Una historia que se vuelve cien cuando se recorre las calles de tierra del asentamiento “Ampliación Los Vallistos”, donde la recolección de desechos y su posterior uso para la construcción de viviendas es el modo de vida más común.

Por Diego Aráoz

«Todo sirve para algo, pero nada sirve para todo»

(Quino, en su historieta Mafalda)

Este es el retrato de un barrio construido a partir de lo que otros desechan. Una historia que se vuelve cien al recorrer las calles de tierra del asentamiento Ampliación Los Vallistos, donde la recolección de desechos y su posterior uso para la construcción de sus viviendas es el común denominador.

El conjunto de viviendas —asentado en tierras fiscales, al sureste de la capital de la provincia de Tucumán (Argentina)—, nació con el retorno de la democracia en 1983 y lo habitan 300 familias según la información oficial (aunque los censos no son precisos dada la movilidad y crecimiento). El grado de escolaridad promedio es primario incompleto; los niños pasan sus horas en el potrero: no hay escuelas ni centros comunitarios en la zona. Las calles no están pavimentadas, no tienen servicio de agua corriente ni cloacas, aunque se pueden ver medidores de luz y alumbrado público como único rasgo de presencia estatal.

1. 

Daniel Barraza hace 16 años que vive en el barrio y desde hace ocho que está construyendo su casa. En estos momentos está ampliando su galería donde toma mate todas las mañanas con su familia. Reniega de que en el vaciadero cada vez se arroja más basura y menos escombros.

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2. 

Isauro Moyano sólo se detiene cuando prende un cigarrillo. Con lo que recupera, llena una a una las bolsas de arpillera: vende el plástico y el vidrio, a la chapa y al hierro se lo lleva a su casa. Siempre va acompañado de una jauría flacucha y huesuda. Tiene 50 años, la misma cantidad de años que ya lleva el cierre de los ingenios azucareros decretado por el dictador Juan Carlos Onganía.

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3. 

Iván Ramírez (18 años) amontona los hierros retorcidos que recuperó y los machaca con un mazo para separarlos del concreto. Entre los desechos que se amontonan en el vaciadero clandestino cercano a su barrio, el hierro es uno de los materiales más valiosos. Iván también repara piletas de plástico: respira a diario el polvo fino que despide esa labor.

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4. 

Eduardo Antonio Salvatierra nunca tuvo trabajo estable. Hace más de treinta años que vive de changas y de la recolección de metal que saca de los cables que junta. Ha perdido la cuenta de cuántas veces se lastimó las manos: por eso ahora usa unos guantes que sacó del mismo vaciadero.

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5. 

Las viviendas están construidas con residuos de demoliciones. La mayoría de los vecinos se dedica a la recolección de cartón, vidrio y todo material reutilizable (chapas, hierro, ladrillo, mobiliario o electrodomésticos). Mientras que algunos trabajan en las cosechas de limón y caña de azúcar —principales cultivos de la provincia de Tucumán— como jornaleros golondrina.

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Diego Aráoz

Reportero gráfico | fotodocumentalista

Fue docente de la materia Laboratorio de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Es miembro de la comisión directiva de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA). Forma parte del colectivo fotográfico “OJOS TESTIGOS – MEMORIA VISUAL”. Co-director 7°Bienal Argentina de Fotografía Documental. Actualmente forma parte del staff de fotografía del centenario diario LA GACETA de Tucumán. Es editor de fotografía de la revista de periodismo narrativo Tucumán Zeta.