Cañaverales en silencio
El nombre lo dice todo. En su tiempo abastecía gran parte de la región con productos agrícolas. Uno era la caña; otros, tomates, yuca, maíz, algodón. El algodón de Cañaverales era el mejor de Colombia, cuentan sus habitantes con orgullo. El lugar también es conocido por sus músicos, compositores, y poetas, ahora en silencio.
Texto: Lise Josefsen Hermann / La Guajira | Fotos: Nicolò Filippo Rosso
Los miembros de una familia indígena caminan a través de las huellas de las excavadoras que destruyeron sus hogares, en la tierra en la que vivían. * Foto: Nicolò Filippo Rosso
Hoy en día viven unas dos mil personas en la comunidad. Pero llegó también el momento para ellos de tener los ojos puestos bajo la tierra, sino en las reservas de carbón. Hace unos diez años empezaron los estudios del subsuelo en la zona: “Eso marcó un antes y un después para Cañaverales. La compañía Best Coal Company (BCC), empezaba su fase exploratoria, pero en la comunidad nunca supimos qué estaban haciendo, nunca supimos el resultado. Existe hasta ahora un desconocimiento total de qué están haciendo, qué quieren o qué va a hacer esta empresa,” cuenta Geania Gómez Moscote (45), quien forma parte del consejo comunitario ancestral “Los Negros de Cañaverales”.
Son cinco personas que nos reciben este día. Vamos caminando hacia el arroyo, que me quieren mostrar con orgullo.
“¿Sientes la conexión con el territorio?”, quiere saber Hugues Martínez Gómez (50 años), poeta y compositor. Pero Hugues anda frustrado; las actividades de la empresa minera intervienen en la conexión espiritual con la naturaleza, y “el artista no puede crear”, dice.
Y sí. Sí se siente. Como un poema en forma de bosque. Cañaverales también es conocido por sus músicos, compositores, y poetas, así como Hugues.
Los miembros del Consejo Comunitario Ancestral están muy conscientes de la historia de la minería de carbón en otras partes del departamento de la Guajira. Tienen miedo de la repetición de las consecuencias ambientales, sociales y humanas.
Temen el destino de su arroyo, por ejemplo:
“Tenemos miedo de que contaminen el agua aquí, como pasó con el Arroyo Bruno”, dice Geania Gómez Moscote, refiriéndose a uno de los arroyos afectados por la mina de carbón Cerrejon. “Y ahora quieren hacer consulta previa, pero no tenemos información. Un proyecto minero así sería algo que afecta al futuro de los niños”, dice Geania, indignada.
También está preocupada por los conflictos que ha generado la llegada del proyecto minero en la comunidad:
“Muchas personas ya no quieren la tierra para agricultura, sino que todo está pendiente de la minería. Ahora existe una división en la comunidad por la presencia de la empresa; algunos quieren la minería, por la proyección del desarrollo”, cuenta Geania.
Otros están preocupados por los cambios que eso generaría en Cañaverales.
Entre el verde del bosque de Cañaverales, también el poeta Hugues se acuerda con nostalgia -como nos pasa a muchos- de cómo las cosas antes eran mejores.
Un pozo de carbón en Cerrejón, una de las minas de carbón a cielo abierto más grandes del mundo. Los wayuu y sus defensores dicen que la mina consume las ya escasas fuentes de agua y ha empeorado mucho la vida en la región. * Foto: Nicolò Filippo Rosso
Primero lo vimos como una novedad. No teníamos idea de que era algo que nos iba a lastimar. {…} Es un abandono estatal total. Ahora eso ha creado un fraccionamiento por la empresa, unos quieren la minería, por la proyección de la empresa. Lo llaman desarrollo, pero nunca llegan oportunidades laborales. Con otras minas en la región hemos visto desplazamiento forzado por grupos armados. El Estado se hace el sordo y ciego, es cómplice.
“Teníamos una vida en paz. Una tierra productiva, próspera. Antes el lugar era conocido como agropecuario: cultivábamos tomate, yuca, maíz y algodón. Cañaverales abastecía a muchos lugares como Barrancas, Hatonuevo, Valledupar, Maicao. Era prácticamente la despensa agrícola del Sur de la Guajira. De acá venían tomates para todo el país, para Medellín, Cali. El algodón recibió el premio del mejor algodón de Colombia. Antes sembrábamos bien. Antes se casaban iguanas y conejos, ahora ya no se puede. Antes no había crisis de alimentación. No éramos ricos en dinero sino en armonía, alimentos, paz y tranquilidad. Cañaverales también es tierra de poetas y compositores, músicos; una fortaleza del pueblo.” Es con orgullo en la voz, que el poeta se deja llevar por Memory Lane.
