A contracorriente: la vida de pescadores artesanales

Ser pescador artesanal en Ecuador es sufrido. Es ‘según la suerte’. Y los peces están cada vez más lejos. Además, extorsiones y ataques de piratas son parte del día a día y repercuten en lo que se pueda llevar a casa para el sustento. El narcotráfico se presenta como una alternativa más rentable.

Si no hay suerte de capturar las especies comerciales, quizás se atrape a tiburones. Para conocer más de cerca la realidad de las pesquerías fuimos al mar y a las orillas de la parte central de la costa ecuatoriana.

Texto: Lise Josefsen Hermann  | Fotos: Andrés Yépez

Mientras Narciso y Javier sacan el trasmallo del mar algunos pescadores se acercan para ver si su pesca fue buena, y ellos también lanzar sus redes por la misma zona. Actualmente los peces cada vez son más escasos en la zona de pesca artesanal. / * Foto: Andrés Yepez

Está lloviznando y hace frío.

Son las 5. a. m. y salimos del primer puerto pesquero del Ecuador, en Manta. Junior Ramiro Pérez, 28, mueve su embarcación en el agua con familiaridad entre las otras pequeñas lanchas. Adentro de la suya prepara la carnada; 350 pedazos de pez botella, ahí bajo la suave lluvia, en la madrugada, como si nada.

En lo que se asoma la luz del día vamos alejándonos del puerto, acercándonos al destino para lanzar los anzuelos. Rápidamente nos encontramos a una profundidad de 40-50 metros. El azul es intenso, las olas se mezclan con un silencio que solo nos regala el mar.
“Uno tiene respeto al mar. Es que el mar a veces se pone bien resacudo, olas altas, viento fuerte. Pero siempre hemos trabajado aquí, no nos ha pasado nada”, dice Junior, quien empezó a pescar a los 12 años, en compañía de su papá. En la actualidad, sale a realizar la faena, de lunes a sábado, en la madrugada.

“Qué le puedo decir. Me gusta la pesca. A parte de trabajar, me gusta. Y luego la suerte. La pesca se trata de tener suerte”, explica Junior.

Junior Ramírez (28) prepara la carnada -pedazos de pez botella- a tempranas horas, en el puerto pesquero de la ciudad de Manta. Se desempeña como cuidador de embarcaciones más grandes. Duerme en ellas y luego sale de faena en la suya. / * Foto: Andrés Yépez

Habla de la veda de Ecuador, que prohíbe la pesca de ciertas especies durante unos meses para ayudar a que las poblaciones se recuperen a niveles más sostenibles.
“Las vedas son, por ejemplo, cuando al dorado (Coryphaena hippurus) del 1 de julio hasta el 7 de octubre, no se le puede llevar a tierra. En ese lapso el dorado está en reproducción y no te dejan capturarlo; es una especie que la cuidan con las leyes. Está bien la veda. Si no hicieran eso, tal vez ya no habría tanto pescado, no hubiera en abundancia…”.

El Acuerdo Ministerial 070 establece un porcentaje de permisividad de captura incidental durante la veda. Para los pescadores artesanales es del 8% del volumen en peso del desembarque. En decir, ellos sí pueden desembarcar dorado, en cierto porcentaje (mientras se dirigen a otras especies), durante la veda.
“Me parece bien la veda, porque en ese tiempo los peces se aparean y ya hay escasez de varias especies aquí en Ecuador. El pez martillo ya se ve poco. Pero al mismo tiempo la veda nos perjudica (económicamente) como pescadores y por eso, el Gobierno debería ayudarnos”, reclama Carlos, otro pescador de Manabí.

 

La mayoría de los pescadores artesanales en la costa ecuatoriana trabaja con redes y trasmallos. Ellos generalmente confeccionan sus propias redes y periódicamente deben reparar las redes de nailon. / * Foto: Andrés Yépez

Aletas de tiburón declaradas como pesca incidental en el puerto de San Mateo. El decreto 486 que permitió la comercialización de pesca declarada como incidental ha llevado al Ecuador a la sexta posición a nivel mundial de exportación de este producto. / * Foto: Andrés Yépez

Él sugiere que podría haber un precio fijo de pescado, para tener un sueldo asegurado, como una manera de ayudar al sector pesquero. Por ahora, los precios suben y bajan según la disponibilidad del pescado, al igual que el salario de los pescadores. Sin embargo, aunque los pescadores conscientes como Junior respetan la veda, también se ven en un dilema cuando durante ese tiempo en que no es permitido capturar a los dorados, alguno de estos peces grandes con un color azul brillante cae en sus redes o anzuelo:“Este pescado, quizás de 15-20 libras te favorece si lo puedes vender entre 20 o 30 dólares. Mayormente la gente que trabaja, no los suelta. Si se enganchan – chuta, a veces sí los llevamos. No en cantidad. A veces para el propio consumo de uno.

