La boda milagro: un relato sobre la resiliencia bereber

En una noche de celebración y alegría en el pueblo bereber de Amghras, un terremoto sin precedentes transformó la felicidad en miedo y caos. Las casas se desplomaron, las luces se extinguieron, pero la solidaridad de la comunidad brilló en la oscuridad. Este relato de resiliencia y generosidad en medio de la adversidad revela por qué la ‘La boda milagro’ de Amghras es un testimonio de la fuerza humana en tiempos de tragedia.

Por Isma Ortiz  |  Angular

El primer momento

En aquella noche apacible en el pueblo bereber de Amghras, la celebración de una boda había envuelto a todos en una atmósfera de alegría y comunidad. Las jaimas habilitadas para ese evento se llenaban de risas y canciones, mientras los aromas de los manjares culinarios flotaban en el aire. Pero, la tranquilidad de la velada se vio abruptamente interrumpida cuando, a las 23:11 horas, la tierra misma pareció despertar con furia.

Un temblor sin precedentes sacudió el suelo, y en un abrir y cerrar de ojos, la alegría se transformó en miedo y caos. Las casas que habían albergado generaciones se derrumbaron como castillos de naipes, y las luces parpadeantes que iluminaban la fiesta se extinguieron. El rugido del terremoto fue ensordecedor y el grito de la gente llenó el aire, una mezcla de sorpresa y desesperación.

Las luces de los móviles y linternas se encendieron, proyectando sombras danzantes, mientras las familias se reunían para asegurarse de que todos estuvieran a salvo. En medio de la confusión, la solidaridad de la comunidad comenzó a surgir.

Se empezaron a organizar para ver quien faltaba y una vez fueron conscientes del número de personas desaparecidas empezaron su búsqueda. Consiguieron sacar a cuatro personas de debajo de los escombros con sus propias manos, y hubo seis personas que no pudieron rescatar y fallecieron. El impacto emocional de la tragedia hizo que uno de los ancianos del pueblo muriera dos días después.

A medida que avanzaron las horas, la magnitud de la tragedia se hizo evidente. Los daños eran extensos, y la vida de esta comunidad se había visto alterada de manera irrevocable. Aunque las casas habían caído, la fortaleza y la solidaridad de los habitantes de Amghras surgieron como una luz en la oscuridad. A pesar de la devastación, se apoyaron mutuamente, determinados a reconstruir sus vidas y su amado pueblo.

Una única cocina para todos, un lugar compartido por todos los habitantes del pueblo.

En medio de la confusión, la solidaridad de la comunidad comenzó a surgir.

Los días siguientes

Durante lo que pareció una eternidad hubo réplicas entorno a la hora del terremoto, que se extendió por 3 o 4 días sin que los habitantes de Amghras pudieran estar seguros. Cada vez que el reloj se acercaba a las 23 horas, una angustia insondable volvía a apoderarse del pueblo. La sensación de revivir el terremoto original era una pesadilla que los paralizaba, y aunque se encontraban en el exterior, bajo el cielo estrellado, el miedo era igual de aterrador. La luz de nuevo se apagaba y la oscuridad de la noche se cernía sobre ellos, mientras la tierra temblaba nuevamente como un oscuro eco del desastre.

Los niños, quienes a menudo son los más vulnerables en este tipo de situaciones, reflejaron los traumas más intensamente. Sus risas y juegos de antes se habían transformado en llanto y gritos, una expresión de su desconcierto y miedo. Cada réplica traía consigo un recordatorio angustiante del horror que habían vivido.

A pesar de la adversidad, la luz de la esperanza brilló en forma de solidaridad, y es que los habitantes de Amghras no estaban solos en su sufrimiento. La ayuda de las autoridades fue lenta debido a las dificultades para acceder y por la cantidad de pueblos afectados, pero la movilización que hubo de otros pueblos y de personas de las grandes ciudades fue una muestra impresionante de apoyo. Al día siguiente del terremoto, una marea humana llegó trayendo consigo ropa, comida, mantas y jaimas, una muestra conmovedora de empatía y generosidad. La comunidad de Amghras no podía dar crédito a la magnitud de la ayuda recibida y se aferró a ella como un rayo de esperanza en medio de la oscuridad. Aunque el camino por delante era incierto, sabían que no tendrían que recorrerlo solos.

Una pared en pie puede servir tanto para apoyar muebles rescatados, 
como para apoyar la ropa recién lavada.

