Escaparon de la guerra y ahora enfrentan la pandemia como refugiados en Argentina

«Las bombas caían cerca de casa, en nuestra calle murió gente. Siria ya no era un lugar para vivir, no podíamos más».
Los Alothman padecieron los horrores de la guerra que se libraba en su país y decidieron huir. Ésta es la historia de una familia valiente y de los esfuerzos humanitarios para apoyar la recuperación económica de las personas refugiadas que más han sufrido el impacto de la pandemia.

Texto: Magdalena Rodríguez  |  Fotos: Familia Alothman, Red Patrocinio Comunitario & Equipo de Multimedia de Iglesia Peniel

«Las bombas caían cerca de casa, en nuestra calle murió gente —recuerda Zeban—. Siria ya no era un lugar para vivir, no podíamos más».
Zeban Alothman, su esposa Eman y sus dos pequeñas hijas, padecieron los horrores de la guerra que se libraba en su país y decidieron huir. Como pudieron, llegaron hasta El Líbano. Allí el padre de familia trabajaba en tres lugares para cubrir las necesidades básicas y Eman se las arreglaba como podía para cuidar de sus hijas y aportar a la economía del hogar en un ambiente hostil.

Cientos de miles de sirios llegaron al Líbano escapando de la guerra. Las agencias humanitarias no daban abasto para proteger a la población; sin embargo, iglesias evangélicas de Beirut brindaron asistencia. «Nos acercaron colchones —dicen los Alothman—, hasta entonces dormíamos en el piso».

«También fueron días muy duros allí, —relata Eman, y se acomoda su pañuelo— aunque en El Líbano no había guerra, la inseguridad y las actitudes de xenofobia para con los sirios, afectaban nuestra integración».

Eman asistía a una iglesia en donde los ayudaban con comida y fue ahí donde escuchó por primera vez que existía una posibilidad de viajar a Argentina mediante el “Programa Siria”. «Yo pensé: ¡bueno, Argentina es mejor que Siria, mejor que Líbano»! Y le conté a Zeban sobre la posibilidad de adquirir un visado humanitario».

Zeban no conocía acerca de Argentina, pero estaban desesperanzados y creyeron que sería una mejor oportunidad vital. Se inscribieron en el programa y luego de un año y ocho meses de espera, viajaron al país. «La espera era interminable; todos los días queríamos saber novedades sobre el viaje. Realmente añorábamos empezar una nueva vida lejos de la guerra y la inseguridad».

En Argentina los recibió un grupo de llamantes de la iglesia evangélica de Peniel, en la localidad de Tandil, quienes forman parte del Programa Siria; una iniciativa del Estado argentino que cuenta con el apoyo del ACNUR y la OIM, y que surgió en 2014 para abrir las puertas a quienes escapaban de la guerra en Oriente Medio.

Los Alothman no podían creer que estaban en un lugar seguro y tenían una casa con cuartos separados: «Las personas de la iglesia y de la comunidad siempre han sido muy amables con nosotros siempre nos han ayudado».
Pero entonces, la pandemia.

Nueva crisis

Aunque ya no escuchan bombas, en días de coronavirus sí palpan el peligro, sienten de cerca el sufrimiento. «Esto ahora es una guerra más complicada, porque es contra un enemigo invisible», dice ella. Ambos, movidos por la empatía, ponen hoy su grano de arena para vencerlo e intentan —con más esfuerzo que nunca antes— potenciar su emprendimiento gastronómico para obtener ingresos.

En este marco, y como organización que trabaja junto a la Red Argentina de Apoyo al Patrocinio Comunitario, ADRA continuó su apoyo para favorecer la autonomía económica de la familia, su integración local y su protección en plena crisis pandémica.

¿Cómo empezaron el emprendimiento gastronómico?

Zeban cuenta que se dedicó por años a la alta costura: en Siria tenían tres fábricas y era reconocido por sus trabajos. Al llegar a Argentina, el Grupo de Patrocinadores los ayudó a adquirir máquinas de coser y de esa manera desarrollar su oficio. Sin embargo, debido a la actual emergencia sanitaria, la familia sufrió una disminución drástica de sus ingresos: «Sabía que no podría pagar las cuentas ni solventar sus necesidades básicas sin mi trabajo. Aún tenía muchos clientes que nos debían dinero, así que acudimos con gran preocupación a la casa de nuestros amigos y llamantes, el Sr. Daniel y su esposa, quienes intentaron tranquilizarnos. Pero al iniciar las alertas por COVID —comenta Zeban— nuestra sensación de inseguridad y miedo crecieron. Por momentos pensaba que estábamos en guerra con un enemigo invisible. Las calles están vacías, sonaban sirenas, la gente está asustada». Todo esto les recordó las épocas duras que como familia tuvieron que atravesar en Siria.

