Jamaica después del huracán y contra el olvido
En los distritos más golpeados tras el paso del huracán Melissa, donde postes y techos aún yacen en el suelo, los residentes repiten: “Hacemos lo que podemos”. La recuperación avanza a paso propio y depende en buena medida —más allá de planes oficiales— de la capacidad de las comunidades para reconstruir viviendas y sostener la vida cotidiana en medio de una emergencia que se prevé prolongada.

Secuelas del desastre más devastador en la historia de la isla
El huracán Melissa —una de las tormentas atlánticas más fuertes jamás registradas— dejó al menos 45 muertos, cientos de heridos y una estela de destrucción. Pero la devastación aún está presente. Las organizaciones humanitarias enfrentan importantes desafíos logísticos para llegar a quienes lo necesitan, mientras las comunidades luchan por recuperarse.
Un mes después del desastre gran parte del suroeste de la isla permanecía a oscuras y las carreteras seguían bloqueadas. Las comunicaciones eran intermitentes en al menos treinta comunidades a las que solo se podía acceder por aire o por mar; y las esperanzas de un regreso total a la normalidad se desvanecían entre el lodo, los escombros y la creciente desesperación. En los pueblos y aldeas rurales, el paisaje era de una devastación total: exuberantes corredores verdes convertidos en una zona de desastre con árboles arrancados de raíz, vegetación calcinada y casas destrozadas por los vientos de 300 kilómetros por hora de la tormenta y las consiguientes inundaciones y deslizamientos de tierra.
Según la Agencia Caribeña para la Gestión de Emergencias por Desastres (CDEMA), Melissa dejó a unas 30.000 familias desplazadas y afectó a 182 comunidades. Además, los daños a la infraestructura crítica, incluidos hospitales y centros de salud, han limitado la capacidad de brindar asistencia y retrasado el restablecimiento de los servicios básicos.
«Estamos racionando el agua; solo nos queda una bidón y no sabemos cómo conseguir más», dijo Shernett Opal Brown, madre de ocho hijos.
Shernett vivía a pocos metros de la Iglesia Apostólica Faith Emmanuel, donde ella y un grupo de vecinos se refugiaron el día de la tormenta. La mayoría vive ahora en tiendas de campaña improvisadas o con familiares cuyas casas se salvaron. La iglesia, como muchas otras, se ha convertido en un centro comunitario que ofrece suministros donados por los vecinos y las organizaciones humanitarias.
Varias semanas después de la tormenta, muchas familias de las parroquias de Saint Elizabeth, Westmoreland y Manchester afirmaron haber recibido poca ayuda y no sabían cuánto tiempo más podrían subsistir por su cuenta. Ante la saturación de los equipos de limpieza gubernamentales y la interrupción de las cadenas de suministro, la acción comunitaria se convirtió a menudo en la primera —y a veces la única— forma efectiva de asistencia.
Este reportaje fotográfico profundiza en el trabajo silencioso de las comunidades más aisladas y en las iniciativas de reconstrucción impulsadas por la propia comunidad
Las necesidades in-crescendo
Wenford Henry, director nacional de la Agencia de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA) Internacional en Jamaica, dijo al inspeccionar viviendas y estructuras en Cuffies Pen: “Es como si hubiera explotado una bomba nuclear. Todos los edificios han perdido sus techos. Algunos se han derrumbado. La vida de la gente ha dado un vuelco total”.
El gobierno estimó que, en los distritos de la costa suroeste, entre el 80 y el 90 % de los techos de las viviendas y otros edificios fueron arrancados por el huracán. La falta de materiales dificulta los esfuerzos de reconstrucción en muchas de las comunidades rurales.
Según las Naciones Unidas, las prioridades de la respuesta humanitaria al huracán Melissa incluyen proporcionar acceso a agua potable y saneamiento, reanudar los servicios de atención primaria de salud y nutrición, proteger a los menores y atender las necesidades de alimentación y vivienda.
Ante estas necesidades abrumadoras, algunos trabajadores humanitarios temen que la situación se agrave aún más en las próximas semanas y meses. “El problema actual se agravará cuando haya menos asistencia, a medida que los equipos comiencen a retirarse del país y cuando aparezcan enfermedades transmitidas por vectores, por ejemplo, debido al agua estancada”, afirmó Alejandra López, gestora de programas de ADRA. “Las necesidades se intensificarán debido a la destrucción del sistema productivo”, añadió, refiriéndose a la producción de alimentos.
La magnitud del desastre
En Cuffies Pen, parroquia de Saint Elizabeth, el huracán arrancó techos y esparció escombros por manzanas enteras. A pesar de la llegada de ayuda humanitaria internacional, la escasez de agua potable y alimentos ha sumido a los residentes en una situación precaria.
Los sistemas alimentarios han colapsado, las pérdidas agrícolas se estiman en 192 millones de dólares y las tierras de cultivo permanecen inundadas o sepultadas bajo escombros. La magnitud del desastre se hace evidente: las pérdidas económicas ya superan los 7.700 millones de dólares —aproximadamente el 35% del PIB nacional de Jamaica— y nuevos modelos sugieren que las pérdidas totales podrían superar los 20.000 millones de dólares.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) anunció que su objetivo es brindar asistencia a 200.000 personas mediante ayuda alimentaria, transferencias monetarias, logística y telecomunicaciones de emergencia durante tres meses; un paso crucial en la transición del país de una respuesta humanitaria inmediata a una estrategia de recuperación a largo plazo. La organización entregó kits de alimentos a 24.500 personas. Sin embargo, advirtió que de los 30 millones de dólares necesarios para su respuesta, hasta el momento solo se han recaudado 6,8 millones.