Todos los pescadores hacen eso. Es una tentación, para cubrir los gastos”.

Las embarcaciones pequeñas, como la del Junior, están hechas de fibra de vidrio y usan motor de 15 caballos de fuerza. Generalmente no les controlan lo que traen de la faena, cuenta.
“A veces andas pescando, no coges nada. No tenemos sueldo, si no haces nada, no ganas nada”.

Las aves marinas están atentas a los esqueletos de los peces que Junior lanza al agua mientras está de regreso al puerto de Manta. Él aprovecha el camino de regreso para preparar los peces botella que le sirven de carnada. La pesca del día le permitió armar una sarta que la puede vender en 20 dólares aproximadamente. / * Foto: Andrés Yépez

No se sabe a ciencia cierta el tamaño de la flota artesanal en Ecuador. Según el registro Nacional del Ministerio de Producción, Comercio Exterior, Inversiones y Pesca, la flota artesanal en Ecuador tiene 11.323 embarcaciones. Pero, por ejemplo, según un censo realizado por la Federación de Organizaciones Pesqueras y Análogos del Ecuador (FOPAE) contaron 55.000. De todas formas, por el número elevado, la pesca artesanal sin manejo representa un impacto ambiental importante, asegura Pablo Guerrero, Director de Conservación Marino, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) en Ecuador:
“La pesca artesanal no tiene mucho control en Ecuador; son muchísimos -los pescadores- y eso es un problema. Es muy complejo. Representa sectores más pobres y son votos (en referencia a que durante las elecciones representan votos importantes para los candidatos). Por eso la situación es así”, opina Pablo Guerrero.

Seguimos al puerto de Jaramijó, situado apenas a 10 kilómetros de Manta, pero a una distancia mental importante, pues el puerto en Jaramijó parece ser otro mundo. De acuerdo al último censo pesquero, 2016 habitantes de Jaramijó se dedican a la pesca, siendo esta la principal actividad laboral del lugar.
Uno de los pescadores artesanales de Jaramijó que incursionó en la faena a los 15 años decide compartirnos sus preocupaciones y experiencias. A él lo llamaremos Carlos, por su seguridad, no podemos revelar su nombre verdadero.

“La pesca ya no es como antes”, asegura. Lo que él nos cuenta es lo mismo que relatan los demás pescadores en Manabí, con quienes conversamos, y Carlos lo confirma.
“Escasea bastante el pescado. En la actualidad, por la contaminación y todo lo que dicen de daños al medioambiente, ya no entra el pescado como antes entraba, se ha alejado. Aquí en Ecuador que se dice proteger al medioambiente, es pura mentira. Hay harta contaminación por donde quiera. Por eso nos afecta bastantísimo aquí. Yo creo que, por tanta contaminación, el pescado ya busca otro sitio, migra a otros lados; nosotros mismos a veces dañamos todo. Somos los que estamos destruyendo todo”.

Jefferson Mero es egresado de la carrera de Biología Pesquera en una universidad de Manta. Proviene de una familia de pescadores y comenta que él entiende su carrera gracias a su experiencia como pescador. Trabaja como supervisor en una empresa pesquera que prepara el pescado para exportación. / * Foto: Andrés Yépez

Y otra cosa que todo el mundo repite, se trata de leyes que no se cumplen, autoridades que se dejan comprar.
“No hacen cumplir la ley. Sino que usted por debajo manda el dinero, ellos cogen y ya. Si hay un barco que está en un sitio que no está permitido, porque está en un lugar protegido, solo paga y ya. Esta situación ha afectado mucho la pesca”, dice Carlos.
El tema de la corrupción es un secreto a voces, admite Pablo Guerrero de WWF: “Es un problema estructural en nuestro país, no solo en el sector pesquero. Es una triste y lamentable realidad acá”.