«No vamos a quedarnos de brazos cruzados, vamos a vender comida». Eman relata que le encanta cocinar y Zeban dice lo hace muy bien, que sus comidas son deliciosas y les encanta a la gente de Tandil.

Entonces empezaron pensar un nombre que sea fácil de recordar e iniciaron su emprendimiento gastronómico con repercusión en las redes sociales como «comida árabe Tandil».

Eman dice que el Grupo de Llamantes les donó insumos para iniciar y que las dos primeras semanas tuvieron gran cantidad de pedidos, trabajaban todo el día.

«Ahora soy el delivery de Eman —comenta risueño Zeban—. La ayudo en todo lo que necesita para cocinar». Y cuenta que como familia conservan la cultura siria pero que han aprendido modos de vivir locales y que algunos los han adoptado como propios: «Antes solo se ocupaba de la cocina Eman. Ahora yo la asisto en lo que ella necesita». Toda la familia está comprometida en la elaboración de los platos que ofrecen. Refieren que tiene clientes fijos y que cada día se suman personas nuevas.

Sin embargo, a medida que aumentaba la producción, la familia no contaba con los insumos necesarios. El horno no era adecuado, era antiguo y estaba en mal estado. Aunque intentaron repararlo, no lograban hacer frente a la demanda de producción.

Del miedo a la esperanza

Zeban comenta que su fuente de ingreso principal no se pudo sostener y que los primeros meses del inicio de la pandemia no podía dormir: «no podia estar tranquilo. La sensación de miedo volvió con fuerza y pensaba que esto nunca se terminaría. Pensaba en Siria”. Estaba muy preocupado y dice que quería trabajar «aunque fuera gratis, para ayudar».
Por eso, comenzaron a hacer barbijos y trajes para donar al hospital.

Si bien, el estado de alerta los preocupó, la familia toma todas las medidas necesarias de precaución y están motivados trabajando en el emprendimiento gastronómico. Incluso anhelan en que la iniciativa crezca y les sirva para alcanzar sus sueños aquí en el país.
Eman dice que, al haber comenzado una vida nueva en Argentina, pueden pensar en el futuro y que le gustaría tener una casa propia, como la tenían en Oriente Medio. A los cuatro les gusta Tandil y no quieren volver a Siria.

Nuestro nuevo hogar

Los Alothman hablan de la importancia de la paciencia para sobrellevar las diferencias culturales. Eman dice que las personas argentinas son muy amables y no piensan las maldades que piensa la gente que vivió en guerra.

Están muy agradecidos con el apoyo de la comunidad y de ADRA, que les suministró un horno semi industrial que la familia necesitaba para elaborar sus productos. Para ellos, esto implica la posibilidad de brindarles a sus hijas un mejor futuro y sobre todo, recuperar la posibilidad de soñar con una vida tranquila.

Zeban usa una analogía propia de su profesión: «no quiero volver ni un punto para atrás». «Ahora queremos ayudar a las personas que se han quedado sin trabajo por el COVID. Queremos brindar ayuda porque aquí nos ayudaron mucho desde que llegamos. Argentina se ha convertido en nuestro hogar».

El apoyo a la familia Alothman se enmarca dentro los esfuerzos que la agencia humanitaria ADRA y el ACNUR están realizando para apoyar la recuperación económica de las familias refugiadas que más han sufrido el impacto de la pandemia en nuestro país.

La Red Argentina de Apoyo al Patrocinio Comunitario impulsa y difunde el Programa de Reasentamiento bajo el esquema del visado Humanitario otorgado por el «Programa Siria». Además, acompaña a los Grupos Llamantes y a las personas beneficiarias que llegaron bajo este programa al país.

Magdalena Rodríguez

Psicóloga  |  Terapia Cognitiva Conductual y Psicodrama grupal

Trabaja cómo coordinadora del Programa de Reasentamiento (entre los cuales se encuentra el patrocinio comunitario) para ADRA Argentina.
“El patrocinio comunitario es una oportunidad para que las sociedades se involucren en la integración de las personas refugiadas
ofreciendo recursos y apoyo personalizado, además promueve la formación de vínculos entre los patrocinadores y las personas refugiadas”.

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