Dudas y promesas en la transición energética colombiana
El departamento de La Guajira es cada vez más conocido como el lugar estratégico para la transición energética de Colombia. También es territorio de la etnia más grande del país, los Wayuus, quienes padecieron las consecuencias del modelo extractivo.
El pueblo Wayuu reflexiona sobre su territorio y las promesas de cambio. Éstas son sus voces.
Texto: Lise Josefsen Hermann / La Guajira | Fotos: Nicolò Filippo Rosso
Una mujer de pie durante el funeral de un bebé de dos años que murió de fiebre repentina —según dijeron a los miembros de la comunidad— en Manaure, La Guajira, Colombia. * Foto: Nicolò Filippo Rosso
Robinson Ipuana, de 42 años, descansa en su hamaca rodeado de cactus y pequeños arbustos. Vive en Anasu, comunidad indígena Wayuu en la parte norte del departamento de La Guajira. Hablamos con él y un viento seco sopla con constancia.
— “…la gente empezó a hablar, ¿por qué vendría todo esto? Empezaron a hablar de mejores casas para las personas que viven por aquí y que iban a colocar una antena.”
Anasu queda apartado, lejos incluso del resto de La Guajira. Para llegar se requieren varias horas de viaje a través de un camino de tierra en pésimo estado. No hay transporte público, ni agua potable. No hay luz eléctrica, y me pregunto si llegará a ésta población distante, o las promesas solo son para otros territorios.
—En ningún momento dijeron cuánto tiempo duraría esto o cuánto territorio nos quitarían. La extensión del territorio sería enorme, pero en ningún momento se sentaron a hablar sobre cuáles comunidades serían encerradas.
Las autoridades buscaban claridad sobre el impacto en sus comunidades, pero como no había información específica, muchas se opusieron.
—Decían: ¿por qué otros están permitiendo que les hayan quitado tanto de su territorio, si prácticamente crecieron aquí? Lo que queremos es una mejora para nuestra comunidad; un acueducto, mejor educación, hospitales, cosas así. Los demás aceptaron el parque eólico. Dicen, harán un acuerdo para que, si la empresa no cumple, de igual forma la empresa haga que esos beneficios lleguen a las comunidades.
Robinson y sus compañeros de la comunidad desconocen experiencias anteriores de extracción de carbón y con otras empresas extranjeras en otras partes de La Guajira. Me siento como si estuviera en otro país. O en una isla casi sin conexión con el resto de la nación.
Buitres se posan en las ramas de un árbol en el desierto de La Guajira, en Riohacha. * Foto: Nicolò Filippo Rosso
En Alta Guajira conocemos la experiencia de una población que optó por abrir las puertas, en 2014, al proyecto del Parque Eólico.
Adelco Segundo Larrada Ipuana es la autoridad ancestral de la zona de Kuisa. Él cuenta que no tuvo confianza en el Estado y buscó acercarse con la empresa italiana ENEL para negociar directamente:
–Siempre dije que yo no quería la presencia de esa gente porque simplemente nos tuvo en total abandono, el Estado siempre nos ha tenido en abandono.
Luego la comunidad firmó un preacuerdo en el que se establecieron qué beneficios la empresa iba a dar a la comunidad:
–Iban a ser unas compensaciones en dinero que no podían ser entregados en efectivo sino a través de proyectos. Yo mismo armé uno basándome en los proyectos que hicimos con los recursos de resguardo y les dije: “esto es lo que queremos que se ejecute: en educación, salud, vivienda, cultura, sector agropecuario, agua y saneamiento básico”.
Adelco insiste en su crítica hacia el Estado como argumento para buscar apoyo de empresas extranjeras:
–El gobierno nacional, departamental y municipal nos tuvo en total abandono. A mí me ha tocado buscar apoyo por fuera. Yo lo vi como una esperanza para ayudarle algo a mi comunidad y lo estoy viendo sea de a poquito, pero lo he visto.
Como autoridad ancestral reconoce la relación desigual para que la comunidad se siente a negociar con una empresa extranjera:
–No tengo la experiencia para yo decirle a ENEL: “no, esa no es la cantidad que me corresponde”, pero sin embargo tratamos de negociar con ellos y llegamos a un acuerdo de cierta cantidad. Pero fue porque consulté a amigos y unos dicen no está bien, otros dicen que está muy barato. Pero bueno, lo hecho-hecho-está. Respecto a los desplazamientos, lo veo como algo ilógico porque ahora no puede pasar. No creo que una empresa vaya a desplazarte de un territorio a otro y venga a barrer tu cementerio. No creo, y menos en este siglo.
Somos el mayor generador de regalías en este país, pero nuestros recursos de regalía se lo llevan para la construcción del metro de Medellín, para las megaobras, y a nosotros ni siquiera nos quedan buenos colegios para salir del analfabetismo.
