Festivales, difusión e investigación del Cine Documental
Mientras la producción de contenidos audiovisuales crece exponencialmente, analizamos diferentes aspectos del documentalismo a través de las voces de profesionales destacados: Gustavo Caro, Álvaro Simón Padrós, Exequiel Svetliza y el director del PampaDocFest, Migue Roth. Historia, producción y militancia se discuten desde distintos ámbitos laborales para dar cuenta sobre un género que fue creciendo durante los últimos años y que es reconocido como un medio privilegiado para construir sentido crítico y reflexivo sobre el mundo.
Por María Mines
Se cumplieron 47 años de la desaparición del realizador documental Raymundo Gleyzer, secuestrado durante la última dictadura militar argentina, precisamente en el año 1976. Entre las posibles razones que asocian la trayectoria de este trabajador audiovisual al género documental en los dominios del lenguaje cinematográfico se encuentran que dirigió una cuantiosa cantidad de films etnográficos —en los que denunció diversas injusticias sociales—, que creó el grupo Cine de la Base y que fue considerado como una de las voces más comprometidas de Latinoamérica por su desempeño durante los años setenta; Gleyzer fue un auténtico militante del documentalismo en uno de los contextos más arriesgados y conflictivos de la historia política argentina.
Más de medio siglo separa el legado de Gleyzer de un escenario de producción y consumo democratizado por el acceso a las representaciones audiovisuales y que no sólo es habitado por productorxs cinematográficxs, sino, también, por millones de tiktokers, youtubers, instagramers y una inestimable cantidad de usuarixs digitales, cuyo principal lenguaje para producir contenido se constituye a partir del dispositivo audiovisual digital. Estos nuevos canales y formatos ahora conviven y compiten con los anteriores —especialmente después de una fuerte caída en taquilla mundial durante la pandemia del COVID-19, que multiplicó dramáticamente el consumo y las recaudaciones de plataformas de streaming—, transformando, a su vez, el papel de lxs espectadorxs, quienes abandonaron el rol pasivo de receptorxs de mensajes, para devenir también en emisorxs y creadorxs de tendencias.
Según estadísticas propias de YouTube, en diciembre de 2022 se publicaron un promedio de 300 horas de video por minuto en tanto se vieron más de 5.000.000.000.000 (sí, cinco billones) de videos por día. Al respecto, es decir, en los terruños de lxs creadorxs de contenido ¿es posible establecer un vínculo con el término documental? Tal vez sí, pero de un modo ambiguo y digno de acaloradas discusiones, como sucede con la búsqueda de criterios para sistematizar o clasificar ‘formas de producir’, incluso en los ámbitos científicos. No obstante, en los confines de la industria cinematográfica probablemente existan tantas taxonomías y estilos alrededor del documentalismo como películas documentales se produzcan. Pese a ello, sí hay una característica que podríamos contemplar como una suerte de constante unificadora; el documental es aquello que no se concibe como ficción. Esta premisa (claramente discutible) proviene de un imaginario espectatorial que asocia lo documental a la realidad circundante.
Intento de introducción a un documentalismo situado
En los últimos años fue notable la proliferación de proyectos tanto de creación como de promoción de cine documental en decenas de países. No sólo emergieron festivales dedicados exclusivamente al cine documental, sino que también aumentó su presencia en la programación de festivales independientes y experimentales. En efecto, en nuestro país este año se llevó a cabo la segunda edición del Festival Internacional de Cine Documental PampaDocFest, en Colonia Santa Teresa, provincia de La Pampa, y próximamente se desarrollará la tercera edición del Festival Internacional y Latinoamericano de Cine Documental DOCA, que tendrá lugar en Ciudad de Buenos Aires, Catamarca y Tucumán desde el 29 de Junio hasta el 5 de Julio.
Festivales, difusión e investigación
Si bien la mayoría de los festivales, concursos y espacios de exhibición de cine y proyectos audiovisuales cuentan con una sección o un espacio destinado al género documental son menos frecuentes —e incluso más recientes— los proyectos destinados específicamente al documentalismo. En efecto, uno de los festivales de cine documental más reconocidos a nivel mundial es el Festival Internacional de Cine Documental de Amsterdam (IDFA), cuya primera edición tuvo lugar en el año 1988.
También se destacan eventos como el Festival Internacional de Cine Documental de Leipzig en Alemania, el Sheffield Doc/Fest (Reino Unido), el Hot Docs (Canadá), el CPH:DOX (Dinamarca) y, entre otros, el Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires (FIDBA) en nuestro país. Ciertamente, el FIDBA es el primer Festival Internacional dedicado al cine documental en Argentina. Al respecto, es sabido que este tipo de festivales atraen a trabajadorxs de la industria cinematográfica de todo el mundo; cuentan con una poderosa infraestructura que ofrece una amplia selección de películas documentales de diversos géneros, estilos y temáticas; proyecciones de películas; foros; conferencias; talleres y programas de formación tanto para fomentar el desarrollo como la colaboración en el ámbito del cine documental.
Hasta ahora, cierto es que los festivales y eventos mencionados proponen entre sus objetivos la difusión del cine documental como forma de arte y herramienta de cambio social, no obstante, si sólo nos detenemos a observar las ciudades en las que se desarrollan los festivales mencionados en los párrafos anteriores veremos que se tratan, en todos los casos, de grandes ciudades. Entonces, ¿qué magnitudes puede alcanzar esa difusión por fuera de ellas? Si nos remitimos a nuestro escenario nacional, fuera de Ciudad de Buenos Aires, ¿quiénes consumen cine documental en festivales?
