El virus del hambre

Mientras el hambre se extiende entre millones de personas que ya tenían que hacer frente a los efectos de los conflictos, el cambio climático y la desigualdad, los más ricos siguen obteniendo beneficios: ocho de las mayores empresas de alimentación y bebidas (Coca-Cola, Danone, General Mills, Kellogg, Mondelez, Nestlé, PepsiCo y Unilever) se embolsan miles de millones de dólares.
«Las hambrunas provocadas por la pandemia pueden provocar más muertos que el propio virus», advierte un informe detallado publicado por la agencia humanitaria Oxfam.

Informes: Oxfam Intermón  |  Fotos: Angular

Foto: Bruno Grappa | Angular

«El COVID-19 está agravando la crisis del hambre en los puntos críticos del mundo y creando nuevos epicentros del hambre en todo el planeta. A finales de este año, doce mil personas al día podrían morir de hambre derivada de la crisis pandémica, posiblemente más que de la enfermedad», advierte la reconocida agencia humanitaria internacional Oxfam en un reporte de situación detallado (El virus del hambre) de reciente publicación.

El COVID-19 es la gota que colmó el vaso para millones de personas que ya tenían que hacer frente a los efectos de los conflictos, el cambio climático y la desigualdad, y a un sistema alimentario disfuncional que empobreció a millones de productores y productoras de alimentos, y de trabajadores y trabajadoras de ese sector.

Mientras tanto, los más ricos siguen obteniendo beneficios: ocho de las mayores empresas de alimentación y bebidas (Coca-Cola, Danone, General Mills, Kellogg, Mondelez, Nestlé, PepsiCo y Unilever) han pagado a sus accionistas dividendos por un valor de más de 18000 millones de dólares desde enero de este año, a pesar de que la pandemia ya se estaba extendiendo por todo el mundo. Esta cifra es diez veces superior a la cuantía que las Naciones Unidas ha solicitado para evitar que la gente siga pasando hambre.

Foto: Carlo Maccheroni | Angular

El informe analiza los diez peores puntos críticos del hambre del mundo: lugares como Venezuela y Sudán del Sur, donde la crisis alimentaria es grave y está empeorando a consecuencia de la pandemia. Así mismo, destaca la aparición de nuevos epicentros del hambre, países de renta media como la India, Sudáfrica y Brasil, en los que millones de personas que ya antes tenían dificultades para sobrevivir se encuentran ahora en una situación límite debido a la pandemia.

Brasil: Millones de trabajadores y trabajadoras pobres, que apenas disponen de ahorros o prestaciones sociales en los que apoyarse, han perdido sus ingresos a consecuencia del confinamiento. A finales de junio, tan solo se había distribuido un 10% del total de las ayudas económicas comprometidas por el Gobierno federal, que además ha favorecido sobre todo a las grandes empresas, en lugar de a los trabajadores y trabajadoras y a las pequeñas empresas, que son más vulnerables.

India: Las restricciones a los viajes han impedido que los agricultores y agricultoras puedan contratar a trabajadores y trabajadoras migrantes, que son esenciales en el momento crítico de la época de la recolección. Esto ha hecho que la mayoría haya tenido que dejar sus cosechas pudriéndose en los campos. Mientras tanto, los y las comerciantes tampoco han podido ir a recoger los productos forestales cultivados por las comunidades tribales, lo cual ha privado a hasta cien millones de personas de su principal fuente anual de ingresos.

Yemen: La pérdida masiva de empleos en los países del Golfo ha hecho que, durante los primeros cuatro meses de 2020, los flujos de remesas se hayan reducido en un 80%, una cantidad equivalente a 253 millones de dólares. El cierre de las fronteras y de las rutas de suministro ha generado escasez de alimentos y ha disparado sus precios en un país que importa el 90% de la comida que consume.

Sahel: Las restricciones a los movimientos han impedido a las comunidades de pastores trasladar el ganado a pastos más verdes donde alimentarse, lo cual pone en riesgo los medios de vida de millones de personas. Tan solo se ha comprometido un 26% de los 2.800 millones de dólares necesarios para dar respuesta a la COVID-19 en la región.

