Fátima, una mujer de Yemen

Han pasado días, semanas y meses hasta convertirse en seis años. Seis largos y tediosos años en los que la población de Yemen ha tenido que afrontar día a día el hambre, la falta de empleo, el colapso de su país y el dolor. Seis años con todos sus minutos, horas y días, llenos de incertidumbre, de pérdidas y de la oscuridad abrumadora que supone una guerra de esta magnitud.

Texto: Júlia Serramitjana | Fotos: Pablo Tosco

Mientras la población se prepara para entrar en un nuevo año de guerra sin solución, las cifras siguen creciendo a la par del daño: desde 2015, más de doce mil civiles murieron a causa de ataques directos. Cuatro millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares debido al conflicto y más de 81.000 fueron desplazadas en los últimos cinco meses, principalmente aledañas a las nuevas líneas del frente en Marib, al-Jawf y Nihm. Dos tercios de la población depende de la ayuda alimentaria para sobrevivir y, debido al conflicto continuo, a los ataques aéreos y a las restricciones a las importaciones agravadas por la pandemia, millones de personas están en situación de hambruna.

Dos tercios de la población depende de la ayuda alimentaria para sobrevivir.

Fátima tiene nueve hijos y se dedica a la pesca. Sale todas las mañanas al mar con su barca. Se levanta sobre las tres de la madrugada para salir y normalmente lo hace sola porque prefiere que sus hijos se queden para ir a la escuela. Su iniciativa e ímpetu la mantiene a flote a ella y a su familia.

El Día Internacional de la Mujer puso de manifiesto, un año más, que las violencias contra ellas siguen siendo una realidad en todo el mundo, y que estas se agravan y se convierten en insufribles en un contexto de guerra. En Yemen la violencia contra las mujeres se ha manifestado de manera histórica en todas sus formas y es considerado uno de los peores países para ser mujer. Miles de mujeres y niñas carecen de acceso a la educación, a oportunidades económicas y a protección legal. Pero ellas han luchado mucho para cambiarlo antes de la guerra.
En 2011, las mujeres yemeníes hicieron historia siendo el centro de las revueltas que pedían una mejora en las condiciones de vida. Lograron formar parte de la Conferencia Nacional de Diálogo en 2014 y consiguieron importantes acuerdos como una participación del 30% en los órganos ejecutivos y una ley para elevar la edad del matrimonio, entre otros 173 artículos referidos a las mujeres. Su capacidad de mediar en la resolución de conflictos en sus tribus y comunidades fue una práctica que les facilitó más tarde poder realizar esta presión nacional.

Justo antes de que el conflicto se agudizase en 2015, estaban a punto de lograr un pequeño pero importante avance en el borrador de la nueva constitución, con la inclusión de varios artículos a favor de los derechos de las mujeres. Debido a la prolongación del conflicto, y a pesar de los avances logrados, una vez más, los derechos de las mujeres han quedado en el olvido.
La violencia armada —que ahora está presente— supone doble carga para ellas: a las atrocidades de las que es objeto toda la población civil hay que sumarle las discriminaciones y desigualdades preexistentes contra las mujeres. Pero, a la vez, los conflictos también las obligan a salirse de su rol tradicional. Bien poniéndose a la cabeza de la familia o aprovechando otras fuentes de ingresos. Y este es el caso de Fátima.

Muchos de los familiares de este joven pescador han muerto durante el conflicto y explica que varios hombres armados llegaron a la comunidad y tuvieron que abandonar sus casas. Se fueron a otro pueblo cerca y él, de vez en cuando, volvía sin que nadie lo supiera para ver cómo estaba. La última vez, vio muchas de las embarcaciones totalmente destruidas; eran el principal medio para conseguir sustento. En el aire cerca del mar se respiraba la pólvora y también había suciedad.

Fátima tiene nueve hijos y se dedica a la pesca. Vive en la región de Khor Omeira, Gobernación de Lahj. Es una zona árida a unas dos horas de Adén, en la costa oeste, justo al lado del mar. Sale todas las mañanas al mar con su barca. Se levanta sobre las tres de la madrugada para salir y normalmente lo hace sola porque prefiere que sus hijos se queden para ir a la escuela. Su iniciativa e ímpetu la mantiene a flote a ella y a su familia. Es una de las pocas mujeres de su comunidad que sale al mar, suele ir a lo más profundo y no duda en tirarse al agua para bucear cuando ve que puede conseguir moluscos. Su padre fue quien la enseñó a pescar. Es una mujer fuerte, pero a veces cuando el mar está agitado o hay tormenta siente miedo. Miedo de no volver, de perder lo que tiene y que tanto le ha costado ganar.

En Yemen la violencia contra las mujeres se ha manifestado de manera histórica en todas sus formas y es considerado uno de los peores países para ser mujer.

Región de Khor Omeira. Es una zona árida a unas dos horas de Aden, en la costa oeste, justo al lado del mar. La mayoría de sus habitantes se dedica a la pesca. En ella viven 3.000 personas en situación muy precaria. No hay servicios básicos. Las personas que viven en esta zona tienen muchas dificultades para tener agua para cubrir sus necesidades básicas, incluso para beber. La suelen captar directamente del mar o de pozos que se encuentran en la zona, pero a medida que han ido usándolos y son más profundos el agua es salina. Muchos de ellos usan directamente la del mar.

En su barco es ella quien maneja el timón y arranca el motor. Mientras, su marido y uno de sus hijos atienden sus instrucciones. Con mucha energía, tira y recoge las redes una y otra vez: “Yo soy una mujer fuerte”, dice. Explica que depende totalmente de lo que pesca.

Tiene una embarcación que pudo comprar con que ingresó vendiendo su pescado. Con el apoyo de la ONG Oxfam pudo comprar las herramientas para trabajar en el mar: una red, y boyas. Pero a causa del conflicto, los precios del combustible aumentaron y eso le dificultó poder comprarlo. Fátima dice con tristeza que las dificultades son muchas y las fuerzas escasean tras tantos meses de guerra, pero ella no pierde la esperanza y seguirá saliendo al mar cada madrugada para salir adelante.

Júlia Serramitjana

Periodista  |  Comunicación de Conflictos y Paz

Licenciada en Periodismo. Postgrado en Comunicación de Conflictos y Paz y Máster en Dirección de Comunicación Empresarial e Institucional. Se incorporó en Oxfam Intermón en 2008, dónde ha trabajado tanto en comunicación interna como externa, así como en proyectos de comunicación digital.

Pablo Tosco

Angular  |  Realizador multimedia

Foto-videoperiodista, comunicador social y máster en Documental Creativo. Desde 2004 documenta para Oxfam Intermón proyectos de cooperación, desarrollo y acción humanitaria en África, América Latina y Asia. Miembro fundador de Angular.

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