Armas de destrucción masiva

Leo dos libros cuyas historias transcurren en Japón. Uno fue escrito en 1946 y trata sobre las consecuencias de la bomba que Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. El otro fue escrito entre 1996 y 1997, y trata sobre las consecuencias del gas sarín que la agrupación Aum Shinrikyō desparramó en tres líneas de la red de subterráneos de Tokio.

Por Ana Prieto 

Hiroshima de John Hersey

El hongo atómico era poco más que una abstracción para quienes no lo habían visto ascender y expandirse con sus propios ojos hasta que el periodista John Hersey, de entonces 32 años, le dio un peso concreto y humano tras viajar a Japón para documentar las secuelas de la bomba que su país había arrojado sobre Hiroshima hacía pocos meses.

El libro relata el momento de la explosión y el presente entre los escombros de seis sobrevivientes: Toshiki Sasaki, empleada de una fábrica de estaño, Masakazu Fujii, médico en un hospital privado, Hatsuyo Nakamara, viuda y madre de tres hijos, Wilhelm Kleinsorge, misionero alemán, Terufumu Sasaki, un joven cirujano, y el pastor metodista Kiyoshi Tanimoto.

Hersey, que en 1945 había ganado el Pulitzer de novela por La campana de la libertad, puso en Hiroshima su eficacia literaria y su arrojo de corresponsal de guerra para narrar el evento más destructivo de la historia humana con una prosa despojada y serena que, de hecho, recrudece la descripción del desastre. El texto ocupó –y agotó– la edición completa del 31 de agosto de 1946 de la revista The New Yorker, y dio por tierra con el discurso oficial del gobierno estadounidense, que explicaba esa matanza masiva como la única válvula para poner fin a la Segunda Guerra Mundial. Poco después fue publicado en forma de libro, y en 1985 sumó un nuevo capítulo, cuando John Hersey volvió a Hiroshima para saber qué había sido de sus protagonistas, casi 40 años después.

Así escribió Hersey:

La señora Nakarmura los sacó a la calle. No llevaban nada encima, salvo su ropa interior y, aunque el día era cálido, confusamente se preocupó de que fueran a pasar frío, así que regresó a los escombros y hurgó en ellos buscando un atado de ropas que había empacado para una emergencia, y vistió a los niños con pantalones, camisas, zapatos, cascos antibombardeos forrados de algodón llamados bokuzuki e incluso, absurdamente, con abrigos. Los niños estaban callados, salvo Meyko, la de cinco años, que no paraba de hacer preguntas: “¿Por qué se ha hecho de noche tan temprano? ¿Por qué se ha caído nuestra casa? ¿Qué ha pasado?”

 

Underground de Haruki Murakami

El novelista Haruki Murakami disfrutaba del éxito de su best–seller Crónica del pájaro que da cuerda al mundo cuando hojeó la sección de cartas al lector de una revista, y leyó el descargo breve y desolado de una mujer cuyo esposo se había quedado sin trabajo tras haber inhalado gas sarín.

El 20 de marzo de 1995, cinco miembros de la secta apocalíptica Aum Shinrikyō se subieron a cinco trenes correspondientes a tres líneas de la red de subterráneos de Tokio. Todos llevaban paraguas y, como cualquier oficinista en hora pico, carteras y mochilas. No llamaron la atención de nadie, ni siquiera cuando extrajeron unos paquetes envueltos en papel de diario, poco más grandes que un puño, y los depositaron en el suelo del vagón. Al llegar a la estación que cada uno tenía asignada, los perforaron con la punta afilada del paraguas y bajaron, dejando que los pasajeros que seguían viaje se envenenaran con sarín, uno de los agentes químicos más letales del mundo.

El atentado mató a trece personas, y muchos de los más de 6.200 heridos sufrieron secuelas irreversibles. Murakami descubrió que, poco menos de año después del desastre, Japón parecía haberse olvidado de él. Y emprendió la búsqueda de sobrevivientes que quisieran hablar. Pudo entrevistar a poco más de cincuenta y su testimonio oral compone el mapa de un instante feroz, y también de la manera avergonzada y silenciosa que la sociedad eligió para lidiar con el estrago. Más tarde Murakami escribiría EL lugar que nos prometieron, en el que entrevista a ocho miembros de Aum, y que se incluye al final de las ediciones de Underground.

Así escribió Murakami:

Me gustaría que durante la lectura de este libro prestasen atención a las historias de la gente. Antes de eso quisiera que imaginaran lo siguiente: es 20 de marzo de 1995. Lunes. Una mañana agradable y despejada de principios de primavera. El viento es fresco y la gente sale a la calle con abrigo. Ayer fue domingo. Mañana se celebra el equinoccio de la primavera, es decir, es un día laborable en mitad de un puente. A mucha gente le hubiera gustado tomárselo libre, pero por desgracia sus circunstancias se lo han impedido. Así que usted se ha despertado a la misma hora de siempre, se ha lavado la cara, ha desayunado, se ha vestido y se dirige a la estación del metro. Se sube a un tren lleno, como de costumbre; se dirige a su puesto de trabajo. Una mañana como muchas otras. Nada especial. Uno de esos días imposibles de diferenciar en el transcurso de una vida, calcado de muchos otros, hasta que cinco hombres clavan la punta afilada de sus paraguas en unos paquetes de plástico que contienen un líquido extraño…

Ana Prieto

Periodista | Ideas + libros

Me licencié en Comunicación en la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Hice cursos de posgrado en Oslo, Madrid y Nueva York. En 2005 me mudé a Buenos Aires y desde entonces soy periodista freelance. Soy miembro fundador de #LasMisapekas.