Después de casi una década de vivir en una ciudad extraordinariamente ruidosa, me di cuenta de cuánto de ese ruido estaba afectando mi percepción de la realidad. En tiempos de pandemia estamos experimentando Nueva York con menos distracciones emocionantes y más crudas realidades.
Por Pablo Herrera
Llegué por primera vez a la ciudad de Nueva York en 2011, para dirigir el documental The Building of A Community (La construcción de una comunidad) para el Museo del espacio urbano recuperado, una institución cultural encargada de documentar la larga historia y lucha de la acción de base de la comunidad del East Village. El documental examina la transformación social del Lower East Side en Manhattan, donde activistas, artistas, historiadores y representantes políticos describen el vecindario, los squats (las casas ocupas), los jardines comunitarios, construidos y mantenidos por los vecinos en terrenos abandonados, y explican la lucha para salvarlos.
Para mí, representó una forma singular de descubrir la ciudad de Nueva York. Seamos honestos, las personas en todo el mundo (y la mayoría de las personas en el resto de los Estados Unidos) poco saben de cómo es realmente la vida en la ciudad de Nueva York. Se suele pensar que Nueva York es Jimmy Fallon, Stephen Colbert, Saturday Night Live y cosas por el estilo. Bien, pero Nueva York también son los pisos pequeños y costosos, jornadas laborales interminables, competitividad visceral, caros restaurantes y miles de personas durmiendo en los bancos de sus plazas y parques extensos. Estos últimos no sólo son accesorios de la ciudad listos y preparados para aparecer como telón de fondo el rodaje del próximo éxito de taquilla. “The Park Bench People” (también conocidos como homeless) son personas reales a las que, sin importar la razón, les ha tocado hacer de las calles su hogar.
Después de casi una década de vivir en una ciudad extraordinariamente ruidosa, me di cuenta de cuánto de ese ruido estaba afectando mi percepción de la realidad. En tiempos de pandemia estamos experimentando Nueva York con menos distracciones emocionantes y más crudas realidades.
Siguiendo mis instintos, decidí tomar mi vieja cámara SONY X10 y salir a ver lo que está sucediendo en las calles.
Comencé mi ruta en la Calle 14 caminando por la 6ta Avenida y luego por la calle Houston hasta el Lower East Side. Caminé diez kilómetros por la ciudad sólo para corroborar que la realidad es —como suponía—, cruda.
Numeros invisibles
La Coalición para los desamparados de la ciudad de Nueva York (The New York’s Coalition for the Homeless), un grupo de defensa, informó que alrededor de sesenta y dos mil personas vivían en refugios de la ciudad en enero de este año. 60% más que hace diez años. Hasta hoy, más de cincuenta personas del sistema de refugios administrado por la ciudad habían muerto de COVID-19, según el Departamento de Servicios Sociales de la ciudad. La agencia dijo que más de 600 residentes de refugios y otras personas sin hogar, incluidos los que viven en las calles, han dado positivo por el virus a fecha de abril de 2020.
En una entrevista con Reuters, Giselle Routhier, directora de políticas del grupo, asegura que miles más viven en las calles y en el metro. Ella dice que la ciudad no está haciendo lo suficiente. La Coalición para Personas sin Hogar de Nueva York quiere que la ciudad pague por alojar a las personas sin hogar en algunas de las miles de habitaciones de hotel vacías.
En abril, el alcalde Bill de Blasio dijo que seis mil camas de hotel estarían disponibles para residentes de refugios individuales. De esos números, tres mil quinientas personas sin hogar ya estaban en hoteles cuando se produjo la enfermedad, y desde el brote, mil residentes de refugios han sido trasladados a hoteles, incluidos unos 500 residentes enfermos de COVID-19, según el portavoz de la Dirección de Servicios Sociales de la ciudad de Nueva York, Isaac McGinn.
Las cifras representan sólo una fracción de la desigualdades en América. Ciudades como Chicago, Los Ángeles, y en ciudades del sur como Austin (Texas), la crisis de los sin techo va en aumento de forma constante e imparable desde hace diez años. La respuesta del sistema es, por desgracia, apostar más por un sistema desigualitario, penalizando a pobres por ser pobres y admirando al rico por enriquecerse a costa de la evasión impositiva hábil, la congelación de los salarios (hace más de diez años que el gobierno de Estados Unidos no sube el salario mínimo federal de $7.50), y el crecimiento de la deuda familiar. La crisis sanitaria que se atraviesa, hace que los números ignorados se hagan hoy al fin más visibles que nunca.
Un ensayo fotográfico no muy alentador
Después de terminar mi recorrido por la ciudad regresé a casa un tanto desesperanzado. Dejé el carrete en la cámara durante varios días. Fue difícil repasar las imágenes y fotografías que documentan una de las crisis más ásperas que a la ciudad le haya tocado enfrentar. Finalmente encontré el resguardo en una magnífica pieza musical de Nils Frahm para contar la historia. No es una historia dentro de una historia que pasa en una ciudad excitante, —que es como nos gusta imaginarla—. Es la cruda realidad que se vive en las calles de Nueva York.
Pablo Herrera
Director creativo | Productor
Director creativo, productor de cine y música. Actualmente vive en la ciudad de Nueva York. En 2004, cofundó Colectivo Piloto en Barcelona, España, una organización sin fines de lucro dedicada a promover la cultura y la educación mediante el uso de tecnologías de medios. En 2015, Pablo cofundó Thecplab, una agencia creativa y una productora de cine con sede en la ciudad de Nueva York.
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