Cómo realizar cooperación sanitaria en África (y cómo contarlo al volver)

Breve manual de ida y vuelta cargado de ironía para familiarizarse con los prejuicios y estereotipos heredados de la mirada colonial que lastran nuestro equipaje cuando trabajamos en África, según la experiencia en terreno de los autores.

Por Iñaki Alegría & Rosauro Varo 

En los inicios del siglo XXI, el escritor keniata Binyavanga Wainaina publicaba un irónico y certero artículo: Cómo escribir sobre África. En el mismo explotaba los clichés sobre el continente para mostrar en una especie de lúcida guía los prejuicios que nos brotan espontáneos cuando hacemos referencia a él. Inspirándose en ese texto, Desmon T. Jumbam, especialista de la universidad de Harvard, repetía el ejercicio, trasladándolo esta vez a su ámbito de la salud global, para denunciar con parecida retórica cómo se cae en las mismas trampas que denunciaba satíricamente Wainaina. Leer ambos artículos es un difícil ejercicio para los que, como nosotros, hemos estado repetidas veces en África, tanto como visitantes como trabajadores.

De hecho, es el principal terreno donde desarrollamos nuestra labor. Y resulta complicado porque no estamos libres de haber incurrido en la gran mayoría (quizá la totalidad) de errores que ambos artículos reflejan. Sí, nosotros hemos sido esos blancos que se han visto atrapados en la visión de un África donde late “el corazón de las tinieblas”. Aquellos que, a los pocos días de llegar, nos veíamos capaces de hacer un análisis médico de una enfermedad desconocida, o de entender el contexto social para resolver las necesidades de esas poblaciones africanas que en adelante llamaríamos “vulnerables”. Basado en los artículos de Wainaiana y Jumbam, hemos elaborado un pequeño protocolo de iniciación para todos aquellos que deseen pisar los mismos charcos que nosotros. Comencemos.

En la carta de presentación para la organización que te acogerá no olvides escribir algo así como “es el sueño de mi vida, siempre he querido hacerlo, quiero ser útil”. También puedes hacer referencia al vacío existencial que te supone la vida en España y que vas a África a encontrarte a ti mismo (no dudes que te encontrarás, y lo más probable es que te sorprenda el resultado). No te preocupes si lo que te hace falta es tiempo. No es necesario que renuncies a tu vida por varios años, con dos o, como mucho, tres semanas ya puede ser suficiente para cambiar el mundo. En ese tiempo ya habrás entendido muchísimas cosas, entre otras, las complejas interacciones que perpetúan los círculos de la pobreza.

Antes de partir, prepara bien la maleta. No olvides realizar una recogida de material sanitario. Acepta todo tipo de medicamentos: no importa que estén caducados o que todos los prospectos estén en español y allí nadie los entienda. Está claro que todo ayuda. Incluso dos comprimidos sueltos de un fármaco cualquiera, una venda deshilachada o un guante de látex sin par. Eso sí, prepárate tú mismo con calzado, pantalones y camisas de calidad, preferentemente de tipo safari, que te permita mantener la dignidad entre los sudores del calor tropical y convertirte en el super-cooperator con el que siempre has soñado.

Una vez hecho el equipaje, ya puedes irte a ayudar en “lo que haga falta”, ya se sabe que en África todo vale, no es necesario que tengas experiencia. Si eres pediatra, enfermera o epidemiólogo, aunque en España nunca te atreverías a realizar una cesárea, drenar un absceso, reducir una fractura, pautar un tratamiento de una enfermedad desconocida ni criticar las decisiones de compañeros con más experiencia, no te preocupes, en África todo eso es posible: porque lo que se necesita allí son conocimientos y médicos, así en general, hayas hecho lo que hayas hecho previamente.

En cuanto a la burocracia previa, no es necesario que efectúes los largos y pesados trámites para convalidar tus títulos y acreditarte como profesional sanitario. Eres blanco, vienes de Europa y eso ya es suficiente. Así que no te compliques y entra con visado de turista. Utilízalo para visitar las salas de niños a diario, con cara apesadumbrada y un rictus de nerviosismo, pero por supuesto, no desaproveches la oportunidad para visitar algún exuberante parque natural o alguna playa paradisiaca durante el fin de semana.