Como ya se mencionó al principio de este texto, este año tuvo lugar la segunda edición del Festival Internacional de Cine Documental PampaDocFest, en la localidad de Colonia Santa Teresa, a 200 km de la ciudad de Santa Rosa, provincia de La Pampa. Se trata de un evento gestionado por los cinco integrantes del proyecto Angular, entre ellos el comunicador especialista en crisis humanitarias Migue Roth: “El Festival tiene el propósito —entre otros— de cambiar la lógica tradicional de este tipo eventos, que siempre se llevan a cabo en las ciudades capitales. No sólo creemos que es posible, sino que también es necesario descentralizar la escena cultural; trasladarla o directamente gestarla en comunidades más pequeñas, como la nuestra, en Colonia Santa Teresa, un pueblito de poco más de 500 personas; la federalización sólo será nominal si continuamos repitiendo el formato macroencefálico nacional en las provincias”, señaló.
¿Qué magnitudes puede alcanzar esa difusión por fuera de ellas? Si nos remitimos a nuestro escenario nacional, fuera de Ciudad de Buenos Aires, ¿quiénes consumen cine documental en festivales?
No sólo creemos que es posible, sino que también es necesario descentralizar la escena cultural; trasladarla o directamente gestarla en comunidades más pequeñas, como la nuestra, en Colonia Santa Teresa, un pueblito de poco más de 500 personas; la federalización sólo será nominal si continuamos repitiendo el formato macroencefálico nacional en las provincias.
En efecto, Roth destacó que el PampaDocFest demostró, como pocos, que un gran evento —incluso de características internacionales— también se puede concretar en un lugar pequeño. “Recién es nuestra segunda edición, pero trabajamos con la meta de la consolidación del Festival. Dimos un paso importante; de algo más de 300 documentales inscriptos en la primera edición, saltamos a más de 550 de 42 países en esta nueva convocatoria. La Secretaría de Cultura de la Provincia ya asume como suyo el evento, que fue declarado De Interés Legislativo, y De Interés Cultural; contamos con la categorización y apoyo del INCAA cuyos directivxs y representantes nos acompañaron. Hubo más talleres, más presentaciones y más participantes”, agregó.
De Tucumán al II PampaDocFest
La última edición del Festival, que se desarrolló del 23 al 25 de febrero pasado, contó con tres talleres presenciales, de los cuales dos de ellos fueron dictados por los tucumanxs Gustavo Caro, Álvaro Simón Padrós y Exequiel Svetliza. “En una primera instancia pensamos en ellos, porque quienes coordinamos la organización del PampaDocFest realizamos actividades periodísticas previas con Exequiel Svetliza; él es colaborador regular de Angular y un gran amigo de la casa. A través suyo conocimos los trabajos de Álvaro, quien nos parece referencial en su realización audiovisual y sus aportes, así como los de Gustavo Caro”, indicó Roth.
Simón Padrós y Svetliza brindaron un taller intensivo llamado “Historias locales en la gran pantalla“, en el cual compartieron su experiencia en la producción de los microdocumentales que realizan en el marco del diario El Tucumano. Al consultarle sobre la experiencia, Exequiel (más conocido como El Pollo Svetliza), reflexionó; “creo que los microdocumentales que se producen en El Tucumano cumplen con la ambición periodística y estética de contar una historia de la mejor manera posible en los tiempos y con los recursos con los que cuenta un medio de comunicación como el que habitamos, que no es muy grande, pero sí muy generoso en cuanto a libertades creativas. Además, tiene la particularidad de que es un medio de provincia. No suelen verse producciones así en los medios tradicionales, seguramente por cientos de razones, pero creo que la principal es la escasez o ausencia absoluta de esa ambición periodística y estética. A nosotrxs en el diario nos interesa y nos encanta contar cada vez mejor en distintos formatos, y el audiovisual es uno de ellos. De hecho, creo que los microdocumentales se han vuelto una marca distintiva del medio desde sus comienzos. Creemos que se trata de un modelo de producción replicable por otros medios y por colegas de otras partes y ese fue el espíritu del taller, compartir ese gusto por las historias bien contadas y nuestra forma de laburo. Creo que lo mejor que tienen los espacios como el PampaDocFest es el intercambio entre gente que está en la misma”.
Por su lado, Álvaro Simón Padrós agregó; “el taller que dimos con Exequiel fue una buena oportunidad para trasladar algo de la tucumanidad a otras latitudes y para mostrar el trabajo que hacemos en el diario. En general, hubo un intercambio de experiencias audiovisuales entre talleristas y participantes muy bueno, puesto que la mayoría tenía un proyecto documental en proceso. Creo que a todxs nos sirvió de estímulo para contar más y mejores historias”.
En cuanto a la participación de Gustavo Caro, ésta se desarrolló en el marco de un workshop de experiencias actuales de desarrollo de largometrajes documentales llamado “Tiempo compartido”. El mismo lo coordinó junto a Silvana Staudinger y Ana Fresco; “antes de ver los proyectos de lxs talleristas abrí el espacio con una clase en torno al género documental. Fue una experiencia muy buena, especialmente porque se trata de un tipo de intercambio que en lo personal disfruto mucho; es muy enriquecedor compartir experiencias de laburo con otrxs colegas y discutir aspectos de la práctica documental”, describió el docente.
* Este artículo es una selección de contenido publicado originalmente en La Nota bajo el título «Desde aquí: poéticas del documentalismo tucumano en la época de la representación audiovisual».
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María Mines
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