda en Afganistán”, sostiene Carrasco. El ciberespacio, los robots y los aviones de guerra no tripulados son una nueva dimensión en el campo de batalla, en una guerra híbrida en la que el enemigo no se presenta en frentes definidos. Carrasco considera que quien controla la información puede hacer mejor propaganda y convencer a la opinión pública. “No es otra cosa que lo que ya conocíamos, solo que ahora tenemos herramientas mucho más potentes. Putin lo ha entendido a la perfección y por ese motivo desde hace tiempo está lanzando campañas cuyo fin es poner la opinión pública mundial de su lado”. La estrategia de la desinformación tiene mucho éxito. Los recursos actuales y las dinámicas de las redes permiten difundir mensajes efectistas y simples en los que se apela a las emociones como instrumento de persuasión.
La denominación de “noticias falsas” es un oxímoron que tiende a menoscabar la credibilidad de la información periodística. Una noticia es un hecho verificable de interés público. La entrega deliberada de información deshonesta se debe combatir mediante la educación de la población, y de los niños en particular, sobre cómo comprender y digerir una noticia. Es fundamental entender que la desinformación tiene la capacidad de mover sociedades, de tumbar gobiernos y de construir una historia falsa sobre la que asentar nuestras creencias. Carrasco recuerda a su amigo David Beriain, periodista asesinado en el año 2021 en Burkina Faso, quien decía que en el periodismo ya está todo inventado y se debe seguir haciendo lo que ha hecho siempre: cuando hay una noticia, no creérsela sino ir a investigar y luego contar lo que se ha visto. “El periodismo es el cuarto poder y por ese motivo”, comenta Carrasco, “la desinformación representa un contrapoder manejado por los gobiernos. Nunca antes el periodismo había estado tan amenazado como ahora. Es el momento de luchar para que el periodismo de siempre se haga de nuevo. El de siempre: con honestidad, con veracidad y con ética”.
Puesta en escena
Antes de proseguir es oportuno advertir al lector que el trabajo periodístico, por muy exhaustivo que sea, siempre abarca una parcela de la realidad. Este reportaje nace del afán por entender las circunstancias en las que trabajan los reporteros de guerra y ayudar al lector a interpretar aquello que escucha, ve o lee sobre la guerra. Al igual que toda noticia periodística, la cobertura de un conflicto armado se circunscribe a todo aquello a lo que el periodista ha tenido acceso y ha sabido interpretar con honestidad. A la lucha contra la desinformación se le añade la credibilidad de las fuentes consultadas, el espacio y la plataforma en la que se difunde la información. La perspectiva del periodista está influenciada por su condición y sus circunstancias: la objetividad es imposible.
Natalia Sancha se especializó en el mundo árabe. En el 2008 se trasladó a vivir a Beirut con la intención de reforzar el idioma y probar suerte sobre el terreno. Durante largos años alternó el trabajo de periodista freelance con trabajos de subsistencia como dar clases de español en el Instituto Cervantes, trabajar para Ongs o hacer fotografías de eventos sociales. Hasta que consiguió empezar en El País como colaboradora y luego como corresponsal. “Yo soy una periodista de terreno”, afirma Sancha, “he cubierto 14 años seguidos sin salir del conflicto, me muevo bien, me muevo sola, no utilizo traductores, conozco bien la zona y hago análisis en profundidad”.
A diferencia del periodismo de paracaídas que va saltando de un conflicto a otro, independientemente del continente, el periodismo que practica Natalia está empapado de la realidad y de los códigos culturales de la región que le permiten hacer un análisis en profundidad de la situación. Sin embargo, la periodista malagueña considera que la mirada de la persona que llega desde afuera, aunque pueda parecer superficial, vale mejor para explicarse de manera clara. “Nosotros, cuando escribimos una crónica, nos enredamos intentando explicar el conflicto en su totalidad; y nos olvidamos que los lectores son personas que no tienen un conocimiento tan profundo de la realidad”. Los ojos frescos ven cosas que las persona que llevan mucho tiempo en la zona han normalizado. Natalia sostiene que ambos deben estar presentes en un conflicto ya que el periodismo de paracaídas y el de profundidad dan informaciones diferentes pero complementarias para la audiencia.
