Historia originaria del nombre Pampa

En su canción Soldado Búfalo, Bob Marley dice: “si conoces tu historia, entonces sabrás de dónde vienes, entonces sabrás a dónde vas”. Fundamental cuando atraviesas una llanura infinita.

Texto: Jose Luis Picciuolo Valls | Ilustraciones: Lua Kiti Picciuolo Urquiza

Nosotros somos pampas me dijo mi tío materno, el día en que me reveló que una de sus abuelas era india. ¿Por qué pampa? ¿Tenía que ver con la pampa como territorio? ¿Tenía que ver con alguna historia desconocida para mí? 

Eran finales de los años 60, y en esa época, a mucha gente le daba vergüenza decir que era india o que tenían algo que ver con los indios. No se usaba  la palabra originario, ni se hablaba de pueblos originarios, se usaba indio. Y la mayoría de los argentinos no reconocía tener algo que ver con los indios. En el campo no decían indio, decían china, mencho, chango, pampa. 

¿Pero, por qué pampa? ¿Por qué no tehuelche, ranquel, charrúa, querandí? Quizás, si no tuviéramos tantas conquistas escondidas debajo de la alfombra —la de América, la del Chaco, la del “desierto”— no tendríamos que recurrir a la palabra indio o la políticamente correcta “originario”. Si tuviéramos resuelta nuestra identidad colectiva, si simplemente conociéramos un poco mejor nuestra historia, tener un antepasado tehuelche o querandí no debería ser diferente de tener uno gallego, calabrés o catalán. 

La  idea de pampa está metida en ese barro. Inevitablemente. Pero a la vez, pampa es distinta, porque tiene muchas resonancias. Tiene que ver con lo étnico, con los valores de un pueblo y con la tierra, e incluso, con ciertas capacidades. Y esas capacidades conforman un estilo de vida. En mi infancia, recuerdo que en mi familia me decían,”no, no lo hagas así, hacélo a lo pampa”. Donde hacerlo a lo pampa significaba resolver una situación a nuestra manera, con lo que uno tuviera más a mano. Ahí pampa, no solo nos designaba, sino que también nos definía. Era “a lo pampa”, como una forma nuestra de hacer cosas, como una herramienta. Pero una herramienta que también incluía una forma de ser.

Luego, cuando tenía 19 años, la palabra pampa me reveló su historia. Paradójicamente no fue en la pampa argentina, sino mientras atravesaba el altiplano boliviano, rumbo al Perú. Porque, para mi sorpresa, comencé a encontrarme con otras pampas, y otros pampeanos. Yo, que creía que la pampa era argentina, me encontré con montones de pueblos, mapas y carteles que decían “Pampa”. 

A veces incluso decían “pampa pampa”, porque en los Andes,  para expresar el plural, se repite simplemente una palabra. 

Así, supe que “pampa” era el término kechwa y aymara para designar  una planicie, una llanura, y sus habitantes. Pero no de forma aséptica, objetivada, sino como experiencia vital. Escuché cuando decían nayaxa pampana utja siritwa, nayawa pampa jilatatxa

Yo soy el que vive en la pampa, 

soy el hermano pampeano. 

Mi casa está junto al río,

mojada por la lluvia,

cincelada por el granizo,

despintada por el sol.

Así supe, hace muchos años, que la pampa era mucho más que nuestra Pampa. Y que había muchas pampas en América del Sur. 

Pero. ¿Por qué nosotros, que estábamos a miles de kilómetros del origen de la idea de Pampa, también éramos pampeanos? Y sobre todo ¿Cómo era la idea originaria de Pampa? Esa es la historia que vengo a contar.

El origen del nombre Pampa

Retrocedamos.

Ahora estamos en el año 1532, todavía no ha caído el Tawantinsuyu, el Imperio Inca. Todavía no hay caballos en la llanura. 

Una tercera parte de lo que hoy es Argentina está bajo el control del estado cuzqueño, pero su poder y su cultura se proyecta mucho más allá de sus fronteras, incluso en las tierras bajas. Todos saben del Inca y su glamour. Traduciendo a sus informantes nativos, los españoles llamarán al Inca, Rey de Plata, Rey Argento. Y, a lo que hoy es Argentina, “Terra Argentea”.