Los días que vendrán

En el corazón del Atlas marroquí, donde los inviernos son crudos y el frío se adueña de la tierra, los habitantes de Amghras enfrentan un futuro incierto con una filosofía única. Cuando se les pregunta cómo planean afrontar lo que viene, su respuesta es un eco de resiliencia: “El futuro es hoy, mañana ya veremos, pero seguro que seguiremos”.

Por el momento, han establecido un campamento en las afueras del pueblo, refugiándose en jaimas que, en un principio, les proporcionan un respiro de las lluvias y los primeros embates del frío. No obstante, el desafío más inmediato es la falta de suficientes jaimas, con varias familias compartiendo espacios y separados por género. A medida que se acerca el invierno con sus temperaturas extremas, una jaima se convierte en un refugio precario para sobrevivir.

La incertidumbre sobre cuándo tendrán nuevas viviendas pesa sobre los habitantes de Amghras. El futuro es incierto, y no pueden prever si pasarán 1, 2 o incluso 10 años en esta situación provisional.

Lo que duele aún más que la pérdida de sus hogares, es la desaparición de las construcciones de adobe que han perdurado durante siglos, un legado de sus antepasados y una parte intrínseca de su rica herencia cultural. Cada adobe cuenta una historia, cada pared es un testigo del tiempo, y ver estas estructuras desmoronarse es una herida profunda en la identidad de Amghras.

Una generación que con toda seguridad le tocará reconstruir el poblado.

La incertidumbre sobre cuándo tendrán nuevas viviendas pesa sobre los habitantes de Amghras. El futuro es incierto, y no pueden prever si pasarán 1, 2 o incluso 10 años en esta situación provisional.

La destrucción de la mezquita ha propiciado que la misma jaima donde se encontraban 
en el momento del terremoto haga las funciones de ésta.

El constante movimiento de enseres es en los días posteriores algo habitual.

¿Por qué es una boda milagro?

Las bodas beréberes son festividades que despiertan la rica tradición y cultura de este pueblo. Durante tres días, se tejen vínculos, esperanzas y deseos para un futuro lleno de amor y prosperidad. El primero de estos días, las jóvenes solteras del pueblo se reúnen con la novia, marcando sus pieles con tinta de henna, al tiempo que rezan por encontrar un buen marido. El segundo día es el punto culminante, donde todo el pueblo se congrega para festejar con alegría y algarabía. El tercero, la familia del novio llega para completar la ceremonia con solemnidad y tradición.

El destino quiso que el día y la hora del terremoto coincidieran con el segundo día de celebración de la boda, un día en el que la mayoría de los habitantes del pueblo se encontraban fuera de sus hogares, disfrutando de la fiesta al aire libre o en las jaimas que se habían erigido para la ocasión. Esta circunstancia contribuyó a que el número de víctimas fuera mínimo, porque si el terremoto hubiera ocurrido en un día normal, cuando la gente estaría en sus casas, la catástrofe habría sido considerablemente peor.

Lo más sorprendente de todo, y lo que verdaderamente hace que esta celebración sea una ‘Boda Milagro’, es que la fecha se había modificado en dos ocasiones antes de finalmente confirmar que se llevaría a cabo en esos días.

Los novios, atrapados en un torbellino de acontecimientos, no pueden evitar sentir que su día especial estaba maldito. En medio del shock en el que se encuentran, no lograban percibir que su boda se ha convertido en un auténtico milagro para su pueblo.

Esta catástrofe y la forma en que se desarrollaron los eventos gracias a esta boda hacen que la comunidad de Amghras se mantenga más unida que nunca y preparada para afrontar los desafíos del futuro con determinación y unidad.

El interior de las casas se quedan al descubierto y muestran la vida pasada.

Una de las calles destruidas con una luz al final, parece un mensaje.

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Isma Ortiz

Es un fotógrafo independiente que ejerce su labor tanto en España como en diversos países alrededor del mundo. Su enfoque se centra principalmente en las personas, capturando sus historias y vivencias de una manera conmovedora y auténtica. Además, los paisajes desempeñan un papel esencial en su obra, donde la soledad se erige como un elemento central, creando composiciones visualmente impactantes. Su compromiso social es evidente a través de su colaboración con organizaciones sin ánimo de lucro y diversos colectivos sociales, donde aporta su talento artístico para generar un impacto positivo en la sociedad.