Pablo Guerrero reafirma los impactos de malas acciones del pasado: “Hay especies que han desaparecido por la sobrepesca. Especies que no tenían manejo. Y ha aumentado muchísimo la flota pesquera, ahora hay mucha más competencia”.
Otra de las restricciones de la pesca es no pescar de la milla 0 a la 1,porque esa zona es como el semillero del mar. Desde milla 1 a la 8 solo pueden trabajar los pescadores artesanales; no se pueden meter los barcos industriales. Pero muchos no respetan las prohibiciones.

Cada lancha cuenta con una luz que les permite ser distinguidos por el resto de embarcaciones y así evitar colisiones. Debido a la piratería, los pescadores artesanales se ven obligados a prescindir de esta luz. Cuando están de regreso apagan sus luces para evitar posibles ataques piratas a pesar de correr el riesgo de chocar entre sí. / * Foto: Andrés Yépez

De vuelta a casa después de la faena. Hay veces en que los pescadores vuelven a tierra con una pesca muy pobre o simplemente sin nada de pesca, que lo invertido en la salida resulta pérdida económica que no la recuperan. Narciso y Javier Baque cuentan que ahora salen a pescar con mucha incertidumbre. / * Foto: Andrés Yépez

Luego está el tema del narcotráfico, otra realidad en la costa ecuatoriana y en el ámbito pesquero. Generalmente lo que los pescadores llevan son cocaína y contrabando de productos.“Sobre todo en Manabí afecta el narcotráfico, porque la pesca no da el suficiente dinero para salir adelante con las deudas. Por la contaminación, ya no hay el pescado que había antes. Ya no. A la gente no le queda más que meterse a llevar cosas ilícitas, porque la pesca ya no da para cubrir sus gastos ni pagar sus deudas”, cuenta Carlos.

“Somos pescadores humildes. Hay hartos compañeros por la crisis y todo, a quienes les ha tocado hacer cosas no debidas, narcotráfico, cosas malas. Si hubiera una ayuda para el pescador, sí podría acabar esto. Ya la gente pudiera vivir normal, para ya no cometer ilícitos en el mar. Ya mismo vamos a estar como Venezuela, Colombia, porque no mandan las autoridades. Estamos viviendo en un país donde dicen: tienes tu barco, tienes que llevarme esto. ¡Y si no llevas, me voy a desquitar con tu familia! Muchos somos obligados a hacer estas cosas. Yo tengo muchos compañeros que están presos, con condenas por 15-13 años, porque sin saber ni querer, se han metido en problemas. Todo el mundo estamos viviendo esto. Todo el sector pesquero – fuera diferente – si tuvieras cómo salir adelante, no te meterías con nadie ni llevarías cosas que no son. Desde que he sido pescador – no hemos tenido apoyo de parte del Gobierno. Vives lo que tú puedes, haces lo que tú quieres, ahí afuera. Ahí en el mar”.

Carlos cuenta que antes pescaba a una distancia de 40 millas de la costa. Ahora está navegando hasta la milla 100.
“Estoy yendo más lejos a pescar porque a las 40 millas ya es por gusto. No saco ni para la inversión que hago. Ya tengo que salir más lejos y estar afuera más días”.

La amenaza de los barcos semi-industriales (izq) en zonas de pesca de los artesanales (der) en la comunidad de Machalilla es otra de las situaciones que los empujan a ir a zonas prohibidas para pescar o pescar animales que están en veda. / * Foto: Andrés Yépez

Y a Carlos le preocupa la situación en Galápagos y cómo eso afecta el resto del recurso en el mar.
“Creo que, si se cumpliera lo que las leyes dicen, si se protegiera varias partes, fuera diferente. En Galápagos, aún en la zona protegida se veía bastante los barcos chinos. Si fuera como en otros países, no se permitiera estos barcos. Los barcos chinos capturaban bastantísimo pescado. Y Ecuador no decía nada, no hacía nada. Debe ser la máxima autoridad, pero permite entrar a barcos de otros países y ya casi no se puede trabajar aquí”.
Todo está conectado y más en los océanos.

Luego, el tema de la extorsión, un tema que, por el semblante del pescador, quemado por el sol, preocupa profundamente.
“También estamos sufriendo de piratería; estamos perdiendo muchos motores, sin mentirle. Los pescadores estamos sufriendo muchas extorsiones por parte de bandas delictivas. Para poder salir a pescar y que los grupos mafiosos no nos roben los motores tenemos que darles un pago mensual. Y aun así se llevan motores. Se llevan como 10-12 motores cada mes. No sabemos quiénes son, nadie da la cara. Por eso muchos pescadores han empezado a vender sus cosas”, cuenta Carlos.