En esa época éramos el sur del Imperio Inca. Había 7 wamanis o provincias, 2 del lado chileno y 5 en Argentina, y la más austral se llamaba El Kullum o Cuyo, con capital en Uspallata. Sus redes comerciales y culturales se extendían hacia las sierras centrales en Córdoba y las inmensas llanuras del sur, en las actuales provincias de San Luis, La Pampa y Buenos Aires.

El Qhapaq Ñan, la red vial del estado inca, conectaba las ciudades y centros productivos a lo largo de los Andes, desde el sur colombiano hasta la Patagonia. Pero los caminos no se detenían en los lindes fronterizos, sino que continuaban hacia selvas, salares y pastizales, enlazando con las viejas rastrilladas ranqueles, los caminos de agua guaraníes y las cachoeiras charrúas.

Todos estaban conectados. Por allí iban y venían caravanas de viajeros, comerciantes, combatientes y shamanes, en una enorme red de intercambio de bienes, ideas y palabras. De los Andes bajaban tejidos, armas, herramientas de cobre y joyas labradas en caracolas, oro y plata. Y de las tierras bajas subían tapados de piel de tigre, diademas de plumas, perfumes, cera, miel, pócimas afrodisíacas y pipas para fumar alucinógenos.

Recordemos, estamos en 1532, y faltan aún 4 años para que comience la invasión europea de Argentina. Nadie sabe que existe África, Asia, Europa. El poder político, económico y cultural más relevante, en lo que hoy es el territorio argentino, está en los Andes, no en el Río de la Plata. Y la lengua vehicular del estado, es el kechwa. Y en esa lengua, a los pueblos de las tierras bajas se les llama pampas, pues los incas  clasificaban a la gente según su hábitat.

La misma palabra “kechwa” significa valle, por lo tanto los kechwas son los habitantes de los valles, “yunga” designa la selva, por eso los yungas son los pueblos selváticos, “Chaku” se usa para llamar al gran espinal, zona de caza, donde habitan los pueblos chaqueños.  Y, en ese contexto, el término “pampa” es utilizado para designar la llanura y sus habitantes.

En lengua kechwa, gente se dice runa y el plural es kuna, así que esa nación caminante, que los españoles van a registrar más tarde como ranqueles, querandíes o charrúas, para los incas eran los pampa runa kuna, es decir, los habitantes de los llanos, los pampas o pampeanos.

En cuanto a la fecha en que comienza a usarse el término,  podemos hablar de principios del siglo 15.  Según recientes estudios arqueológicos, sabemos que fue a partir de 1410 cuando la presencia inca, en lo que hoy es el territorio de la provincia de Mendoza, puso en contacto a funcionarios del estado andino con las sociedades de la llanura.

Por supuesto, los diversos pueblos a los que los incas llamaron pampas, tenían cada uno sus propios nombres, para auto-designarse. Sin embargo la denominación “pampa”, al estar fundada en algo real y práctico como es el ecosistema, fue adoptada por todos ellos para relacionarse con quienes no pertenecían a la llanura.  Gente de los Andes, gente de los ríos, gente del otro lado del mar.

Como es bien sabido, al dominio imperialista del estado cuzqueño sobre nuestro territorio, le siguió el no menos imperialista dominio de la Monarquía Hispánica. En el período de transición de un imperio a otro, los funcionarios incas transfirieron a  los hispanos la administración del estado, que, lejos de ser desmantelado, fue adaptado a una nueva cosmovisión extracontinental.

Durante esa etapa de transición, los españoles no eliminaron las estructuras administrativas incas, más bien hicieron un restyle de las mismas, dándole un carácter a la española, como se decía entonces. Se mantuvieron remodeladas varias instituciones incaicas, como la organización rotativa del trabajo, la administración de caminos o el sistema de correos. Entre las cosas que se mantuvieron, también  estaba el sistema clasificatorio para denominar a los territorios y sus habitantes, por eso pervivió el nombre pampa.

