Tres años y medio después del trágico terremoto, miles de familias nepalíes se debaten entre mejoras a corto plazo pero insuficientes, o promesas y buenas intenciones.
Crónica y fotos del esmero por levantar una casa digna en la cima del mundo.
Texto y fotos: Eric Itín
Devraj trabaja coordinando equipos que reconstruyen aldeas remotas destruidas por el terremoto que azotó Nepal, como responsable de un proyecto que implementa Medair, una reconocida ONG internacional humanitaria. Sonrisa grande, tez morena y rasgos bien definidos debido a los efectos del sol; Devraj es un poco tímido o demasiado respetuoso —difícil saberlo—. Le apasiona su oficio, pero dice que lo lamenta; que lamenta estar buscando trabajo en Kuwait.
En Abril de 2015, un terremoto de 7,5 grados en la escala de Richter sacudió Nepal ocasionando 9.000 muertos y más de 22.000 heridos. Sumado a esta tragedia, los efectos secundarios incluyeron más de 100.000 personas desplazadas y alrededor de 800.000 hogares dañados o destruidos.
«La dificultad no está en reconstruir. Sino en reconstruir mejor», es la declaración que se repite una y otra vez en reportes variopintos. Uno de los principales problemas de Nepal es la escasez de mano de obra calificada. No es debido a la falta de educación de su población, sino a que muchos obreros nepalíes se ven forzados a emigrar a países del golfo en busca de mejores salarios y oportunidades para su familia. Uno de estos ejemplos, es Devraj: «Lamentablemente estoy empezando a buscar trabajo en Kuwait otra vez. Si es en lo mío, mejor. Pero el proyecto se termina en unos meses y me quedo sin trabajo».
Y por más que sus conocimientos podrían seguir ayudando a reconstruir la vida de muchas familias en el interior de este país tan centralizado y dependiente de su capital —Katmandú—, la falta de financiamiento internacional para continuar la reconstrucción y la necesidad de sostener una familia, obliga a muchos a buscar opciones menos deseadas pero necesarias. «Ya estuve en Kuwait trabajando antes de empezar a trabajar con Medair en 2015. Pero ahora es distinto, tengo hijos e irme tan lejos no es fácil. Además, acá hay mucho por hacer todavía. Solo que no tengo otras opciones».
Algunas agencias humanitarias continúan trabajando en zonas remotas, donde la poca ayuda otorgada por la comunidad internacional ni siquiera llegó. De los cerca de nueve mil millones de dólares estimados y solicitados por el gobierno nacional en la Conferencia Internacional para la Reconstrucción de Nepal en junio de 2015, la comunidad internacional se comprometió a aportar menos de la mitad del monto, del cual tan solo se ha podido utilizar el 50%. El motivo principal es que la ayuda económica prometida nunca llegó al país. Otra de las razones son las fallas de la burocracia gubernamental local, que mantiene una férrea decisión de manejar a su antojo los hilos del proceso de reconstrucción.
Si las familias pretenden acceder a la ayuda económica destinada a la reconstrucción, deben atravesar un proceso larguísimo de papeleo. «Muchas familias viven en tierras que fueron heredadas por generaciones, pero no tienen ningún documento para demostrar que son suyas —explica un líder comunitario de la provincia de Ramechhap—; y por ese motivo, pierden la posibilidad de acceder a los fondos de la NRA para tener una mejor vivienda». (NRA: Autoridad Nacional para la Reconstrucción, por sus siglas en inglés). «Otras familias pueden demostrar ser dueños de sus tierras, pero no tienen suficientes conocimientos como para responder a los complejos requerimientos técnicos impuestos por el gobierno».
La reconstrucción la lleva a cabo la propia familia, con ayuda de personal local designado en cada zona como los responsables ante el gobierno de dar reportes sobre el estado de las obras.
Lo que se puede leer entre líneas al conversar con distintos actores sociales, es que la mirada sobre las políticas gubernamentales está sesgada: por un lado, se habla de falta de mecanismos para encontrar soluciones a corto plazo y con rapidez. Por otro lado, se explica la situación actual con la mirada puesta en el pasado: «después de décadas de inestabilidad, las autoridades no tienen muy claro todavía hacia dónde dirigirse».
Las últimas décadas estuvieron cargadas de acontecimientos complejos para la nación: una nueva constitución y las primeras elecciones nacionales (1991), guerras civiles (1996-2006), el asesinato de la familia real (2001), la abolición de la monarquía (2008), como también la abolición del sistema de castas (2008) —aún vigente en las relaciones diarias entre nepalíes—.
Desde ciertos ámbitos internacionales —como la UNESCO—, surgieron críticas al gobierno nepalí y a la decisión de reconstruir templos y otros edificios nacionales simbólicos vinculados al turismo, una de las principales actividades económicas, con materiales que no eran los ideales pero que brindaban la posibilidad de mantener el nivel de actividad turística en el país.
Pero, ¿puede un país en ésta situación sentarse a esperar las resoluciones internacionales sobre temas de jurisprudencia local? ¿Les será conveniente sentarse a esperar que llegue la financiación externa prometida?
Es cierto: el gobierno nepalí impone una serie de requerimientos específicos a los habitantes afectados, así como también a los organismos internacionales y locales que colaboran en la reconstrucción de viviendas. Es cierto: tres años después del trágico abril de 2015, menos del 40% de las viviendas afectadas han sido terminadas y aún hay también miles de personas que corren peligro por habitar en casas con rajaduras y fallas estructurales. Es cierto: el proceso de reconstrucción es lento y complejo. Pero también es cierto que el gobierno busca construir mejor, para que la población tenga acceso a viviendas seguras que soporten sismos. Se invierte en formación de ciudadanos con conocimientos en albañilería y métodos de construcción antisísmicos, para que puedan asesorar y ayudar a sus vecinos, y así generar soluciones en cada comunidad. El control de los avances de obra es minucioso y se paga a ingenieros para la fiscalización.
¿Buenas intenciones a largo plazo hipotecando vidas humanas ante un inminente nuevo terremoto? ¿O mejoras a corto plazo, pero insuficientes?
Pareciera que el dilema es definitivo para miles de familias nepalíes. Los monzones y lluvias que comenzaron en mayo paralizan la llegada de tractores con suministros (único medio de transporte posible) a muchas aldeas, donde la población debe posponer la reconstrucción de sus casas. Los requerimientos gubernamentales desmotivan a los pudientes, quienes deciden construir a su manera —aumentando el riesgo a largo plazo—. La falta de promotores sociales en ciertas zonas, imposibilita que los pobladores locales adopten la idea de que una casa con buena estructura (pero de un tamaño mucho menor) es mejor que una casa grande que puede caerse encima de ellos.
Los fondos disminuyen pero no así el riesgo de una nueva catástrofe. Es cuestión de tiempo: el riesgo de aludes y terremotos aún permanece activo. Y es este mismo riesgo el que hace difícil pensar que el proceso de reconstrucción encontrará su tan ansiado fin en algún momento.
Eric Itín
Ingeniero | Viajero
Estudió ingeniería industrial, pero sus intereses —muy variados— lo alejaron de la ingeniería. Viaja, desde entonces, hace fotografía documental y labura en lo que siente que tiene sentido (y que no sea solo un medio para ganar un billete más).
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