El testimonio de Carlos lo repiten otros pescadores en varios otros puertos en Manabí. El monto es el mismo: 120 dólares mensuales por lancha. Son los dueños de las lanchas a quienes se les está cobrando. Según dicen, se lleva el dinero a Puerto López. También les ha llegado la información de que el aporte subirá pronto a 140. Llevan aproximadamente un año con esta situación. Pero como un motor puede costar 10.000 dólares según el tamaño, prefieren pagar la extorsión mensual.

El día de febrero de 2022 que conversamos con Carlos, llegó a la costa la noticia de un pescador desaparecido en el mar, cerca de Jaramijó. “Es por lo mismo. Por miedo a los piratas no podemos andar con luces. Y pasa seguido que entonces nos chocamos con otras embarcaciones. Es muy preocupante”, admite Carlos.
Y los pescadores están frustrados por la falta de intervención de las autoridades. “¿Dónde está la ley en Ecuador? Aquí no hay ley. Estos casos los estamos viviendo bastante. Hemos buscado a la autoridad, a la marina, pero no ofrecen solución para nada”, dice Carlos.

Para poder conversar con otros pescadores, nos sugieren no revelar que somos de Quito. Y esa sensación amarga, de desprecio a la capital y el Gobierno es constante. Los pescadores artesanales con los que hablamos para esta historia dicen que se sienten ignorados u olvidados.

Carlos (nombre protegido) fue de los pocos pescadores que supo referirse de manera clara y concisa la situación del pescador artesanal ante la piratería y la pesca ilegal. Ninguno de sus 4 hijos sabe pescar. Afirma que acá no hay futuro como pescador artesanal. / * Foto: Andrés Yépez

Jefferson Mero, quien recientemente se graduó como biólogo de la Universidad de Manta, desciende de una familia de pescadores como la gran mayoría de personas de Manta y de Manabí. Trata de poner en palabras esa sensación de falta de confianza al Gobierno central: “La pesca siempre ha sido de bajo régimen; siempre la parte agrícola es lo que sobresale. La pesca nunca va a sobresalir. Solo nos sentimos valorados cuando otros países reportan grandes cantidades del recurso del tiburón, por ejemplo, países como España y Perú reportaron mucha captura de tiburón proveniente del Ecuador, ahí se preocuparon y salió esta nueva reserva de Galápagos y todo eso. Pero mientras que otro país nos dice no vengan, Ecuador no hace nada. Un quiteño nunca va a entender lo que pasa aquí; cómo se vive la pesca. Nunca van a defender nuestros medios de vida”, dice Jefferson Mero.

El Tiburón

Volvemos a Carlos. Él reconoce de frente, como pescador, que la difícil situación económica hace que algunos de ellos no siempre sigan las leyes. Él, con su barco, tiene generalmente permitido por las autoridades pesqueras volver con aproximadamente 100 tiburones o el equivalente a 5 a 10 por ciento de la captura total, aunque en realidad está prohibido capturar el tiburón por el decreto 486. Pero se acepta cierta cantidad, esto es lo llamado pesca incidental; a los pescadores sin que sea intencional, les llegan especies que están en veda.

Desde 2007 empezaron las restricciones acerca de la pesca de diferentes especies de tiburón en Ecuador: se prohíbe su captura por ser especies protegidas. Solo se acepta que lleguen al puerto con tiburones si fue pesca incidental. Pescador que infrinja esta ley puede ser multado con 4 a 10 salarios básicos, equivalente a 1700 a 4250 dólares.

Hay un detalle. Será por costumbre de la costa, pero todos los pescadores, todos, usan muy poco la palabra tiburón. Dicen por ejemplo pez martillo cuando hablan del tiburón martillo (Cornuda Sphyrna Zygaena); y dicen “toyo,” como palabra generalizada. Lo nombran pescado, como algo que se pueda pescar.

Pero no, no siempre la pesca incidental es incidental, explica Carlos:
“A veces estamos ahí afuera y no hay nada. No hay suerte. ¿Qué hacemos? Nosotros como pescadores sabemos dónde anda el toyo.
A veces vamos hasta allá y cogemos 300 o 400 de ellos. Con eso salvamos el viaje. Toyo azul y toyo mico es lo que más se captura. Un barco, si tiene una inversión de 25.000 dólares y ve que no va a cubrir sus gastos, con 100 tiburones, lleva 400. El tiburón nos salva a los pescadores y a los comerciantes también. Sí hay sanciones, pero también se puede pagar a las autoridades y uno se libra de la sanción”.
“La carne del tiburón generalmente se vende hacia el Oriente y la Sierra, pero no vas a encontrar en el mercado carne de tiburón. O rara vez. Lo encontrarás bajo el nombre de: Corvina (cuya pesca es legal). El tiburón no tiene sabor, por eso lo llevan la mayoría para Quito. La carne de tiburón es más económica que la corvina y allá la gente lo prefiere”, dice Carlos.