Ahora bien, el concepto de  Pampa, no solo designaba a las sociedades de las llanuras, sino que también incluía una práctica política propia  y un  estilo de vida. Ambos, adaptados a un ecosistema diferente al de los andes, las selvas o las ciudades.  Una forma propia de organización social y gestión del poder. ¿Cómo era entonces, en esas épocas originarias, el modelo político Pampa?

El tiempo cíclico y la idea Pampa de la vida

Políticamente hablando, el modelo Pampa se fundaba en un ideal de vida autárquico, que sostenía su independencia económica y su soberanía, y que, en su afán por preservar la autonomía, oscilaba entre aliarse o alejarse de la concentración del poder, que representaban tanto el aparato funcionarial inca como el español. 

En palabras del antropólogo Pierre Clastres, no era solo una sociedad sin estado, sino más bien una sociedad contra el estado. En el sentido de que tenía instituciones diseñadas deliberadamente para impedir la concentración del poder en manos de una élite.

Si el modelo inca, estaba apalancado en una eficaz administración de los ecosistemas andinos, y el hispano, en su conexión con la metrópoli, el modelo pampa, por su parte, era la expresión política, económica y cultural de la vastedad de la llanura y su diversidad ecológica.  Un modelo que respondía a la particular configuración pampeana, caracterizada por ser una inmensa superficie sin solución de continuidad.

Detengámonos un minuto en este desafío. ¿Cómo habitar un territorio tan grande y homogéneo, que puede ser atravesado sin mayores obstáculos, pero que, por su inabarcable extensión, es en sí mismo una frontera? 

Porque en la Pampa, y en la estepa patagónica, aún hoy, quizás no tengas que atravesar montañas ni ríos para ir a buscar leña, pero tendrás que recorrer grandes distancias, a veces 50 u 80 kilómetros, solo para conseguirla.

De esa particular orografía, y los ecosistemas que lo forman, surge un modelo circular, que caracteriza a las autonomías de la Pampa. Según el investigador del CONICET Rafael Curtoni, para las sociedades de la Pampa, históricamente, el tiempo y el espacio eran circulares, y esa circularidad se expresaba en los caminos y, en general, en la ocupación de un espacio, que a su vez, representaba redes de relaciones sociales, políticas, económicas e intelectuales.

En su indagación en el entramado de las viejas rastrilladas y caminos de la pampa, que los humanos venimos utilizando desde hace milenios, Curtoni descubrió que hay dos tipos de orientaciones diferentes. Están los caminos “rectos”, de largo recorrido y direccionados de este a oeste, o de norte a sur, destinados a la relación con grupos de poder o centros económicos externos. Y están los caminos “circulares”, que giran en torno a un centro de poder local —político, económico o sagrado— dentro de la propia interna pampeana. Son los que en los siglos 19 y 20 van a ocupar los grandes líderes y sus familias y, en torno a ellas, los jefes menores o “capitanejos” de quienes nos habla por ejemplo Lucio V. Mansilla. 

Esta circularidad mental pampa, que en la dimensión espacial se expresa en rastrilladas radiales, en su dimensión temporal se expresa en ciclos. Pero los ciclos no son repeticiones, no son un loop. Es mejor pensar el tiempo cíclico como un patrón que vuelve una y otra vez, pero que siempre es nuevo. 

Para entenderlo, hay que mirar el sol y las sombras que se proyectan en la tierra. Hay que observar como las sombras y las distancias crecen y decrecen a lo largo del año, mientras la tierra gira y la naturaleza se renueva. Y hay que visualizar a la política, y en general a la sociedad humana, como parte de ese ciclo.

Caminar, cabalgar y conducir a lo Pampa

Cuando los caravaneros pampas atravesaban caminando la Gran Rastrillada que unía el Pacífico con el Atlántico, a su paso iban contactando con distintos lonkos o centros del poder circular. Cada círculo de poder era diferente a los demás, sin embargo, todos formaban parte del mismo patrón. De la misma forma, el tiempo cíclico es un proceso, a la vez, de recurrencia y diferencia. Esta es la forma en que los pampas entienden la Historia. Para acercarnos a esa idea, vamos a ver un ejemplo breve de ese proceso, que es a la vez reinicio y continuidad. Se trata del ciclo histórico de las sociedades de la Pampa a partir de la presencia del caballo. 