Pero hay cosas más exóticas para todo un cooperante que ver a animales en la sabana o bucear entre ballenas. Así que una vez allí, no pierdas la ocasión de acudir a presenciar, por ejemplo, la esencia de un parto sin medios, sin anestesia y con asistencia limitada, como aquí se hacía antaño. No olvides tampoco realizar fotografías en las que se vea la cara de dolor (también de alegría, cómo no) de la madre y el llanto del niño. Coge al bebé recién nacido y posa con él para colgarlo en redes con un título como “hay luz en la oscuridad” o “alegría en medio de la tristeza.” Por supuesto, no es necesario que pidas permiso para tomar la instantánea ni colgarla en redes (lo harás en cuanto puedas porque estarás enormemente agradecido de poder desconectar del móvil y de ellas).

Pero si no es posible porque el bebé ha nacido deprimido y precisa reanimación, céntrate y ponte a trabajar: no es necesario que preguntes a los padres que quieren hacer, ya que tú sabes más que ellos y lo que es mejor para su hijo; tú ya has decidido ir a por todas (además de no perder la ocasión para “hacer manos”). En el resto de salas del hospital, tampoco pidas ayuda a tus compañeros. Recuerda que tú siempre tienes razón, eres un sanitario europeo y sabes más que el médico que se ha formado (precariamente, por supuesto) allí. Incluso de esas enfermedades de las que solo habías oído hablar de soslayo como la malaria, el VIH o la tuberculosis. Tampoco sigas los protocolos locales, no pierdas el tiempo en conocerlos, ya sabes de antemano que están, como ço, obsoletos; así que aplica los tuyos que son siempre mejores.

No hace falta que despilfarres analgesia y pongas demasiada a los pacientes; los negros son más fuertes y al estar acostumbrados, aguantan más el dolor. Y cuando te pongas delante de una lesión de piel, olvida que durante tu formación no llegaste ni a saber que ese tono existía y sé resolutivo. Seguramente encuentres por allí un apergaminado libro de medicina colonial con un nombre titulado algo así como “dermatología en piel negra, en pieles oscuras, o de raza no caucásica”. Ahí encontrarás lo que necesitas para toda una especialización exprés que te evite expresar lo que estás sintiendo: “En la piel negra no se ve el eritema”.

¿África es el lugar idóneo para realizar investigación? Puede ser. En cualquier caso, sorpréndete cuando descubras que los estudios allí también necesitan pasar por la aprobación de los comités éticos, y que es igualmente necesario que los pacientes firmen y entiendan lo que significa un consentimiento informado. Y a la hora de preparar un estudio, indígnate además con los trámites aduaneros que siempre dificultan su desarrollo: es difícil comprender por qué no dejan viajar con medicamentos para esos estudios en el viaje de ida, ni porque ponen problemas para facturar muestras biológicas en el de vuelta. Porque tú has ido allí a investigar, algo que a los africanos no les importa, tan ocupados como están con la asistencia.

Respecto a la asistencia, critica la desidia y la falta de interés de tus compañeros, los cuales viven allí continuamente, cobran poco y están sometidos a la presión de un trabajo sin recursos y a la inseguridad del entorno. Llámalos vagos cuando tú vas allí 10 días y trabajas 12 horas al día, y ellos que llevan más de 20 años dedicando más de ocho horas cada día, ahora se niegan a hacer 12. Si te piden dinero por las horas extra, háblales de altruismo y autorrealización. Y ya que estás con ellos, utilízalos para ayudarte a recopilar datos y facilitarte, en la medida de lo posible, el desarrollo de esos estudios que tanto necesitan de ti. Luego, sin embargo, no te preocupes y no los incluyas como autores del artículo que escribirás porque con un simple agradecimiento servirá. Y si decides añadirlos, nunca lo hagas ni en primera ni en última posición en la lista.

Al volver, habla de esos que no encontraban la motivación y se desentendían de su trabajo. Pero no lo hagas de aquellos que están revolucionando sus países con sus ideas, liderando proyectos innovadores o poniendo su vida en riesgo al alzar la voz ante las injusticias. Al contrario, sigue mostrando a los africanos como seres sin iniciativa, que tan solo esperan a ser salvados por blancos y sus misiones redentoras. Porque recuerda: hay que tener presente que en África hay pocos médicos y con escasa formación.