Una mujer se para frente a ataúdes de papel del tamaño de un niño, en la Plaza de Bolívar en Bogotá, para protestar por la muerte de los niños Wayuu.* Foto: Nicolò Filippo Rosso
En la actualidad, según el Ministerio de Minas y Energía, existen 55 proyectos en La Guajira. En la ciudad de Riohacha conversamos con Álvaro Ignacio Iguaran Uriana quien es abogado y Asesor de Comunidades en las Consultas Previas que están realizando las Multinacionales con las diferentes autoridades Tradicionales Indígenas Wayuu, para la Construcción de los Parques Eólicos.
Álvaro muestra su preocupación sobre el proceso de la transición energética:
–Es como si nos invadieran el territorio con el consentimiento del gobierno nacional. El gobierno ha venido hablando de la construcción de parques eólicos en nuestro territorio y la generación de más de 11000 puestos de trabajo directo, lo cual no es cierto. Las empresas eólicas en La Guajira no están ofreciendo ningún tipo de desarrollo a nuestras comunidades.
No se habla del impacto ambiental. Por ejemplo, en las áreas donde se van a instalar estas torres prácticamente ya no van a quedar cactus. Y es una de las herramientas básicas, como los frutales. O sobre la polinización y los murciélagos, también habrá un gran impacto sobre ellos.
Otro de los temas que mayor preocupación generan sobre las comunidades de la zona es la seguridad, los muertos y los conflictos interclanes, que se agudizan con la presencia de empresas extranjeras: “Lo peor que nos puede suceder es que esta multinacional fraccione nuestro territorio. Es el mayor generador de conflicto interclanil que tenemos ahora en La Guajira. En cada territorio hay que distinguir que el dueño de este territorio o el dueño es una determinada casta. Entonces no se toma esto en cuenta a la hora de negociar con la empresa, las concesiones y entonces ahí se genera el conflicto. Las empresas llegan de una forma muy amable de una forma muy poco conciliadora. Cuando ya entran en el proceso de diálogo con las comunidades, empiezan con ofrecimientos de desarrollo, de progreso. Les dicen que estos parques le van a generar progreso al territorio, que estos parques van a generar turismo dentro del territorio. Entonces eso es una gran afectación a nivel de conflicto”.
Álvaro sostiene una crítica dura: “Hay mucha información en cuanto a los procesos de la consulta previa. Se están realizando de forma irregular en los territorios ancestrales”.
La Guajira es el segundo departamento más pobre del país después de Chocó. En 2021 se registraron veintiún niños muertos por desnutrición.
–Somos el departamento más rico de Colombia y al mismo tiempo el que tiene el peor índice de necesidades básicas insatisfechas. Somos un departamento generador de riqueza. Pero qué ha sucedido con el carbón: tenemos más de 30 años de la explotación de carbón y no trajo absolutamente nada, más bien pobreza y enfermedades por la contaminación del polvillo. Somos el mayor generador de regalías en este país, pero nuestros recursos de regalía se lo llevan para la construcción del metro de Medellín, para las megaobras, y a nosotros ni siquiera nos quedan buenos colegios para salir del analfabetismo. Esa es la gran paradoja que tenemos los Wayuu, el trato que nos dan nuestros propios gobiernos”.
Miembros de la comunidad de pie durante el funeral de una mujer que murió por complicaciones relacionadas con la desnutrición. Los wayuu consideran la muerte como necesaria o más importante que la vida. Durante los funerales, las mujeres Wayuu lloran y cubren sus rostros con velos o toallas. Dicen que sus lágrimas acompañan el alma de los muertos hasta “Jepirra” o el más allá. * Foto: Nicolò Filippo Rosso
Ángela Ortiz, es activista en Fuerza Mujeres Wayuu, una organización que analiza la situación con preocupación:
–En este momento tenemos una preocupación extra a la minería del carbón en La Guajira. Contamos con varios procesos de consulta previa de diferentes empresas. Hay planes de más de 68 Parques de Molinos de Viento de muchas empresas multinacionales como, por ejemplo, la italiana ENEL. Tenemos éstas propuestas de desarrollo de Parques Eólicos por un lado. Y en otra parte de La Guajira ––más hacia el sur–– están los planes de una nueva mina a cielo abierto por la empresa Best Coal Company SAS. A parte de Cerrejón, que lleva décadas operando en el departamento. Y varias otras minas en la región.
Para la lideresa Wayuu siempre será una relación desigual entre las empresas multinacionales ––ya sean de minería o de energía eólica–– y las comunidades indígenas. Y eso es preocupante, muy preocupante:
–Nosotros, las comunidades Wayuu, estamos negociando con hambre y sed y esto es muy poderoso a la hora de sentarnos a la mesa. Cuando hay necesidades esenciales en las comunidades ––siempre hay el tema del agua, por ejemplo–– es muy complejo. Es muy difícil que las comunidades sigan un proceso adecuado de consulta. Negociar con la barriga vacía es bastante complejo. Negociar con hambre es difícil. Yo tengo mi hijo, si mañana no tiene qué comer y llega la empresa y me ofrece, yo agarro lo que la empresa me ofreció porque tengo necesidades de por medio.