Por su parte, el periodista colombiano Juan Miguel Álvarez, que lleva años reportando el conflicto armado de su propio país, considera que no hay una posición más legítima que la otra. En determinadas circunstancias la visión del que viene de afuera puede ofrecer ciertas garantías de neutralidad. Colombia lleva 60 años de conflicto armado, lo cual implica que hay profundas diferencias en los bandos.” Desde finales de la década de los 90 hasta los primeros años de este siglo, la prensa televisiva y la prensa escrita del periódico más dominante en el mercado solo estuvieron del lado de la fuerza pública”, apunta Álvarez. Lo que implica que la guerra se cubría desde una posición oficialista. Difícilmente se escuchaba la versión de la guerrilla o de los paramilitares. Por ese motivo, algunos grupos prefirieron dar acceso a medios y reporteros internacionales, a través de los cuales, tal como explica Álvarez, “hemos conocido en Colombia lo ocurrido en los bandos marxista-leninistas, o sea con las guerrillas”.
Por otro lado, el conflicto en Colombia raramente ha sido un combate abierto en terreno. El periodismo internacional, que en ocasiones ha intentado cubrir esta disputa, se ha encontrado con la dificultad de acceder a las lejanas zonas de conflicto. Entonces, al igual que los periodistas locales, llegan tarde y acaban haciendo un cubrimiento posterior de los destrozos. Por ese motivo, una mirada cualificada y conocedora de la política colombiana permite reconstruir los hechos y comprender las dimensiones de lo sucedido.
Mayte Carrasco considera que no se debe utilizar una etiqueta como periodista de paracaídas para menoscabar una forma de narrar el conflicto. “Los periodistas pierden credibilidad cuando intentan sentar cátedra de quién puede o no ir a cubrir una guerra. Desplazarse a una zona de conflicto e intentar narrar lo que pasa tiene su mérito, tanto si se hace para forjarse un nombre dentro del periodismo como si lo hace un tuitero o un youtuber. La aventura de contar historias ha avanzado muchísimo. “Todo el mundo tiene derecho a contar historias y tiene derecho a hacerlo como le dé la gana”, señala Mayte. La ciudadanía es suficientemente inteligente como para saber quién le está contando las noticias y discernir qué es lo que le interesa escuchar y quién es el que mejor lo explica.
Contar es escuchar
Durante muchos años el periodismo de guerra ha estado dominado por voces masculinas. La figura glamurosa de Hemingway ha contribuido a alimentar el mito del reportero de guerra como un aventurero valiente en búsqueda de la verdad. Esa visión masculina ha dado prioridad a la milicia y a las cosas que suceden en el frente entre explosiones y balas. Desde esa perspectiva, la mujer ha quedado invisibilizada o, como mucho, víctima y actor secundario del conflicto. En el libro Balas para todas, seis mujeres periodistas en Oriente Medio y Magreb explican cómo la perspectiva femenina cambia la narrativa de la guerra. Natalia Sancha, coordinadora de este proyecto, remarca la hibridez de las periodistas extranjeras que, además de estar en el frente y acompañar a los milicianos, son capaces de darse la vuelta y ver que las mujeres no son solo víctimas, sino que en algunos casos toman las armas de parte del régimen o de los insurgentes y se convierten en milicianas.
La perspectiva es un punto candente en la representación de cualquier conflicto armado. La progresiva inmersión de las mujeres en la cobertura aporta una visión más inclusiva y global del conflicto. A la importancia de incluir miradas se suma la necesidad de evidenciar que toda narración está influenciada por la posición desde la cual el periodista narra los hechos. Explica el periodista Javier Espinosa que en todas las guerras, a excepción de casos muy puntuales, ha habido restricciones de accesos para los periodistas. Los americanos han desarrollado una técnica que consiste en llevar a periodistas empotrados (embedded) en unidades combatientes para asumir su visión de la contienda. “Ellos lo que te ofrecen no es una mentira, sino una verdad parcial. La alternativa es no poder acceder a esos sitios”, subraya Espinosa. “Yo nunca utilicé los empotramientos con los americanos porque ya conocía el territorio y podía desplazarme a otros sitios para obtener otra información de primera mano”. Sin embargo, el reportero malagueño afirma que los periodistas no van solos en la guerra y que todos, de alguna manera, viajan empotrados porque van acompañando a un grupo armado o a un gobierno. En el caso particular de Ucrania, la sensación de libertad no es más que un falso empotramiento. El gobierno es quien vigila y determina el acceso de los periodistas a las zonas de conflicto. La mirada del periodista está enmarcada a aquello a lo que ha tenido acceso. Aquello en lo que fija el foco para iluminar no es más que una porción de la realidad. Allí donde hay luz, también hay sombra.
