El 12 de septiembre se conoció la foto: una maestra del conurbano bonaerense, en Argentina, fue secuestrada y apareció con signos de tortura. Le habían rayado la panza con una amenaza: «Ollas no».

¿Qué lugar ocupa la Educación en el presupuesto de un gobierno liberal que busca reducir el gasto público?

Texto: Joaco Weiss  |  Fotos: Bruno Grappa  |  Video: Proyecto Vier

Había pasado poco más de un mes de la explosión de gas en la escuela 49 del mismo barrio; explosión que terminó con la vida de dos personas: Sandra Calamano, de 49 años, vicedirectora del colegio, y Rubén Orlando Rodríguez, auxiliar de maestranza de 45. En menos de cinco días se encontraron fugas de gas en otros dos colegios y se suspendieron las clases en veintiséis.
Uno de los casos, en la escuela número 8 de Merlo, la directora detectó el olor a gas y llamó a Inspección. Ante la burocracia provincial, convocó a los padres que decidieron retirar a los 400 alumnos de la institución y llamar a los bomberos. Tras revisar el establecimiento, explicaron que habían encontrado cinco pérdidas de gas.
275 escuelas en el distrito de Moreno suspendieron sus actividades para que 40 gasistas matriculados e inspectores pudieran revisar las estructuras. Pero no quedó ahí, también en ciudades alejadas y otros distritos como La Plata, La Matanza y Mar Del Plata suspendieron las actividades que, además de las académicas incluyen, en muchos casos, la única comida que los estudiantes reciben por día.
No se les ocurrió invertir más en la educación. Ni se les pasó por la cabeza corregir las causas del problema. Atacaron directamente a los afectados y se echaron culpas.
El primero en caer fue el gasista que había revisado la escuela un día antes de la explosión. Cristian Ricobene fue detenido el 13 de agosto, por orden de la Justicia, acusado de presunto homicidio agravado culposo. La fiscalía alegó que «las pericias que tenían en su poder indicaban que no habría seguido los protocolos necesarios en el momento en que revisó las instalaciones».
El segundo fue Santiago Nacif, interventor del consejo escolar de Moreno, que presentó su renuncia después de denunciar haber recibido amenazas.
Pero a pesar de que los nombres, las pericias y las suspensiones de colegios distraen en los titulares, dos grandes problemas siguen latentes: el de los maestros y  el hambre.
El de los maestros no es nuevo. Se repite año a año. Argentina no baja de las dos cifras de inflación interanual desde hace más de diez años y las negociaciones salariales siempre quedan por debajo.

Los reclamos en las universidades públicas no son cosa nueva: pasan los dirigentes, pasan los alumnos, pero la educación pública continúa sufriendo recortes presupuestarios, falta de infraestructura o en condiciones deplorables.

La respuesta gubernamental, acompañada de inestabilidad económica y variaciones del dólar, fue reducir Ministerios. El presupuesto para Educación, ya corto y conflictivo, pasó a repartirse también con Ciencia y Tecnología. Y por si fuera poco, de las negociaciones presupuestarias para el 2019 solo se dió a conocer que incluirían importantes reducciones de los que para muchos es el gasto público.

El presupuesto educativo se traduce en sueldos de docentes, en mantenimiento de aulas, en sueldo de personal no docente —administrativos, personal de limpieza, extensión universitaria—. Ese mismo dinero debe alcanzar al pago de servicios como luz, gas y agua que han tenido aumentos superiores al 500% durante al menos los últimos dos años. Además hay gastos de materiales, arreglo de elementos de uso cotidiano como bancos, estufas o ventiladores. Y en este tema, no podemos dejar de mencionar áreas tan olvidadas como el control de fugas de gas.

Al mismo tiempo, 57 universidades habían suspendido sus clases. Con 167 mil docentes en paro para reclamar sus derechos y más de un millón seiscientos mil estudiantes sin clases. La oferta de aumento salarial que el gobierno discute, tras haber pasado más de medio año, no alcanza a la inflación que ellos mismos reconocen. Además el estado se niega a aceptar cláusulas de aumentos condicionales al incumplimiento de las proyecciones económicas, en una muestra de poca fe a sus proyecciones o conocimiento de causa.