No pierdas el tiempo buscando hospitales punteros con tecnología de última generación. Tampoco menciones a los excelentes cirujanos que realizan operaciones complejas. No tienen nada que ver con esos otros cirujanos blancos que realizan campañas intensivas y salvan miles de vidas en tan solo unos días. De hecho, no lo dudes, si en algún momento tienes la oportunidad, forma parte de una de ellas y lánzate a por tu cupo de salvaciones.

Hagas lo que hagas, piensa en la importancia de la vuelta: lo que no se cuenta no se ha hecho. Tienes un deber moral con los vulnerables. Así que da una charla en el hospital donde te formaste o en una ONG de tu ciudad; concede una entrevista en un periódico o en una televisión; y, si encuentras el tiempo, escribe un artículo o un libro sobre esa experiencia que, si no la de los demás, sí que ha cambiado tu vida. En cualquiera de las situaciones, mantén una pose digna, pero desconsolada, porque has sufrido con lo que has visto y no sabes cómo transmitirlo en su totalidad.

Lo que está claro es que sientes que “te podrías haber quedado allí”. Pero lo importante es que hagas recuento y un buen análisis de lo experimentado. A estas alturas, ya sabrás que el sufrimiento de los africanos viene de un mal ejercicio del poder y de los privilegios. Y eso solo puede ser culpa del racismo, de la herencia colonial y de sus sociedades machistas, condenadas por su flagrante falta de diversidad. En esas condiciones, los avances del país solo pueden deberse a los programas de cooperación con el primer mundo: si ha disminuido el hambre en una región, por ejemplo, no dudes que es por esa organización blanca que ha puesto un huerto o un centro de renutrición a escasos metros.

Pero hables o no del hambre, no se te olvide subrayar la sonrisa del africano y descubrir al mundo que “son felices sin nada”. Tampoco pierdas la ocasión de de hablar del ritmo africano, tan lento y tan diferente al nuestro, porque “nosotros tenemos relojes, pero ellos tienen el tiempo”. Ni de recordar lo agradecidos que son, porque hagas lo que hagas, siempre dan las gracias y te reconocerán el esfuerzo. Por tu parte, ignora sus avances fruto de programas locales y el trabajo de la comunidad (ojo, palabra indispensable ésta en cualquier conversación formal e informal tanto en el terreno como al regreso).

Volviendo al artículo, la entrevista o la charla. Termina cualquiera de ellas con un proverbio africano, pero tampoco dudes en incluir una cita de una escritora africana del momento (Chimamanda Ngozi Adichie es una candidata perfecta); hacer referencia a tus conocimientos musicales mostrando lo que te emociona, por ejemplo un instrumento tradicional como la kora; o reconocer, en un ataque de humildad, que la diversidad del continente se te escapa porque es imposible abarcarla.

En cuanto a lo del proverbio, varias propuestas (no hace falta que los comprendas): “Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado”. O este otro: “Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de caza siempre glorificarán al cazador”. De todas maneras si no quieres fallar recurre a Nelson Mandela, es un seguro de vida: “Que reine la libertad. El sol nunca se pone en tan glorioso logro humano”. Una última cosa, pero no menos importante que todo esto: no te olvides nunca de mostrarte en una foto rodeado de niños.

Esperamos que esta guía pueda ayudar, aunque sea mínimamente, a aquellos que quieran convertirse en unos grandes cooperantes. También estas palabras del filósofo camerunés Achille Mbembe, quien nos alerta de la peligrosa lejanía desde la que pisamos y creemos conocer su continente: “Al no poder compartir, ni ellos ni nosotros, un mundo común, la política africana de nuestro mundo apenas puede ser una política de lo semejante. Por el contrario, solo podría ser una política de la diferencia: la política del buen samaritano que se alimenta del sentimiento de culpa, del resentimiento o de la piedad, pero nunca de la justicia y de la responsabilidad”.

* Ésta nota fue publicada originalmente en la sección Cooperación y Desarrollo de «Planeta Futuro», y fue cedida por Iñaki para continuar la difusión del tema

Iñaki Alegría

Iñaki Alegría es pediatra, especializado en salud internacional y cooperación. Es también coordinador de programas de salud infantil en la región rural de Gambo, Oromía, Etiopía. 
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Rosauro Varo es pediatra, investigador y cooperante; trabaja para ISGlobal. También es escritor esporádico de ficción y regenta el blog Universos paralelos en la revista digital FronteraD.
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