Ángela reflexiona sobre la denominada ‘maldición de los recursos’ que les ha tocado en La Guajira, así como en tantísimos otros lugares donde vive población indígena:
––Sabemos que La Guajira es una tierra maldita en el sentido de que los ojos están puestos para depredar al territorio. Aquí hay gas, carbón, sal, hay viento, hay sol, hay cobre, hay oro, y otros minerales. Y uno de los mejores carbones está en La Guajira. También el mejor viento y sol. Pero también toca hablar de lo que está sucediendo en el territorio en este momento por la energía eólica.
Para la lideresa Wayuu siempre será una relación desigual entre las empresas multinacionales –ya sean de minería o de energía eólica– y las comunidades indígenas. Y eso es preocupante, muy preocupante:
–Nosotros, las comunidades Wayuu, estamos negociando con hambre y sed y esto es muy poderoso a la hora de sentarnos a la mesa.
Mujeres preparan comida durante un acto comunitario en Manaure. * Foto: Nicolò Filippo Rosso
Para la lideresa el Estado tiene una gran responsabilidad sobre lo que sucede con las múltiples actividades extractivas:
–Hay que hablar claro: el primero que violenta los Derechos Humanos es el mismo Gobierno Nacional. No hay discusión porque quien tiene la llave de la puerta es quien controla quien sale y quien entra. Y en este caso, hablando de la entrada de las multinacionales a Colombia, es el Gobierno Nacional quien autoriza. En otras palabras, es quien otorga las concesiones. Y hay que entender: el territorio es donde está tu placenta y donde están tus muertos. Es diferente llegar a un pueblo indígena y a un pueblo no indígena. El pueblo Wayuu está arraigado a su cultura, a sus costumbres, y a todo lo que tiene que ver con el territorio. Así como lo espiritual: los espíritus se quedan en su lugar, son dueños del territorio. Este es su territorio ancestral. Y las negociaciones también tienen consecuencias en la comunidad a nivel espiritual.
El volumen de su voz baja mientras me cuenta sobre las almas divagando y la espiritualidad. Es un tema privado y delicado para compartir con alguien de afuera de la comunidad. ¿Cómo se mide la afectación por estar lejos de tu placenta enterrada o de tus almas de seres queridos?
Para la lideresa de Fuerza Mujeres Wayuu hay aprendizajes importantes a partir de la minería de carbón:
–Seguimos haciendo esfuerzos para que las comunidades sepan defender sus derechos. Formamos a la gente, intercambiamos experiencias. Tenemos que aprender de los errores de los demás, de las demás negociaciones que se han hecho. Aquí en La Guajira tenemos toda una base de experiencias de errores que se han cometido con las negociaciones con las multinacionales”.
¿Se ha aprendido de los errores del pasado en La Guajira?
–Nosotros sabemos estas cosas porque hemos venido apoyando los procesos. Pero las comunidades no. Porque no es en la misma comunidad donde se están repitiendo los hechos. Porque el carbón está en el sur de La Guajira, y las eólicas está en La Alta Guajira, en el norte. Pero sabemos que ninguna comunidad ha hecho una buena negociación con la multinacional de Cerrejón.
* Este proyecto fue apoyado por una beca de CLEW – Clean Energy Network.
Lise Josefsen Hermann
Periodista | Corresponsal
Lise lleva más de 10 años como freelance, insistiendo —sobre todo al público del norte de Europa— sobre las condiciones humanas en Latinoamérica y la huella que dejamos en el mundo. Reporta para varios medios de Dinamarca y Noruega, así como internacionales (NYT, DW, BBC, El País) y oenegés (Amnistía Internacional y Oxfam). Es Pulitzer Grantee y ha recibido apoyo de National Geographic, Clean Energy Network (CLEW), Fundación Gabo & Open Society Foundation. Se enfoca en temas ambientales, DDHH, migración y pueblos indígenas.
Nicoló Filippo Rosso
Fotógrafo documental
Se licenció en Literatura por la Universidad de Turín en Italia. Trabaja en proyectos personales relacionados con las migraciones en las Américas, el impacto de los combustibles fósiles en el cambio climático y la lucha por la supervivencia de las comunidades indígenas abandonadas.
Su trabajo ha recibido importantes premios como World Press Photo, Getty Images Editorial Grant, W. Eugene Smith Fund, International Photography Award, World Report Award, y fueron publicados por los principales medios estadounidenses y europeos. Además de su trabajo personal y editorial para revistas, periódicos y ONG, frecuentemente da conferencias sobre fotografía y periodismo. (Foto de autor: @DaniaMaxwell)
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