El problema del hambre tampoco es nuevo y la única medida paliativa no fue ni siquiera básicamente suficiente. Desde hace años que son los maestros los que velan por mucho más que la educación de los niños aunque sigan sin lugar de pertinencia en el presente de un presupuesto educativo cada vez más recortado. Son los maestros, futuro en canciones y pancartas, los que de su tiempo extracurricular y de sus propios bolsillos, hacen frente a los recortes con gráficas hechas a mano y ollas populares. Comidas compartidas para que todos esos chicos no se queden sin nada que comer. Un salvavidas pinchado ante el manotazo de ahogado, que es lo único que le queda a muchísimas familias.

En tiempos donde el trabajo escasea, el dinero compra cada día menos y las tormentas se multiplican, la dignidad es un lujo que el gobierno le niega a los pobres.

Son tiempos en los que la mayor revolución posible es el amor: apretar fuerte los puños y seguir hombreando la carga; buen momento para dar una mano a los que la están pasando peor.

Eso lo que hacía un grupo de docentes de Moreno hasta el 12 de septiembre.

El secretario general del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (suteba), Roberto Baradel, denunció el secuestro de una docente, a quien «le pusieron una bolsa en la cabeza y se la llevaron en un auto», cuando participaba de una olla popular. Más tarde, cuando apareció, se publicó la foto.
Los secuestradores escribieron con un punzón «ollas no» sobre la panza de la docente. La regional Suteba-Moreno confirmó que el ataque lo sufrió la docente Corina De Bonis y agregaron que los secuestradores la amenazaron de muerte antes de liberarla. Pero no solo la amenazaron a ella. Madres y padres de los chicos recibieron llamadas intimidatorias para que no continuarán fomentando las ollas. Corina alcanzó a decir luego de su liberación: «fue suficiente para asustar, y mucho».
Los principales gremios docentes, Suteba y Ctera, habían denunciado las primeras amenazas contra las madres, los padres y los docentes que organizaron las ollas y la aparición de volantes que advertían que «La próxima olla popular la vas a hacer en el cementerio».
Los maestros: los mismo que un día antes del secuestro, tampoco festejaron su día; los chivos expiatorios de cada comienzo de año, acusados de tomar como rehenes a los chicos suspendiendo las clases, para poder reclamar por salarios dignos, de los cuales terminan saliendo los gastos para materiales, comida y tantos elementos más que el Estado niega a los hijos de los mismos a los que les niega el trabajo.

En medio del silencio de las autoridades políticas, se hace escuchar las voz de una maestra que dice «continuaremos luchando». Es Amanda González, secretaria gremial de Suteba Ramallo, que el domingo 16 de septiembre encontró un mensaje intimidatorio en su auto que refería al secuestro y tortura de su colega. Esta vez el mensaje fue «Acordate de Corina».
A los pobres se los condena por comer y no comer; se los rechaza por el laburo que consiguen y son vagos si no lo tienen; se los condena si compran un celular o unas zapatillas; se los critica si viajan y si se quedan; si vienen o si van. Son recursos humanos, condenados por la necesidad y por esas oportunidades sorteadas entre millones para justificar la meritocracia. Les venden la falacia de que el esfuerzo les permite alcanzar lo que se merecen, para justificar tener tanto, haciéndoles creer que que hay una especie de justicia divina o karma balanceando en el universo y que en ese juicio final decidió abrirle al dinero las puertas a más dinero y convencerte de que si sos pobre es porque querés.
El mensaje que los secuestradores de la educación quisieron difundir fue «ollas no», no solidaridad. «Acordate de Corina». El mensaje que vamos a entender es: «no más falta de comida, basta de empobrecer más a los pobres y enriquecerse a costa de la necesidad ajena. Nos vamos a acordar de Corina y no vamos a hacer la vista gorda. Dejaremos de soportar tormentas. Tomaremos las velas del barco para que los vientos solo sean del que nos empuje hacia la sociedad que queremos ser: una sin hambre, con trabajo y dignidad».

Joaco Weiss

Periodista  |  Productor audiovisual

Abandonó las ciencia exactas para prestarle atención a las historias que lo rodean buscando los vehículos para contarlas. Incursionó en gráfica, radio y tv. La curiosidad lo llama constantemente hacia la fotografía y la ficción que día a día supera la realidad.