Salimos al muelle y efectivamente vemos algunos cuerpos de tiburón y al lado sus aletas respectivas. Impresiona la escena. Vemos también a una persona del control pesquero, un biólogo que está a cargo de revisar y registrar lo que trae la embarcación. La persona llega un buen rato después de que las lanchas han empezado a desembarcar.

Los pescadores artesanales como Javier y Narciso son una muestra de los desafíos que tienen los pescadores día a día para evitar caer en prácticas ilegales sea la pesca ilegal, el narcotráfico o la corrupción. / * Foto: Andrés Yépez

Narciso Baque, junto a su hijo Javier Baque, sueltan el trasmallo al mar al iniciar la faena. El arte de pesca del trasmallo es el más popular entre los pescadores artesanales de la comunidad de Machalilla. Durante la faena se tiende de 2 a 3 trasmallos y se espera que con eso sea suficiente para tener una buena pesca. / * Foto: Andrés Yépez

“No queda de otra que coger toyo”

“A veces les digo a mis hijos que tenemos que cuidar los recursos marinos, porque desde que yo comencé, la pesca ya no es igual. Yo en barco comencé; estaba hasta 10 días en el mar, cogíamos picudo, había harto pescado. ¡Qué íbamos a estar cogiendo toyo!, -exclama Carlos-. Ahora permanezco en el mar hasta 30-40 días y a veces ni para ganarme el sueldo básico alcanza la pesca. Ya está difícil. Ya no queda más que coger toyo. Chuta no queda de otra, que hacerlo”, dice con un semblante de desesperación.
“Queda un poco de cargo de conciencia -dice Carlos-. Estamos matando bastantísimas especies… entonces a futuro ¿qué vamos a hacer? Yo les cuento a mis hijos que cuando comencé con mis 15 años, todo era felicidad, porque era todo lindo, capturabas picudo, llegabas a la casa con algo para la familia. En cambio, ahorita no. ¿Tú crees que vuelvan estos tiempos? me decía un compañero. Ya no vuelven….”.

Picudo es un ejemplo de una especie que, según los pescadores, ha disminuido notablemente en los últimos años.
Carlos añade que viene de una familia humilde, donde el papá a los hijos no les daba estudio sino hasta los 10 años y luego los llevaba a pescar. “La única profesión que aprendí fue la pesca. Si esta se termina… -guarda profundo silencio- y añade: la pesca es lo que más me ha gustado. A pesar de que mi familia me ha dicho, ya no sigas. Pero es lo que más me ha gustado. A pesar de que ya me estoy dedicando a la pesca más por la costa. ¿Qué será de aquí en unos cuantos años? Quisiera que hubiera una ayuda para el pescador”, insiste.

Ante la situación, Carlos decidió no enseñarle a pescar a ninguno de sus cuatro hijos. Mientras caminamos por el muelle y reflexionamos sobre la presión fuerte que el narcotráfico está ejerciendo en los pescadores artesanales en toda la costa, Carlos admite que estuvo dos años en la cárcel por narcotráfico. “Me metieron en esto trabajando en la lancha. No hubo cómo decir no. Por eso, no quiero que mis hijos se metan en la pesca. No les he enseñado a pescar siquiera”, comenta.

Es difícil hablar con voces oficiales o autoridades sobre este tema, nos asegura Alejandro Giler, Corresponsal de Manabí de los medios ecuatorianos, Extra y Expreso: “De piratas acá en Manabí ocurren muchos casos. El tema es que nadie quiere hablar porque son amenazados y extorsionados. Pocas veces hay denuncias por robos de motores por la misma razón. Y las autoridades generalmente no hablan del tema”, dice el corresponsal de Manabí.

Contactamos a la Capitanía (que funciona como la policía en el mar) en Manta solicitando una entrevista y datos para este reportaje, pero la respuesta fue: negado. Como referencia, según la Capitanía de la provincia vecina, Esmeraldas, se han reportado 850 motores robados los últimos cinco años, solamente en Esmeraldas. 