Foto: Pablo Tosco | Angular

«Si no vendemos, no comemos»

«La pandemia nos está haciendo muchísimo daño», contaba Kadidia Diallo, productora de leche en Burkina Faso. «Tengo problemas para poder dar de desayunar a mis hijos. Dependemos totalmente de la venta de leche y, con el cierre de los mercados, ya no podemos venderla. Y, si no vendemos leche, no comemos.»

Si bien los Gobiernos deben actuar para contener la propagación de esta enfermedad, Oxfam también pide que se adopten medidas urgentes para poner fin a esta crisis del hambre y construir sistemas alimentarios más justos, sólidos y sostenibles.
Según las estimaciones, en 2019 había 821 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria, de las cuales aproximadamente 149 millones sufrían hambrunas de nivel de crisis, o peor. Ahora, a los impactos de los conflictos, la creciente desigualdad y una crisis climática cuya gravedad va en aumento se suma el coronavirus, una combinación que está sacudiendo los cimientos de un sistema alimentario mundial roto y dejando a millones de personas más al borde de la hambruna.

«La COVID-19 es la gota que ha colmado el vaso para millones de personas que ya tenían que hacer frente a los efectos de los conflictos, el cambio climático y la desigualdad, y a un sistema alimentario disfuncional que ha empobrecido a millones de productores y productoras de alimentos, y de trabajadores y trabajadoras de ese sector», dice Chema Vera, director ejecutivo interino de Oxfam Internacional.

Foto: Pablo Tosco | Angular

El hambre de los nadie

La drástica desaceleración de la economía mundial, unida a las restricciones a la libertad de movimientos, se ha traducido en una pérdida masiva de empleos a nivel global en los últimos meses. Sin ingresos ni apoyo social, millones de personas se han quedado sin dinero para comer. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que se han perdido el equivalente a 305 millones de empleos a tiempo completo a causa de la pandemia, algo que ha afectado especialmente a jóvenes y mujeres

La consecuencia es que 500millones de personas más podrían verse sumidas en la pobreza.

Estas personas, como las trabajadoras domésticas, comerciantes callejeros, repartidores/as, y jornaleros/as de las construcción, se han visto especialmente afectados por la pandemia, ya que carecen de seguridad laboral y también de acceso a las prestaciones sociales que garantiza el empleo formal, como por ejemplo la prestación por desempleo. Muchas de las familias pobres se enfrentan también a la reducción de los flujos de remesas (el dinero que los trabajadores y trabajadoras migrantes envían a sus hogares) que se deriva del aumento del desempleo.

Foto: Carlo Maccheroni | Angular

Reducción de la asistencia humanitaria

Proporcionar asistencia humanitaria se ha vuelto más difícil debido a la pandemia. Las restricciones a la libertad de movimientos, tanto de personas como de bienes, y las precauciones adicionales necesarias para proteger la salud de las personas durante las distribuciones de ayuda han ralentizado las iniciativas que tratan de proporcionar ayuda alimentaria a quienes la necesitan.

En algunos países de África Occidental, como Chad y Mauritania, las organizaciones humanitarias han tenido que reducir o suspender sus actividades a causa de la pandemia. Hasta la fecha, se ha financiado el 24 % del Plan Global de Respuesta Humanitaria (GHRP, por sus siglas en inglés) frente al COVID-19, que necesita de 7300 millones de dólares. Además, en este marco, tan solo se ha comprometido un 9%de los fondos necesarios para hacer frente al aumento de la inseguridad alimentaria.

Foto: Pablo Tosco | Angular

En Yemen, el PMA ha tenido que reducir a la mitad las raciones de alimentos que proporciona a 8,5 millones de personas en el norte del país. Del mismo modo, hasta la fecha, Afganistán (la crisis humanitaria más infradotada del mundo) tan solo ha recibido un 6 % de los 60 millones de dólares necesarios para financiar sus programas de seguridad alimentaria en respuesta al COVID-19.

Estos recortes ya están afectando a la capacidad de respuesta de organizaciones como Oxfam, en un momento en que la pandemia ha incrementado las necesidades humanitarias. El proceso de canalización de los fondos de los donantes internacionales también se ha ralentizado, mientras que las organizaciones humanitarias locales, que se encuentran en laprimera línea de la respuesta al COVID-19, apenas han tenido acceso a financiación.

Foto: Pablo Tosco | Angular

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