Verdad en discordia
Tal como afirma Mayte Carrasco: “Hay que decirle a la gente que hemos estado aquí y que hemos visto esto. Allí radica el valor del reportero que viaja a zona de conflicto y, a partir de lo que ve, cuenta a través de la primera persona. Decir que el periodismo es objetivo es mentir. El periodismo lo hace un ser humano. Y ese ser humano tiene un punto de vista, ha nacido en un lugar, tiene unas creencias y narra desde un sitio determinado. Yo no hago una noticia en Siria igual que lo hace alguien de Al Jazeera o alguien de Damasco que está de parte del régimen”. El lector o espectador deberá escuchar las diferentes voces y entender que no hay verdades únicas. Si el periodista es honesto cubrirá la noticia desde su terreno. Sin embargo, tal como apunta Carrasco, en la guerra de Ucrania se ha visto el partidismo de algunos medios de comunicación. “En Twitter se han censurado a las personas que el medio considera que son pro-rusos.” La pregunta es si el espectador podrá ser consciente y distinguir estas censuras y saber buscar más entro otros canales para informarse. No solo con los que comparten ideología.
Si analizamos las noticias que relataban el comienzo de la guerra en Ucrania, podemos llegar a pensar que el conflicto comienza con la ocurrencia trasnochada de un Vladímir Putin, que tras una mala noche, toma la decisión arrebatada de mandar a su ejército a invadir el país vecino. Indagar en las raíces de un conflicto requiere tiempo, recursos y espacios para explicar la magnitud de la situación y orígenes. La inmediatez de las noticias tiende a postergar la investigación en profundidad. Las exigencias de los medios impone un nivel de producción que va en detrimento de la información de calidad.
Por otra parte, tal como explica Javier Espinosa, llegar a un conflicto armado impresiona. “La situación es abrumadora: la intensidad, la adrenalina, el sufrimiento de las víctimas. Eso puede llevar al periodista a contar las impresiones y olvidarse de ahondar en los orígenes del conflicto. Hay muy buenas crónicas de color que relatan con detalles el combate o los aspectos más humanos del conflicto, pero no explican cómo hemos llegado hasta allí. Es importante introducir el background del conflicto y para eso es imprescindible conocer la historia de la región que vas a cubrir”, reflexiona Espinosa. Poco a poco hemos sido conscientes que la guerra en Ucrania tiene sus antecedentes en la anexión de Crimea por Rusia en el año 2014. Sin embargo, sería reduccionista determinar un punto de partida. Los conflictos armados son la consecuencia de múltiples factores y motivaciones.
La plataforma a través de la cual se va a difundir la información tiene un papel fundamental. En una crónica de mil palabras resulta difícil explicar la situación actual en el Donbás y sus orígenes. Sin embargo, en un reportaje fotográfico o un documental se puede llegar a otro nivel de profundidad mostrando al espectador una visión panorámica del conflicto, de los intereses y de las personas que lo sufren. Asimismo, los libros ofrecen una posibilidad de narrar la guerra de otra manera. El tiempo es un factor crucial. El periodista se desplaza, se familiariza con el territorio, con las circunstancias, con la historia y con los diferentes grupos involucrados en el conflicto y con las víctimas. El lector o espectador también necesita tiempo para conocer y entender. La realidad está llena de matices. “Ojalá mi capacidad de escritura y de comprensión esté a la altura de lo que me transmitieron cuando estuve con ellos escuchando sus historias”, dice Juan Miguel Álvarez. En este anhelo del periodista colombiano enseña en afán de explicar a los lectores los sufrimientos de los que ha sido testigo. Sin embargo, asume que aquello de lo que fue testigo pasará por el filtro de su comprensión y de su capacidad de transmitir. El lector o espectador también invierte su preciado tiempo. Comprender e interpretar insume esfuerzo y dedicación. En la sociedad actual de la información, donde cada persona puede ser un ‘editor’ y publicar contenidos, los ciudadanos deben discernir constantemente cuál es la información que le importa. El periodista honesto asume su compromiso de transparencia a la hora de cumplir los estándares de verificabilidad y de interés público que impone el oficio. No actuar con independencia, sino movido por unos intereses particulares o corporativos, implica romper el pacto de confianza con el lector y espectador, quien después de la inversion de tiempo que dedicado a informarse siente que se lo ha defraudado.