“Necesitamos comida y agua”
Visiblemente conmocionados, residentes de Cuffies Pen —que prefirieron no dar su nombre—, observan lo que queda del lugar: “Necesitamos comida y agua. ¡Por favor, traigan comida y agua!”.
Muchas personas mayores, especialmente aquellas que viven solas, se enfrentan a una creciente vulnerabilidad debido a los prolongados cortes de luz, la movilidad reducida y la falta de suministros básicos. En todo el país, 54 centros de salud sufrieron graves daños, lo que afectó críticamente el acceso a servicios de salud esenciales. Para muchos jamaicanos, la fuerza destructiva de Melissa es difícil de expresar con palabras, incluso en patois, el criollo de base inglesa con profundas influencias africanas que refleja la historia, la resiliencia y la identidad del país. “Nunca habíamos vivido algo así. No sé ni cómo describirlo”, declaró Louis William, un residente de 58 años de la cercana comunidad de Lacovia.
En un centro de distribución de alimentos improvisado en Lacovia, una voluntaria prepara raciones básicas de comida para las familias afectadas. Dahlia Salmon, quien dirige el centro, explicó que, para muchos, estas raciones de comida son “la única fuente estable de alimento mientras continúan los cortes de luz y el cierre de negocios”.
Aquí, los voluntarios aún trabajan arduamente —según la cantidad de donaciones recibidas—. Los residentes de las parroquias más afectadas también organizan comidas comunitarias en los centros e iglesias improvisados.
Servicios eclesiásticos y comunitarios
La nave principal de la Iglesia Presbiteriana de Lacovia permanece a cielo abierto tras el derrumbe del techo, que dejó inutilizables los bancos, el mobiliario y los archivos religiosos.
«La reconstrucción podría tardar meses debido a la falta de materiales y financiación», declaró David «Tony» Reid, pastor de la iglesia. A pesar del dolor por la pérdida de uno de sus principales espacios de encuentro y apoyo social, la comunidad religiosa ha encontrado la fuerza para seguir adelante con la limpieza. Los servicios religiosos se han reanudado incluso en medio de la devastación.
El “túnel de bambú”, un denso arco de bambú entrelazado que se elevaba sobre la carretera que une Mandeville con Black River —una atracción turística antes del huracán Melissa— se ha convertido en un símbolo de la devastación de la región. Los residentes, que inicialmente esperaban que el gobierno o las organizaciones internacionales fueran los primeros en ayudar, han tomado cartas en el asunto, utilizando machetes y motosierras para despejar caminos y permitir el paso de la escasa ayuda que llega por vía aérea.
Con los recursos de respuesta al límite y luego de que varias organizaciones ya dejaron la isla, muchas comunidades dependen de esfuerzos autoorganizados para reabrir las rutas de acceso. “La gente se ha movilizado para ayudar, gracias a Dios”, dijo Shadeika Roberts, voluntaria de una iglesia cristiana en Mandeville. Las labores de limpieza son más importantes de lo que la gente cree. [Las comunidades] necesitan agua, alimentos y asistencia.
La desesperación en aumento
Un vehículo militar patrulla las calles dañadas de Black River. A medida que persiste la escasez y los precios de los productos básicos se disparan, la desesperación aumenta. Algunos han recurrido al saqueo, lo que ha llevado a las autoridades a reforzar la seguridad.
Al igual que otros países de la región, Jamaica es particularmente vulnerable a los desastres naturales y ha sido azotada repetidamente por huracanes. Pero nunca antes había sufrido el impacto directo de una tormenta de categoría 5. La rápida intensificación de Melissa sobre las aguas inusualmente cálidas del Caribe pone de relieve una tendencia sobre la que los científicos han advertido durante mucho tiempo: el cambio climático está alimentando fenómenos meteorológicos más potentes y destructivos.
Los niños y adultos que caminan entre escombros y andan en bicicleta por carreteras dañadas, son una postal repetida. Ante la escasez de combustible y la interrupción del transporte público, las bicicletas se han convertido en el principal medio de transporte para muchas familias que buscan acceder a mercados o fuentes de agua.
Las consecuencias del huracán han sido extremadamente perjudiciales para los niños, ya que las escuelas han sufrido daños o se han convertido en refugios. Según UNICEF, “casi 477.000 niños están experimentando importantes interrupciones en su escolarización debido a los daños o al cierre temporal de las escuelas” en Jamaica, Cuba y Haití, los tres países más afectados por Melissa.
“No creo que haya una sola persona en esta isla que no se haya visto afectada de una u otra forma por el huracán Melissa”, dijo Tori Corti, residente y voluntaria del centro comunitario de Cuffies Pen.
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Migue Roth
Periodismo narrativo + visual storyteller. Fotoperiodismo y cobertura de crisis, conflictos, migración, desastres y respuestas humanitarias | Editor y fundador de Angular. Director del Festival Internacional de Cine Documental #PampaDocFest | Prensa & Cultura p/Colonia Santa Teresa | Autor del libro «Sin piedad».
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