La rebelión de Jina Mahsa Amini no baja los brazos en Irán
Se cumplió un año del asesinato de la joven kurda, que había sido arrestada por llevar mal puesto el velo obligatorio sobre su cabeza. Aunque las protestas en Irán continúan, buena parte del mundo parece haberse olvidado de la resistencia contra la teocracia de Teherán.
Por Leandro Albani para La tinta
“Querida Jina. No morirás. Tu nombre se ha convertido en un símbolo”. Esa frase simple y emotiva fue escrita hace un año en la tumba de Jina Mahsa Amini. A partir de ese momento, los pueblos que habitan el actual Irán ya no son los mismos. El 16 de septiembre de 2022, con el asesinato de la joven kurda en manos de la “policía de la moralidad” en Teherán, el régimen que administra el Estado desde 1979 comenzó a resquebrajarse. El gobierno, los líderes religiosos, el propio ayatola Alí Jamenei y las temibles fuerzas de seguridad del país no tuvieron la capacidad absoluta para contrarrestar una ola de protestas furiosas que hasta el día de hoy se empecinan en tomar las calles. Aunque los grandes medios de comunicación olvidaron a Amini y a las mujeres de Irán, sus demandas y acciones en defensa de sus derechos y la libertad no se apagaron.
A un año del asesinato de Amini, el Estado iraní es responsable por la muerte de al menos 500 personas que participaron en diferentes manifestaciones. También es responsable de la detención de 20.000 mil personas. En estos 365 días, la Justicia iraní siguió con su plan de ejecuciones a opositores y a personas arrestadas con las más variadas acusaciones: complot, blasfemia, atentar contra el Estado y no creer en la interpretación del Islam chiita, que es la religión oficial en la República tras la revolución de 1979, encabezada por el imán Ruhollah Jomeini. Revolución que tuvo otros dos pilares: el Partido Comunista iraní y el movimiento político kurdo que, tras la llegada al poder de los ayatolas, fueron perseguidos hasta casi su exterminio.
A finales de agosto, las periodistas Negin Bagheri y Elnaz Mohammadi fueron condenadas por supuesta “conspiración” y “colusión” a tres años de cárcel. Las comunicadoras cumplieron solo un mes de prisión, ya que la condena quedó suspendida durante un periodo de cinco años. En ese tiempo, tendrán que “atender cursos de ética profesional” y no podrán salir del país. Elnaz Mohammadi cubrió la muerte de Amini y las protestas. Su hermana, Elahe Mohammadi, también es periodista y cubrió el entierro de Amini en su ciudad de Saqqez, en el Kurdistán iraní (Rohjilat), motivo por el que está siendo juzgada.
La periodista kurda Nazila Maroofian fue detenida por cuarta vez el 30 de agosto. El 10 de septiembre, se conoció que Maroofian, recluida en la temible prisión de Evin, quedó en libertad bajo fianza. La periodista había iniciado una huelga de hambre el 1 de septiembre, luego de denunciar que fue agredida sexualmente durante su detenida.
¿Cuál fue el “crimen” que cometió Maroofian? La periodista, de 23 años, entrevistó a Amjad Amini, padre de Jina Mahsa Amini. Por esto, fue condenada en enero de este año a dos años de prisión por “propaganda contra el Estado”.
Ser mujer, periodista y crítica al sistema imperante en Irán es, sin medias dudas, un pasaje directo a la cárcel.
El 16 de septiembre, se realizó una huelga general en Rohjilat y en todo Irán, convocado por movimientos y partidos políticos kurdos, prohibidos desde 1979. La medida de fuerza, que esporádicamente se lleva a cabo en la región kurda, estuvo convocada por el HDKÎ (Movimiento Democrático de Kurdistán-Irán), Komala (Partido Comunista de Irán), el PJAK (Partido por una Vida Libre de Kurdistán), Sazimanî Xebat (Organización de Lucha del Kurdistán Iraní), el PAK (Partido de la Libertad de Kurdistán) y Komeleya Zehmetkêşên Kurdistanê (Comunidad de Trabajadores de Kurdistán). Las organizaciones consensuaron una declaración en la que aseguraron que el levantamiento que ya lleva un año creó “una revolución irreversible en la mente de la gente”. Además, afirmaron que las protestas se transformaron en “pasos decisivos” hacia cambios profundos en el país, los cuales son “imparables e irreversibles”.
