El informe anual que acaba de publicar ACNUR advierte: «hay cada vez más desplazados en el mundo; y disminuyeron las posibilidades para las personas refugiadas que esperan en una solución rápida de su difícil situación». En Yemen —que sufre la peor catástrofe humanitaria del mundo— hay más de 24 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria urgente. Es el 80% de la población del país.

Texto: Júlia Serramitjana   |  Fotos: Pablo Tosco

Una de cada dos personas, fundamentalmente mujeres y niñas, están a un paso de la hambruna. Más de la mitad de la población no tiene acceso a agua potable. El conflicto entre el Gobierno de Yemen, apoyado por la coalición de países del Golfo liderada por Arabia Saudí, contra los rebeldes hutíes, conocidos como movimiento Ansar-Allah, estalló en 2105 y ahora, tras cinco años marcados por el declive económico, la inseguridad alimentaria, y el colapso de los servicios públicos esenciales, la población sigue sufriendo y se está agudizando la pobreza existente.

La venta de armas a la coalición saudí por parte de Estados Unidos y varios países europeos, entre ellos Francia, Gran Bretaña o España ha contribuido a alimentar el conflicto, mientras que el apoyo en forma de ayuda humanitaria se ha reducido al mínimo. Por ejemplo, entre 2015 y 2018, España aportó 1,8 millones de euros en venta de armas a la coalición convirtiéndose en el cuarto exportador de armas a Arabia Saudí, a la vez que solo aportó ayuda humanitaria a Yemen equivalente a 0,01 euros por persona y año.

Nahed junto a su pequeño hermano que sufre malnutrición. Son hijos de Amina Fahd, una mujer que se vio forzada a abandonar su comunidad por el inicio del conflicto. «Antes de llegar a Almusaimir estuve escondiéndome durante días en la montaña —dice Amina— entre piedras y arboles, hasta hallar un lugar seguro.»

El precio de las importaciones y los bienes procesados han aumentado hasta alcanzar precios prohibitivos para gran parte de la población. El precio del agua para la higiene, cocinar alimentos y beber se ha duplicado. Muchas familias están reduciendo su alimentación a una comida al día y muchas otras utilizan agua no potable, a pesar de todos los riesgos que conlleva. La inflación ha multiplicado el coste del transporte y amenaza el abastecimiento del agua, con las graves consecuencias de salud que esto puede acarrear.

Antes de la pandemia, sólo funcionaban el 50% de los centros de salud, pero incluso éstos sufrían importantes recortes de medicinas, equipamientos y personal. Basura acumulada, un sistema de alcantarillado que ha dejado de funcionar y la ausencia de una dieta adecuada convierten a Yemen en un caldo de cultivo para enfermedades, como la Covid-19 que ya está causando estragos en la población. La tasa de mortalidad por COVID-19 en Aden, el principal puerto del país, es una de las más altas del mundo según Naciones Unidas. Pero hay muchas otras enfermedades, menos visibles y mediáticas: desde octubre de 2016, el país ha sufrido varios brotes de cólera que ha alcanzado techos históricos. La transmisión está estrechamente vinculada a la falta de acceso al agua potable y a infraestructuras sanitarias.

Fatima termina su jornada de pesca. Tiene nueve hijos (6 niñas y 3 niños) y se dedica a la pesca como medio de vida. Su pueblo fue devastado durante el conflicto; logró regresar y comprar una embarcación gracias a los ingresos que obtuvo vendiendo pescado. Con la asistencia de la agencia humanitaria Oxfam compró las herramientas (una red, boyas, anzuelos). Sale todas las mañanas a pescar, se levanta sobre las tres de la madrugada y sale al mar. Es una mujer fuerte pero a veces —cuando el mar está agitado o hay tormenta— siente miedo. Cuenta que es la única mujer que se atreve a ir hacia lo más profundo para encontrar peces. También bucea para conseguir conchas y otros moluscos.

La situación que vive la mayoría de la población del país es una bofetada continua de dura realidad. El Distrito de Mahala, uno de los más pobres de Adén, es un ejemplo. En un descampado viven unas 300 familias desplazadas por la guerra que se quedaron sin nada. Este antiguo almacén de mercancías que llegaban al puerto, ahora en ruinas, está lleno de basuras. No hay agua ni baños. Las chabolas en las que viven estas familias están construidas con las láminas de metal que cubrían el antiguo almacén. Cocinan quemando la basura que encuentran entre las viviendas: plásticos, cartones y maderas y la humareda tiñe una cortina imaginaria entre el mar y las chabolas.  Cuesta imaginar cómo es el día a día en este sitio infame. La mayoría de personas huyeron de otras zonas de Yemen afectadas por el conflicto como Hodeida y recuerdan exactamente como fue la huida: triste, dura y larga.

En Khor Omeira, en la costa oeste, justo al lado del mar, viven 3.000 personas en situación muy precaria. La mayoría de sus habitantes se dedica a la pesca. No hay servicios básicos y tienen muchas dificultades para obtener agua para cubrir sus necesidades básicas, incluso para beber: la suelen coger directamente del mar o de pozos poco profundos. Cuando el agua del subsuelo se acaba y a medida que cavan, el agua sale salada y la suelen consumir así porque no hay otra opción. Comprarla a los comerciantes que la transportan en camiones cisternas y la venden es casi prohibitivo.

Aquí es donde vive Fatima. Yemen es considerado uno de los peores países para ser mujer, pero ella rompía con esta premisa a pesar de no mostrar ni un centímetro de su piel. La violencia contra las mujeres se ha manifestado de manera histórica en todas sus formas. Para ellas, la violencia armada que ahora está presente en el país supone una doble carga; las atrocidades de las que son objeto toda la población civil, a la que se suman las discriminaciones y desigualdades preexistentes contra las mujeres. Pero, a la vez, los conflictos obligan a las mujeres a salirse de su rol tradicional. Bien poniéndose a la cabeza de la familia o dedicándose a actividades que antes no hacían o que les generan nuevos ingresos.

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Júlia Serramitjana

Periodista   |  Comunicación de Conflictos y Paz

Licenciada en Periodismo. Postgrado en Comunicación de Conflictos y Paz y Máster en Dirección de Comunicación Empresarial e Institucional. Se incorporó en Oxfam Intermón en 2008, dónde ha trabajado tanto en comunicación interna como externa, así como en proyectos de comunicación digital.

Pablo Tosco

Angular  |  Realizador multimedia

Foto-videoperiodista, comunicador social y máster en Documental Creativo. Desde 2004 documenta para Oxfam Intermón proyectos de cooperación, desarrollo y acción humanitaria en África, América Latina y Asia. Miembro fundador de Angular.