Luego la llegada de la minera: “Primero lo vimos como una novedad. No teníamos idea de que era algo que nos iba a lastimar. Ahora muchos quieren la minería, lo ven como una mejor economía y trabajo. Muchas personas ya no quieren dar la tierra para agricultura, todos son dependientes de la minería. Es un abandono estatal total. Ahora eso ha creado un fraccionamiento por la empresa, unos quieren la minería, por la proyección de la empresa. Lo llaman desarrollo, pero nunca llegan oportunidades laborales. Con otras minas en la región hemos visto desplazamiento forzado por grupos armados. El Estado se hace el sordo y ciego, es cómplice.”
Hugues tiene muchas preocupaciones sobre qué podría conllevar un proyecto minero a cielo abierto en su comunidad. Siempre la referencia es Cerrejón, una de las minas de carbón a cielo abierto más grandes del mundo, ubicada en la misma Guajira a unos 55 kilómetros de la zona.
“Cerrejón ha destruido fuentes de agua y bosques tropicales, es algo irreparable. ¡Perder el agua sería perder el territorio! Se acabará con nuestras vidas”, declara el poeta de Cañaverales y trata de explicar esta conexión tan especial que siente con su tierra.
“La vida, el uso del agua, es sentimental, es uso y costumbres, algo ancestral. Nos comunicamos espiritualmente con el territorio. Soy compositor. Si no me conecto, no hago un verso. ¡En otras partes que no sea aquí, no puedo hacer nada! ¡Esto para nosotros es todo!”, dice mostrando con las manos los árboles y el agua a nuestro alrededor.
Geania reconoce lo que explica el poeta: “Estamos muy conectados con el territorio, es un paraíso, es lo máximo”. Ella también está preocupada por la posible afectación del recurso vital.
“El agua es esencial, ¿por qué no defenderla? Si uno va a otros pueblos no siempre hay agua, pero aquí sí. Por supuesto, decimos NO a la minería de cielo abierto. Del manantial parte todo, todo depende de ahí”, dice la señora Cañaveraliega.
En 2018, la población fue reconocida como afrodescendiente, con derechos especiales, por ejemplo, el derecho a ser consultados. Pero a causa de la pandemia aún no se ha podido hacer la consulta previa.
Una mujer empuja un carrito que utiliza para transportar baldes que llena con agua. La municipalidad local realiza recargas una vez a la semana. * Foto: Nicolò Filippo Rosso
Las multinacionales son sinónimos de destrucción, no tienen ningún impacto bueno, ni ayuda. No hay hospitales, vías, no hay inversión en educación. Cerrejón tiene 12.000 empleados, pero no compensa todo el daño ambiental que ha hecho.
El Consejo Comunitario Ancestral está preocupado por el tema de la consulta previa:
“No hay garantías necesarias, falta información. La consulta está a la espera porque no se ha podido reunir a mucha gente. También estamos a la espera de acceso a la información. La empresa nos ha negado entregar información sobre el proyecto. Dice que solo nos la van a dar si hacemos Consulta Previa. Pero nuestro objetivo es estar informados. No queremos el proyecto minero, aunque hay mucha expectativa en el departamento. Pero no. Debemos plantear otras actividades: caña de azúcar, tomates. Solo a pocos kilómetros de acá hemos visto todo lo que puede pasar de mal por este camino, hemos visto a los esclavos del extractivismo. Hay que actuar antes de que sucedan los hechos”, dice Geania.
Ella también cuenta cómo el Consejo Comunitario hizo una encuesta a la población para entender su opinión frente al proyecto minero. Según ella, un 94 por ciento dijo NO a la minería y un 5 % SI. El resto no conocía o no sabía qué opinar.