Y es una situación muy compleja confirma Jimmy López, presidente en la Federación de Organizaciones Pesqueras y Análogos del Ecuador (FOPAE): “Dan bala por denunciar estas cosas. Si denuncias en la Fiscalía, media hora después te llaman para que saques esta denuncia. Y sí han matado a varios compañeros. Pero tenemos que decirlo, porque si no, va a seguir así”, comenta el presidente pesquero.

López está igual preocupado por el fuerte arraigo del narcotráfico en la costa de Ecuador. Estima que un 40 % de la flota artesanal de Ecuador paga la extorsión mensual a las bandas delictivas. La fuerte presencia del narcotráfico en la región también ha tenido un precio alto para el gremio, reconoce. Según él, hay más de 3000 pescadores artesanales ecuatorianos en cárceles en países extranjeros como EE. UU. Colombia, Costa Rica, Perú y El Salvador. Encarcelados con condenas por narcotráfico relacionado a tráfico de cocaína.

El “pulpero” es una especie de carnada que simula la figura y el movimiento de un pulpo, atrayendo a los peces al arte de pesca. Este dispositivo se lo alterna periódicamente con los anzuelos con pez botella en el espinel. / * Foto: Andrés Yépez

La visita en San Mateo

Al otro lado de Manta visitamos el pueblo pesquero de San Mateo. Al parecer un lugar con más control de las autoridades. O por lo menos eso dicen los pescadores.
Ignacio Valverde Santana, originalmente de Jipijapa, ha trabajado en la pesca por 40 años. Tiene tres hijos que todos han estudiado en la universidad, “gracias a la pesca”, como dice.

“Sí se aplica la ley aquí para los temas del tiburón y otras vedas. Como pescador artesanal estoy de acuerdo con la ley, pero así debería ser para todo, porque si no se cuida la especie, imagínense, para dónde vamos. Pero entonces, seamos consecuentes. Si yo no cuido el recurso, para el futuro de mañana, ¡nuestros hijos! ¡¿Qué podrán pescar?! Hay que ser comprensible en eso”.
Y el tema del tiburón también les afecta a los pescadores artesanales en San Mateo.

“El pescado martillo, si llega a la red, este se libera, no se puede llevar, porque sancionan y nos pueden meter presos. Y yo estoy de acuerdo, porque es una especie de mucho cuidado. Esto viene de un estudio de los científicos, y si ellos lo dicen, es por algo. Aunque un martillo puede representar un valor de entre 70, 80, 100 o150 dólares no nos interesa. ¡A nosotros nos interesa cuidar la especie! Somos conscientes, además, soy temeroso de Dios, y a él no se le puede engañar. Aquí no cogen martillos, porque tendrían problemas- Lo primero, cuando uno llega de afuera, viene la autoridad pesquera a revisar que es lo que uno trae. Están viendo qué especies cogen. Muy poco pasa. La gente aquí no quiere problemas, no quieren ser sancionados”, dice Ignacio desde el piso de su lancha donde está sentado bajo un fuerte sol costeño.

A Ignacio también le preocupa la situación de barcos asiáticos en Galápagos y cómo esta situación ha influido en la población pesquera.

“Aquí en Ecuador vienen barcos atuneros, barcos chinos. Se meten a llevarse la pesca. Pero eso ya no es culpa de uno, sino de los políticos a nivel nacional, porque eso viene desde arriba. Están destruyendo la fauna marina. Principalmente se llevan el calamar y el calamar es el sustento para el pescado, porque usted sabe, donde hay carne, ¡el pescado está ahí!”.

Nos movemos hacia el sur, unos 100 kilómetros. Narciso Baque Piguabe, 60, vive desde sus 8 años en Machalilla y trabaja en la pesca desde sus 11. Lleva puesta una camiseta con un dibujo romántico de barcos veleros. La mesa donde estamos sentados fue un lugar de rescate para el llamado pingüino solitario, recuerda Narciso. Llegó hace un tiempo atrás con la pata rota y lo llevaron a un centro de rescate. Luego fue reintroducido y sigue andando por estos lados. Así como varias otras especies, tiburones, lobos marinos, tortugas, lo cuenta con mucho orgullo el poblador de Machalilla.

“Aquí en Ecuador vienen barcos atuneros, barcos chinos. Se meten a llevarse la pesca. Pero eso ya no es culpa de uno, sino de los políticos a nivel nacional, porque eso viene desde arriba. Están destruyendo la fauna marina. Principalmente se llevan el calamar y el calamar es el sustento para el pescado, porque usted sabe, donde hay carne, ¡el pescado está ahí!”.