“El importante papel de las mujeres en esta revolución ha hecho que nuestra sociedad dé un gran paso adelante y que el horizonte de la victoria sea más brillante. En la cúspide de sus vidas, los jóvenes hacen un sacrificio poco común en el camino hacia una vida libre y deseable”.
El punto de quiebre en Irán es real. En el último año, se pudieron ver cientos de videos donde las mujeres salen a las calles sin el velo obligatorio que debe recubrir sus cabezas. Esto sucede principalmente en Teherán o en otras grandes ciudades del país. En Rohjilat, la tradición de las mujeres kurdas sigue rompiendo reglas desde hace décadas, aunque la región esté militarizada y asediada por la pobreza generada por la administración central.
Por su parte, el PJAK y Kodar (Comunidad Democrática y por la Libertad del Kurdistán Oriental) -ambos vinculados al Movimiento de Liberación de Kurdistán y a los paradigmas impulsados por su líder, Abdullah Öcalan-, remarcaron en un comunicado que, en este año transcurrido, “la igualdad de derechos para hombres y mujeres, la lucha contra el racismo, especialmente contra las políticas del cruel régimen iraní, son los cimientos de esta revolución”.
También apuntaron que “las mujeres han demostrado que pueden unir a todos los pueblos y clases de Irán”, al mismo tiempo que el proceso político desatado con el asesinato de Amini permitió “la reconciliación y la unidad entre los pueblos”. “Se demostró en las calles que los pueblos kurdo, baluche, persa, azerbaiyano, árabe y otras identidades son, juntos, componentes indispensables de esta revolución”.
Los principales puntos de las protestas del sábado se sintieron en las ciudades de Saqqez, Sine, Urmia, Teherán y en la provincia de Baluchistán y Sistán. Según reportes periodísticos, al menos 700 personas fueron detenidas.
El mismo día, Amjad Amini fue detenido cuando salía de su casa y trasladado a un lugar desconocido. Con anterioridad, el hogar de los Amini había sido rodeado por la Guardia Revolucionaria Islámica y toda la familia puesta bajo arresto domiciliario.
El punto de quiebre en Irán es real. En el último año, se pudieron ver cientos de videos donde las mujeres salen a las calles sin el velo obligatorio que debe recubrir sus cabezas. Esto sucede principalmente en Teherán o en otras grandes ciudades del país. En Rohjilat, la tradición de las mujeres kurdas sigue rompiendo reglas desde hace décadas, aunque la región esté militarizada y asediada por la pobreza generada por la administración central.
“Jin, Jiyan, Azadi” (Mujer, Vida, Libertad), la consigna dada a conocer hace algunos años por el extenso y variado movimiento de mujeres de Kurdistán, se escucha con fuerza en un Irán dirigido con mano de hierro por un grupo de religiosos, militares y dirigentes políticos que nunca renegaron del capitalismo que rige al país. Sus declaraciones explosivas contra el imperialismo e Israel, y en defensa de la manoseada causa palestina, en general, queda en palabras que continuamente se las lleva el viento de la historia.
En el Irán de hoy, lo que suena con más fuerza son esas tres palabras en kurmanjî que no forman un slogan bonito, sino que son la expresión radical de millones de mujeres que buscan –muchas veces en la soledad absoluta- romper las cadenas que las atan a un sistema patriarcal como el iraní, que las ve como enemigas.
* Ésta crónica apareció originalmente en La Tinta (Imagen de portada: Ozan Kose / Getty Images) y la publicamos en articulación como parte de nuestros esfuerzos autogestivos por más y mejor periodismo narrativo alternativo.
Leandro Albani
(1980, Pergamino, provincia de Buenos Aires). Periodista. Integrante del colectivo periodístico La tinta. Autor de los libros “Kurdistán. Crónicas insurgentes” (junto a Alejandro Haddad), “Revolución en Kurdistán. La otra guerra contra el Estado Islámico”, “ISIS. El ejército del terror”, “Mujeres de Kurdistán. La revolución de las hijas del sol” (junto a Roma Vaquero Diaz” y “No fue un motín. Crónica de la masacre de Pergamino”.
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