También el presidente del comité, Oscar Gómez Ariza (51) comparte la voz crítica del compañero:
“Es el mismo manual de empresas en todo el mundo. Muerte de muchos niños, tenemos el “progreso” acá cerca, Cerrejón y el Estado, el único ejemplo que hay en la Guajira. El Estado solo pensó en la minería. No hay energía ni luz. Lo que más tenemos es carbón. Pero no nos beneficia, solo genera pobreza. El agua es una de las crisis más fuertes en la Guajira. A nosotros en Cañaverales nunca nos ha faltado agua, pero el proyecto minero puede dañar nuestra agua”, dice Oscar, preocupado.
Un perro camina a lo largo de un estanque que la comunidad usa para recolectar agua durante la temporada de lluvias. * Foto: Nicolò Filippo Rosso
Sus palabras caen al mismo tiempo que un aguacero, como si el agua misma estuviera de su lado. Habla sobre la empresa, Best Coal Company SAS, BCC, que es empresa filial de la multinacional turca Yildirim Holdings:
“Es Turquía quien quiere tener stock de carbón. Tiene miedo de que Cerrejón vaya a cerrar pronto. Nosotros somos la reserva de carbón. Eso el gobierno lo sabe. El carbón acá es muy superficial. Es más barato para Turquía comprar de BCC que de Cerrejón.
Ifener Menoca Buelvas (40), del mismo comité, es bien crítico hacia el proyecto minero que, según ellos, estaría solamente a unos 780 kilómetros del lugar donde nos encontramos, del arroyo entre el bosque.
“Las multinacionales son sinónimos de destrucción, no tienen ningún impacto bueno, ni ayuda. No hay hospitales, vías, no hay inversión en educación. Cerrejón tiene 12.000 empleados, pero no compensa todo el daño ambiental que ha hecho. No nos conviene destruir este arroyo por unos pocos puestos de trabajo. Mira nuestro bosque seco tropical. Si entra la minería destruye el agua. Tendríamos que abandonar la tierra. Sólo estaría a unos pocos metros de acá la extracción de la minera. ¡A lado! El agua del manantial se destruiría, el agua que usamos para regar.”
¿Le preocupa al poeta el futuro que habrá después de la minería?
“Hay que informar a la comunidad sobre qué está pasando. Muchas veces valoramos cuando se pierde algo. Debemos prevenir, por ejemplo, los problemas socioeconómicos, pasivos sociales. Cuando termina la mina ¿luego qué? Todo el mundo quiere ser minero, piensan que es el desarrollo. Pero hemos visitado otros lugares, lo hemos visto con Cerrejón, no dura para siempre. Más bien debemos desarrollar otras actividades. La tierra tiene muchas oportunidades”, dice Hugues Martínez Gómez.
El aguacero se convierte en una tormenta dramática acompañando las preocupaciones de la población afrodescendiente de Cañaverales. Como un aviso, un augurio de futuros peligros.
Un manifestante lleva un ataúd de papel del tamaño de un niño en la Plaza de Bolívar en Bogotá para protestar por las muertes evitables de los niños Wayuu. * Foto: Nicolò Filippo Rosso
* Este proyecto fue apoyado por una beca de CLEW – Clean Energy Network.
Lise Josefsen Hermann
Periodista | Corresponsal
Lise lleva más de 10 años como freelance, insistiendo —sobre todo al público del norte de Europa— sobre las condiciones humanas en Latinoamérica y la huella que dejamos en el mundo. Reporta para varios medios de Dinamarca y Noruega, así como internacionales (NYT, DW, BBC, El País) y oenegés (Amnistía Internacional y Oxfam). Es Pulitzer Grantee y ha recibido apoyo de National Geographic, Clean Energy Network (CLEW), Fundación Gabo & Open Society Foundation. Se enfoca en temas ambientales, DDHH, migración y pueblos indígenas.
Nicoló Filippo Rosso
Fotógrafo documental
Se licenció en Literatura por la Universidad de Turín en Italia. Trabaja en proyectos personales relacionados con las migraciones en las Américas, el impacto de los combustibles fósiles en el cambio climático y la lucha por la supervivencia de las comunidades indígenas abandonadas.
Su trabajo ha recibido importantes premios como World Press Photo, Getty Images Editorial Grant, W. Eugene Smith Fund, International Photography Award, World Report Award, y fueron publicados por los principales medios estadounidenses y europeos. Además de su trabajo personal y editorial para revistas, periódicos y ONG, frecuentemente da conferencias sobre fotografía y periodismo. (Foto de autor: @DaniaMaxwell)
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