El pez dorado es el más pescado por los pescadores artesanales y industriales de la zona de San Mateo. Tiene un período de veda que se extiende desde el 1 de julio hasta el 7 de octubre, en donde los pescadores tienen prohibida su pesca. / * Foto: Andrés Yépez

Pasa un carro con parlante “malla para camaróoooon” Todo gira alrededor de la pesca. Todo, todo.

Narciso también denuncia la corrupción relacionada al control con la pesca. “Tenemos leyes, pero son unos corruptos –refiriéndose a los autoridades- solo les importa el dinero. Aquí tenemos Parque Nacional donde no se permite pescar. Pero las autoridades no tienen cómo controlar”.

“A veces nos molestan los otros compañeros que tienen sus barcos, los industriales, que tienen que pescar en otras millas. Deberían darnos la oportunidad de ejercer nuestra actividad sin tener que competir con ellos. Nosotros estamos cuidando el ecosistema marino. Nosotros no somos depredadores de especies, más bien cuidamos. Pero a veces vienen las lanchas de otro lado a nuestra piscina natural. Nuestro ecosistema no esta tan depredado como en otro lado, por eso vienen acá”, asegura Baque.

Su hijo Javier Baque Quimis, 28, lleva un collar con la figura de una tortuga, se siente a lado de su papá en la mesa del pingüino. “Es delicado este tema, porque las grandes embarcaciones tienen mucho dinero – y contacto con las autoridades. Es muy difícil meternos con estas personas con mucho dinero. A nosotros no nos hacen caso, y estamos ahí. Ellos están pescando, ocupando nuestras áreas. También está prohibido usar pantalla o luces (que son herramientas de la pesca industrial) para atraer cantidad de pescado. Es una de las peores cosas que puedo mencionar. Contratan a los pequeños pescadores para poner luces, pantallas y ellos se llevan un porcentaje. Es la falta de oportunidades la que nos obliga a malas prácticas, no hay alternativas, cuando no hay pesca, o cuando hay veda, dice el hijo Javier.

La lancha de Narciso va entrando al mar. Estamos cerca de la playa conocida de los Frailes. En el Parque Nacional Machalilla. Narciso empezó con la pesca cuando tenía 10 años, le enseñó su papá.
“Esto es la vida real de un pescador artesanal” dice, mientras busca su red, un trasmallo que es su arte de pesca preferido aquí. Generalmente pesca de 4 a 10 de la mañana, todos los días.

Machalilla también queda en la llamada “Ruta de la cultura Valdivia”, cuenta Narciso. Valdivia es una cultura precolombina que existía aproximadamente de 4400 al 1450 AC en lo que hoy en la costa oeste de Ecuador. “Los primeros bandidos que pasaron por aquí eran pescadores jaja,” ríe Narciso.

 

Los pescadores artesanales invierten en cada faena un promedio de 15 a 20 dólares, que comprenden la gasolina y la carnada para los anzuelos del arte de pesca que utilizan (espinel). Pescadores con embarcaciones pequeñas tienden generalmente dos espineles que representa unos 350 anzuelos aproximadamente. / * Foto: Andrés Yépez

El mar es inmenso, pero no en todo lugar están los peces. Es según la suerte.

“A veces podemos ganar 10-20 dólares en un día – a veces nada – y solo salimos quemados. Con el tiempo tienen que venir a ayudar a los pescadores, porque nosotros los artesanales somos como los que andan en bici, mientras que los industriales, ellos andan en autos grandes. Lo nuestro es sufrido”, asevera el pescador.

Narciso también reflexiona sobre las prohibiciones, y qué pasará el día que lleguen a prohibir el trasmallo, un arte de pesca que él usa. “Sería prohibir la pesca artesanal, sin embargo, pienso que se puede cuidar el mar sin perder la tradición”, añade.
Narciso últimamente también ha incursionado en el área del turismo, como una alternativa a la pesca. “He mantenido a mis hijos los 40 años que he trabajado en el mar. Pero ahora les voy a dar una nueva alternativa, ya que la pesca está escaseando y no va a dar a nuevas generaciones”. Porque la pesca artesanal es bien arriesgada y molesta. Estoy contento porque gracias al mar siempre he estado a lado de la familia, no me he ido a otro lado a trabajar. He sido trabajador del mar. Pero como pescador artesanal siempre he tenido que luchar contra la corriente”. La voz de Narciso resuena a la par del fuerte sonido de las olas, como que se mezcla con el mar.