Contar la guerra a través de libros y documentales es la alternativa que encontró Mayte Carrasco para explicar los conflictos armados en profundidad. A través de la serie documental Afganistán, la tierra herida, dirigida conjuntamente con Marcel Mettelsienfen, decide dar voz a los afganos para explicar su propia historia. La serie abarca los últimos cuarenta años del país oriental en cuatro capítulos de 52 minutos. La periodista destaca que el documental le permite contar las historias en 360 grados; darle la voz al pueblo implica escuchar los diferentes bandos implicados en el conflicto, no solo las víctimas, sino también los verdugos y los guerreros. Además, el 50% de los testimonios son mujeres, lo cual aporta una perspectiva que no es la habitual. El formato permite otros tiempos de reflexión, una mayor escucha, conocer a las personas, entender los procesos y asimilarlos progresivamente.
Relatos en plural
En un reportaje se debe narrar lo que está ocurriendo hoy y eso dificulta la perspectiva histórica que ayudará a contextualizar y comprender la situación. En la crónica “Memorias de Siria de una refugiada de 113 años”, Natalia Sancha apela al relato de una mujer que narra su visión de los últimos 50 años en su país. Esta fue la forma de hacer un recorrido histórico explicado desde el punto de vista de una simple agricultora que narra lo más importante que ha sucedido desde su punto de vista. Aunque el tema de las causas es el más difícil de documentar es el más importante. Muchas veces se explican las desigualdades poniendo el rostro de las víctimas, lo cual es fundamental para entender el impacto que tiene en las personas un conflicto armado, pero también para poder llegar a los responsables.
Mientras que los que estén en el poder intenten controlar la oficialidad del relato, los periodistas en zonas de conflicto deben ofrecer la posibilidad de interpretar los hechos desde diferentes perspectivas. “El relato tiene que dejar de ser un relato único”, comenta Mayte Carrasco. “Tiene que haber múltiples voces que cuenten lo que está pasando. El relato de las guerras que vienen tiene que ser múltiple, sin censura, internacional y de libre acceso en todas las lenguas.”
El periodismo es un elemento básico para documentar la historia de los conflictos y sobre todo la historia de las víctimas civiles que no han tenido la oportunidad de elegir si quieren o no participar de la guerra. La presencia de los periodistas en el terreno limita la acción de los responsables de la guerra. La información es crear opinión pública y, por tanto, tiene una cierta capacidad de ponerle un límite al salvajismo y la impunidad, para salvaguardar las víctimas.
En la comunidad de la lectura de este artículo, el lector habrá comprendido algunas claves para entender las dificultades del quehacer periodístico en la cobertura de conflictos. La guerra sucede en un escenario complejo cuyas motivaciones difícilmente se asuman abiertamente. La guerra es muerte, destrucción y lucha de poderes. Estas son solo palabras que se leen rápido. Aquella mujer de un recóndito lugar de la selva colombiana, a quien le recularon el hijo a la fuerza para llevárselo a pelear en la guerra, no encuentra las palabras para explicar su sufrimiento. La información será capaz de crear opinión pública cuando logre conmover y sacar al lector de la indiferencia.
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Santiago Gorgas
Periodista, escritor y crítico literario. Colabora en diversos medios escritos donde publica reportajes en profundidad vinculados al ámbito social y la cultura. La escritura y la literatura son el medio del que se ha servido para retratar la realidad y sus matices. En la actualidad escribe en El Ciervo, tinta Libre, Revista de Letras, Núvol y Foc Nou.
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