Luego de la quema del asentamiento europeo de Buenos Aires en 1536, los caballos abandonados por sus pobladores comenzaron a reproducirse de forma explosiva en la inmensa llanura, incorporándose, mediante el mecanismo natural de la evolución, al ecosistema del pastizal pampeano. 

Se ha dicho que en poco tiempo los caravaneros pampas adoptaron el caballo a su vida. Pero esa frase es engañosa. Los pampas no adoptaron el caballo, sino que el caballo se incorporó a un ecosistema, del cual los pampas ya formaban parte. Es un proceso muy diferente. Porque el ecosistema pampa no alteró su lógica por la presencia de las especies foráneas y la sociedad pampa tampoco. 

Esto significa que los pampas incorporaron al caballo, no como una especie nueva, sino como parte ya integrada en el ecosistema. Por tanto, trataron al caballo igual que al resto de los componentes del ecosistema, es decir, como a un igual. Como expresa la ilustración que acompaña este texto, el hombre no domina al caballo sino que ambos son parte de la Pampa. 

El nuevo Ciclo del Caballo no modificó la lógica de libertad e igualdad de la sociedad pampa. Por el contrario, los pampas adoptaron el caballo porque potenciaba aún más su movilidad, y con ello, su libertad.

Como dice la chamarrita de Don Linares Cardozo,

“La ancestral ley del minuán, 

donde nadie, a nadie es más. 

Esa es mi ley de la igualdad”

Para el modelo Pampa, esa ley de la igualdad no sólo rige para las personas, rige para todo, animales y plantas, espíritus y naturaleza, hombre y artefacto, tiempo y espacio. Es necesario comprender esto para acercarnos a la forma en que los antiguos pampas se relacionaban con el entorno. 

A partir de la presencia del caballo, todo cambió, es verdad, pero también, todo continuó. Porque si bien, de empedernidos caminantes los pampas se hicieron ecuestres, los caminos recorridos fueron los mismos. Los mismos que hoy recorremos. 

Este ciclo del caballo es solo un ejemplo de la idea del tiempo y el espacio que esconde el nombre Pampa. Podríamos poner otros ejemplos, y en todos encontraremos la misma idea del mundo, originada en el hecho de vivir en la Pampa. 

Ahora que sabemos de dónde viene el nombre pampa, y de todo lo que significó en su origen, cabría preguntarse si más allá de los cambios culturales y el  tiempo transcurrido, esa forma pampa de estar en el mundo sigue aún viva, o no, en nosotros. 

Notas Bibliográficas

  • Basándose en fechados radiométricos el arqueólogo Erik J. Marsh concluye que “Los Incas llegaron a Mendoza en 1380-1440, con una mediana de 1410”, ver su ponencia “¿Cuándo llegaron los Incas a Mendoza?” p.18. En https://www.researchgate.net
  • Sobre la idea circular del poder Pampa leer “Análisis e interpretación de las rastrilladas indígenas del sector centro-este de la provincia de la Pampa” de Rafael Pedro Curtoni, en Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Nº 1, 65.
  • La cita de Lucio V. mansilla se refiere a su libro “Una excursión a los indios ranqueles”, y puedes leerla aquí: https://biblioteca.org.ar/libros/10068.pdf
  • La referencia a Pierre Clastres pertenece a su libro “La sociedad contra el estado”, Monte Ávila Editores, Barcelona, España, 1978.
  • La chamarrita de Don Linares Cardozo se llama “Soy entrerriano”, himno de la Provincia de Entre Ríos, y puedes escucharla aquí https://www.youtube.com/watch?v=MfbDbljaLoU 

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Jose Luis Picciuolo Valls

Es antropólogo. En abril presentará en la Feria del Libro de Buenos Aires su libro “Incas, Conquistadores y Jaguares, Historia Originaria del Fin del Mundo”, donde describe el escenario político argentino en vísperas de la invasión europea de 1536. 

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