“Yo me he alimentado del mar. El mar es una fuente de riqueza global. Quienes luchamos para la limpieza de nuestros océanos debemos agradecer cuanto él nos ha dado; debemos siempre mantenerlos limpios, sus playas, no botar la basura en el mar. Si no actuamos con conciencia, vamos a tener problemas con los animalitos, lobos marinos, tortugas, que pueden ingerir la basura el mar nos da de comer, cuidemos el mar, paguémosle algo al mar”, replica Narciso desde Machalilla.
Vienen muchas otras lanchas a preguntarnos ahí mar adentro si hemos tenido suerte en este lugar. Se nota que hay muchas lanchas. Mucha competencia.

“Los pescadores estamos quitando los peces al océano. Las especies tienen sus funciones para alimentar a los peces más grandes. Aquí los que hacen mucho daño son los industriales – ellos abarcan muchos peces, con su tecnología. Lo que vamos a coger nosotros en un año ellos lo cogen en un día”, dice Narciso.

 

Retrato de Narciso Baque (60) mientras se aleja de su comunidad Machalilla, provincia de Manabí, para salir a pescar. Después de casi 50 años en el oficio reconoce que los desafíos que tiene el pescador actualmente le obligan a buscar maneras de todo tipo para poder mantener un ingreso económico mínimo para poder sobrevivir. / * Foto: Andrés Yépez

El pescador de 60 años está cansado. Agradece lo que le haya dado el mar – pero ya no tiene más fuerza. “Es que el pescador artesanal sí suda la camisa. Imagínate si sigo en la pesca – duro quizá 10 años más, ya no tengo la misma fuerza. ¿Dónde la dejé? En el mar. ¿Porque no buscar mejor otra forma? Si me quedo en tierra más bien mis hijos también, no vayan a pescar. Sino turismo – a hacer algo distinto – tener mejor vida. Que no acaben su vida como el padre en el mar”.

En 2020 el turismo en Ecuador aportó con USD 705 millones como el sexto puesto al PIB en Ecuador. El camarón es el primero y en tercer lugar vienen otros productos del mar. La pesca artesanal suele ser un porcentaje mucho menor al PIB, que las industrias mencionadas (desde WWF estiman en 150 millones USD al año).

Y cayó la noche sobre nuestra lancha en el mar. De pronto, aparecen los “rastreros, chinchoreros o camaroneros que llegan a la milla cinco en lugar de hasta la ocho y también contribuyen a la sobrepesca. Autoridades son coimeados por los dueños de barcos (que generalmente se encuentran en tierra) – somos conscientes de eso suceda”, cuenta Narciso.
A nuestro alrededor hay luces de lanchas en todas las direcciones. Ya sabemos que son los chinchoreros. Pero, aun así, el mar no pierde su poesía. “Mira todas las luces de las lanchas. Son como estrellas que se han caído al mar”.

Atardecer en las aguas frente al parque nacional Machalilla, una de las áreas protegidas más extensas de la costa ecuatoriana y comprende dos zonas: una terrestre (56.184 has) y una marina (14.430 mn). / * Foto: Andrés Yépez

Este reportaje fue producido con el apoyo de la Earth Journalism Network de Internews.

Lise Josefsen Hermann

Periodista | Corresponsal

Lise lleva más de 10 años como freelance, insistiendo —sobre todo al público del norte de Europa— sobre las condiciones humanas en Latinoamérica y la huella que dejamos en el mundo. Reporta para varios medios de Dinamarca y Noruega, así como internacionales (NYT, DW, BBC, El País) y oenegés (Amnistía Internacional y Oxfam). Es Pulitzer Grantee y ha recibido apoyo de National Geographic, Clean Energy Network (CLEW), Fundación Gabo & Open Society Foundation. Se enfoca en temas ambientales, DDHH, migración y pueblos indígenas.

Andrés Yépez

Fotógrafo / Antropólogo

Miembro de Fluxus Foto, Diversify Photo y The Everyday Projects. Andrés está radicado en Quito, Ecuador. Su trabajo se centra en la identidad, la memoria y la relación entre el ser humano y su entorno, utilizando la fotografía como lenguaje principal y combinándola con otras disciplinas para explorar historias que se centran en temas sociales, culturales y de derechos humanos.

«Más Reportajes»