Quitral: nuestra libreta de viaje

Cuentan que artistas como Picasso, Matisse y Van Gogh, y grandísimos escritores como Hemingway, Chatwin y Wilde usaban libretas Moleskine. Es cierto, pero no tanto.

De todas maneras, yo no lo sabía: las vi por primera vez en una vieja y bella librería de Buenos Aires —hace quince-dieciocho años atrás— y quedé encantado: tenían el formato perfecto para una bitácora. Ya por entonces su precio era prohibitivo para un latinoamericano promedio; pero llevaba buen tiempo probando otras y no terminaba de sentirme a gusto.

No es esnobismo: quienes consideramos los cuadernos como una herramienta de trabajo, sabemos que los detalles son significativos.
Con el tiempo, me crucé en el camino con la opción Brugge, una marca argentina que fabrica cuadernos de alta calidad y menor precio. Las Brugge también tienen mística y resistencia, aunque no sean tan sencillas de encontrar. Encargarlas —con las tarifas de los envíos y sus demoras habituales— se tornó costoso y engorroso. Así que volví a probar opciones baratas, con la consecuente frustración. Fue cuando comenzamos a indagar más en la historia de los cuadernos nobles y decidimos hacer nuestro prototipo.

La verdá de la milanesa es que Picasso, Van Gogh, Hemingway, Wilde, Chatwin y tantísimos otros grosos no usaban las Moleskine, sino cuadernos que se elaboraban en talleres con un material sobre base de hule con el que se confeccionaban las cubiertas. Ese material se llamaba moleskine, y allá por 1850 y 1950 lo empleaba todo el mundo. A mediados de los ochenta cerró el último de esos talleres artesanales y recién en 1997 una empresa tana —Modo & Modo— registró la marca y comenzaron a comercializar las libretas clásicas de lomo negro, con una estrategia de mercadeo que daba la idea de que su producto era el mismo que usaban los artistas de renombre mundial. Y les rindió.

¿Qué distinguía a las Moleskine?

La encuadernación, el gramaje de las hojas. La calidad de los materiales.

¿Perdieron calidad?
No. Pero sí mística.

¿Por qué?
Porque industrializaron el producto para vender más; las fabrican en China de forma automatizada.

Ahora hay decenas de formatos y tamaños: tapa blanda, dura, temáticas. De hojas cuadriculadas; ediciones especiales, agendas. Hasta anilladas. Y surgieron marcas por doquier.

Pero no es lo que buscamos. Tampoco queremos un fetiche, sí una herramienta compañera.
Por eso decidimos que haríamos una libreta ideal para viajeros, lectores, humanitarios, periodistas y artistas. Con un formato único: pensado para moverse con comodidad; que sea fácil de llevar. Con colores mate originales (terra, negra y roja, los colores libertarios). De hojas lisas y con un gramaje que favorezca la escritura y el dibujo. Confeccionada con materiales de calidad. Resistentes.
Que el cariño puesto en cada libreta se traduzca en puertas abiertas a la imaginación, el testimonio y la creatividad.

Encargamos el diseño a Gerson. Le explicamos lo que buscábamos y le dijimos una frase que nos inspiró: queremos una libreta así porque «funciona sin interrupciones. Nunca se descarga. No necesita baterías. Es compatible con todo tipo de lapicera. Funciona en todos los idiomas. Nunca se queda sin señal. No necesita conexión a Internet. Funciona sin cables. No se reinicia. No se infecta con virus.»

Quitral es fuego en idioma tehuelche. Ese mismo fuego que nos anima a escribir, viajar, dibujar. 

Las Quitral de Angular son confeccionadas de manera artesanal, una a una. De buena madera. Hechas con cuidado, cosidas a mano. Por eso están numeradas y tienen nombre.

Quitral Ocre
Quitral Ébano
Quitral Acacia